Asimismo, por un lado tenemos a los que, pese a que no se ha hecho efectiva la compra de siquiera un metro cuadrado de terreno aledaño a la playa que conforma el parque nacional, insisten en su vieja y casi agotada idea de recaudar «millones de dólares» para iniciar, después de muchos años, la compra de tierras cercanas a las playas protegidas, mientras que otros buscamos más bien una acción coordinada de protección ambiental, donde participarían pobladores, propietarios, gobierno local, gobierno central, académicos nacionales, etc., unidos para salvaguardar los hábitats de anidación.
Si los expertos aceptan que aún protegiendo el 100% de las playas, sería inevitable la extinción de las tortugas baula en unos cuatro o cinco años, no comprendemos la razón para insistir en una estrategia errada de conservación, al tiempo que no se hace nada efectivo por obtener los acuerdos internacionales que permitan declarar moratorias en el uso de palangres y gigantescas redes de pesca en las rutas de migración de las baulas.
Así, creemos que si del simposio sobre tortugas que hoy llama la atención de los costarricenses, no sale un compromiso internacional que permita hacer presión sobre los gobiernos que, como el de Chile y Perú, toleran la matanza de tortugas baula, en manos de sus pescadores tanto en sus aguas como en la altamar, el simposio se recordará como un evento inútil. Esperamos que no sea así, y que los participantes asuman una posición firme, comprometida, en pro de una acción (¡quizá la última!) que busque garantizar la conservación de esos maravillosos reptiles marinos. Abogamos pues, para que los esfuerzos, no importa lo insignificantes que sean, dirigidos erróneamente a la compra de más tierras, no vayan a obstaculizar las acciones internacionales que la razón y el sentido común ordenan.