Por Costa Rica

«No vamos a lidiar por un pedazo de tierra; no por adquirir efímeros poderes; no por alcanzar misérrimas conquistas, ni mucho menos por sacrílegos

«No vamos a lidiar por un pedazo de tierra; no por adquirir efímeros poderes; no por alcanzar misérrimas conquistas, ni mucho menos por sacrílegos partidos. No.», decía don Juanito Mora en su inmortal proclama del 1 de marzo de 1856. Hoy, la recordamos para decirle a los costarricenses, que los esfuerzos contra la aprobación del Tratado de «Libre» Comercio que nos amenaza, son esfuerzos por Costa Rica, por el bienestar de nuestro pueblo, por la soberanía nacional, por nuestra dignidad.

Cuando, unidos bajo el nombre hipócrita de «Por Costa Rica», hay quienes inician una campaña millonaria encabezada por los mismos que no titubearon en negociar bajo las sombras la entrega de nuestras más queridas instituciones, es conveniente adquirir conciencia de la trascendencia de lo que se avecina. No se trata de algo de menor importancia que pueda desdeñarse, cual si se tratara de un asunto de interés comercial intrascendente.

Se trata más bien de la renuncia a los postulados nacionales consolidados bajo la Segunda República, de tan buenos resultados para Costa Rica que incluso permitieron a la nación superar los deshonestos actos de corrupción cometidos, paradójicamente, por los herederos de los principios ideológicos de la socialdemocracia y el socialcristianismo que nos legaran don Pepe Figueres y el Dr. Calderón Guardia, entre otros. Ese es el modelo de Estado que nos ha hecho diferentes, quiz* únicos, en el contexto del subcontinente latinoamericano… y que algunos pretenden desechar cual si se tratara de un trapo viejo e inservible.

 

«Por Costa Rica», -¡qué cinismo! – Más bien por ellos mismos, por sus egoístas intereses, por sus negocios, por el poder, por sus partidos, por sus ambiciones políticas; ¡jamás por Costa Rica!

Y es que ha de quedar claro que las consecuencias del tal TLC, disimulado tras las siglas confusas pero impresionadoras de «Dr-Cafta», trascienden al de un simple acuerdo comercial. Lo que esos tipos negociaron fue, ni más ni menos, un cambio de modelo del Estado costarricense, donde el «capitalismo salvaje» de que nos hablara Juan Pablo II, pasaría a ser el rey… con todo lo que ello fuere a significar para los habitantes de hoy y el futuro de Costa Rica.  Donde, por ejemplo, serían más grandes las distancias que separan a los más pobres de los ricos, tanto nacionales como testaferros de las transnacionales.

Por ello, ¡por Costa Rica!, hemos de enfrentar con hidalguía y energía, esa amenaza. Tal vez con menos recursos financieros que sus defensores e instigadores, pero con la fuerza moral tan escasa en ellos.

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