Paseo de los Estudiantes amenazado

Tal vez porque desde la región costera del Pacífico le era imposible “vivir” lo que sentimos los liceístas por nuestro Liceo de Costa Rica,

Tal vez porque desde la región costera del Pacífico le era imposible “vivir” lo que sentimos los liceístas por nuestro Liceo de Costa Rica, por su historia, por nuestras memorias imperecederas, por el uniforme gris que con tanto orgullo lucimos, su actual director no supo interpretar ese sentir que, hasta cierto punto, no es fácil explicar. Y es que cuando acordó con el alcalde de San José borrar el Paseo de los Estudiantes,  sentimos como si se hubieran confabulado por demoler el edificio del oeste para construir en él dos o tres torres de apartamentos que sirvieran “para repoblar” la derruida ciudad capital. Dicho acuerdo, inconsulto, entre dos funcionarios ajenos que                            no tienen por qué sentirse liceístas, se da, paradójicamente, en momentos que nos preparamos para celebrar el 125 aniversario de la fundación del Liceo, y desfilar, como “naturalmente” se hizo en la celebración del centenario, a lo largo del Paseo de los Estudiantes que tantos recuerdos nos resguarda.

La lista de extraordinarios profesores que han ocupado la honrosa dirección del Liceo es grande, pero en estos momentos, por la amenaza que se cierne sobre el Paseo de los Estudiantes que el alcalde despectivamente llama “la calle 9”, tenemos que recordar a uno en particular, por la época que le correspondió vivir al frente de la querida institución: nos referimos al Lic. Juan Dávila Solera.

Siendo director del Liceo, este profesor de geografía e historia graduado en Chile, le tocó lidiar con altura y dignidad con los desmanes de la dictadura de Federico Tinoco.  Fueron años de oscurantismo para el proceso de desarrollo democrático de la nación, donde el asesinato, entre otros, de Rogelio Fernández Güell, reflejaba el despotismo copiado de las monarquías europeas que seguramente añoraba el militar que había derrocado al presidente don Alfredo González Flores.

También fueron años en los que el coraje de los valientes se habría de expresar, como lo hicieran las estudiantes y egresadas del Colegio Superior de Señoritas, destacándose entre ellas la “niña” Carmen Lyra, consagrada desde siempre a la lucha por la democracia y los derechos fundamentales de sus conciudadanos. Igualmente, unidos por la historia como hasta ahora, los estudiantes del Liceo de Costa Rica, cuando la Patria los necesitaba, dijeron presente y levantaron sus brazos frente a los soldados del asesino dictador. Y no solo no tuvieron que enfrentar la oposición de su director, sino que tampoco tuvieron que pedirle permiso para manifestarse, pues contaron con su aliento, en momentos en que el sátrapa humillaba a los educadores arrebatándoles recursos para enfrentar a los patriotas, que luego contribuyeran con su derrocamiento y exilio.

Y es que don Juan Dávila Solera representó además en su quehacer, la unión que desde su nacimiento, ¡con un solo año de diferencia!, hermana al Liceo y al Señoritas, no solo enseñando en ambas gloriosas instituciones, sino también escribiendo la letra del Himno del Colegio Superior de Señoritas, que tiene música de don José Joaquín Vargas Calvo.

Por todo ello, tenemos certeza que si fuere director del Liceo de Costa Rica en estos momentos, en que se toman decisiones degradantes contra la memoria de esos jóvenes llenos de coraje y amor a la Patria, ¡que hoy hemos de honrar!, el Lic. Dávila Solera haría sentir su voz en defensa de su memoria ejemplar. Y por ello también, acogemos con esperanza la decisión colectiva de los estudiantes del Liceo y del Señoritas que han encontrado en estos años de celebración del 125 aniversario de la fundación de ambas instituciones un motivo para engrandecer su indomable espíritu juvenil: la defensa del simbolismo, valor histórico y cultural, del amenazado Paseo de los Estudiantes.

Porque es más que una calle con el número 9 y porque desde que en diciembre de 1937 se honró a los jóvenes que no dudaron un día en salir a defender la democracia pisoteada por la bota militar, poniéndole ¡para siempre! el nombre con que desde entonces se le conoce (sin necesidad de rótulos) todos, estudiantes y egresados de ambos templos hermanos, tenemos la tarea de convencer a los que no parecen entender lo que significa la defensa de la memoria histórica que enaltece a los adolescentes que honraron a Costa Rica cuando se les necesitaba. Convencer a esos que creen que el Paseo de los Estudiantes se puede resumir o convertir en unos rotulitos colocados en algunas esquinas de una calle adornada con motivos orientales que, cual generación espontánea, se convertiría en un “barrio chino” sin alma oriental y en la de menos… sin chinos.

 

 

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