La entrega, apasionada y generosa, de la académica y escritora Yadira Calvo al análisis crítico de los cimientos de la sociedad patriarcal, le han hecho merecedora del “Premio Magón” 2013. Celebramos este premio porque representa el reconocimiento a una pensadora valiente e imaginativa; portadora de una palabra sin dobleces ni concesiones a este modelo de sociedad que hace de las mujeres “víctimas y cómplices” de las formas más inhumanas de violencia.
Su mensaje es un llamado, primeramente a las mujeres pero también a los hombres, para que resistan con la fuerza de su dignidad y sabiduría a las diversas manifestaciones de esa violencia, particularmente a la violencia simbólica que cala profundo en el tejido sociocultural y, desde ahí, muy sutilmente crea las condiciones para que se propague e intensifiquen las formas más burdas y groseras que mutilan el cuerpo y el alma humana.
Doña Yadira, desde hace mucho tiempo, viene aportando, con gran originalidad y un estilo literario que atrapa y seduce, a la construcción de una teoría de la violencia simbólica estructural con perspectiva de género. Con un enfoque interdisciplinario dosificado exquisitamente por ese estilo ha incursionado con gran propiedad y delicadeza en este complejo campo del saber.
Sus aportes cobran especial significación en un contexto global y local donde las luchas por los derechos humanos se revisten de un signo propio de nuestro tiempo: la afirmación y emancipación del ser humano como sujeto corporal sensible. Efectivamente, la ilustración representó un avance en la emancipación de la razón del autoritarismo irracional institucionalizado, pero no alcanzó a dar pasos significativos para superar la represión del sujeto humano como corporalidad sensible. De esta manera, el ser humano resulta escindido en una corporalidad negada y reprimida y en una racionalidad sin límites que se convierte en sierva de una lógica productivista que aliena y deshumaniza.
La emancipación del sujeto como corporalidad sensible representa un paso fundamental en la construcción de una sociedad más inclusiva y afectiva. Por eso, ahí donde las mujeres defienden y afirman sus derechos a decidir a someterse a un aborto asistido y a optar por un tratamiento de fertilización in vitro para disfrutar el derecho a la maternidad, la sociedad como un todo gana en cohesión social y equidad; igualmente cuando son respetados derechos de las personas con diversas preferencias sexuales, entre otras.
La obra de doña Yadira adquiere, así, relevancia histórica y sentido práctico. Un aporte señero a la construcción de la nueva cultura de la inclusión social, desde la emancipación y dignificación de los seres humanos, que solo son verdaderamente humanos –que es también decir espirituales– cuando se les respeta el derecho a vivir y disfrutar la corporalidad sensible y pensante, es decir, libre de cualquier tipo de violencia.