Política 2.0

El mundo está sumido en una tempestad de información; toda disponible desde aparatos de uso cotidiano; por ello la famosa frase que advierte que

El mundo está sumido en una tempestad de información; toda disponible desde aparatos de uso cotidiano; por ello la famosa frase que advierte que “en la era de la información, la ignorancia es una elección” es identificable con la realidad circundante. A partir de esto, la necesidad de tomar en consideración, seriamente, las tendencias contemporáneas de socialización y democratización de los datos es imperiosa.

Esto, pues es necesario precisar cuánto se ha democratizado la nube realmente, y qué procesos conlleva paralelamente dicha democratización. Esto evidenciaría la multidimensionalidad de las interacciones sui generis de los sitios de “contacto” social, principales medios de socialización, debate y posicionamiento de ideas. También como continuos generadores de subprocesos en los que la novedad y la viralidad de los mensajes son más valiosas, área donde los medios tradicionales están en desventaja.

Ahora bien, la dinámica social en Internet plantea una serie de elementos a considerar. Primero, no todos los usuarios participan activamente en el flujo de la comunicación, y permanecen como usuarios-pasivos, receptores solamente; por otro lado, está el usuario-activo, prosumidor si se quiere, sujeto fundamental en la movilización. Allí es donde encuentran cabida organizaciones específicas, como los partidos políticos y movimientos sociales, que tienen en las redes sociales nichos potenciales de afiliación y proselitización.

Esta convergencia digital socio-política ha llevado en la actualidad a investigadores y académicos a tratar de dilucidar el papel real de los nuevos medios digitales en la sociedad. Desde la psicología hasta la ciencia política, se han tratado de precisar los alcances on y offline de las redes. Empero, la importancia de esta sistematización empírica se dirime en intereses de grupos políticos que buscan conocer a fondo las dinámicas de los electores y, en general, de la población, para establecer mecanismos de afiliación y ganar adeptos.

Las redes sociales, con Facebook como el ejemplo más claro, son instrumentos de medición que −aunque no representativo− van tomando mayor relevancia en los análisis de comportamientos y tendencias. Recientemente se ha desarrollado una teorización acerca de los procesos que se llevan a cabo en estas redes, analizando los perfiles y páginas oficiales de agrupaciones políticas, observando la cantidad y tipo de interacción que se da con el público. Estas investigaciones tienen por objetivo establecer la diferencia con las campañas de partidos políticos en medios tradicionales, de aquellas en nuevos medios y sistematizar los patrones comunicacionales que se dan.

Por ejemplo, es un hecho que las campañas virtuales tienen un efecto nivelador (equiparando el escenario entre aquellos partidos de mayores recursos y otros de presupuestos más limitados). Sin embargo, al no ser una muestra lo suficientemente consistente con la realidad offline, la mayoría de las veces la nivelación  no es sino una condición necesaria de la normalización; o sea, la asimilación de las redes sociales dentro de los procesos tradicionales. Es decir, prevalecería una condición “normal” de comportamiento político. He allí otra cuestión.

Si bien se dice que gran parte de los usuarios de redes son pasivos, ello no implica que sean ciudadanos dóciles y susceptibles a modificaciones en sus comportamientos y valores. En tanto las redes tienen la capacidad de potenciar estructuras programáticas, su limitación está dada por el mundo offline. En esa línea, los resultados que muchas investigaciones arrojan son que los usuarios activos suelen ser personas ya de por sí afiliadas o partidarias de alguna agrupación.

Entonces, a pesar de la indefinición conductual online y de la ambigüedad empírica sobre la dinámica entre partidos políticos y usuarios en redes sociales, la única afirmación que se puede hacer es que los nuevos medios representan un campo lejano todavía del manejo de medios tradicionales, y mucho más de la comprensión teórica.

Costa Rica está a las puertas de vivir una campaña electoral como nunca antes, donde Internet jugará un papel preponderante. Es imperioso seguir de cerca el desarrollo comunicativo-interactivo que la campaña política elabore y co-construya. Se debe analizar, a modo de diagnóstico, qué rol le ofrece su candidato: si lo invita a debatir y opinar o, por el contrario, lo expone a información prefabricada y sin posibilidad de interacción. Tal vez en el futuro ello siente las bases empíricas más sólidas comparables con otros procesos similares que han vivido Finlandia, EE.UU. y Holanda.

 

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