¡QUÉ TE MATEN POR MALO!

El costarricense urbano se ha venido acostumbrando al asalto que contra él perpetran, con mayor o menor discreción y en todo cruce donde el

El costarricense urbano se ha venido acostumbrando al asalto que contra él perpetran, con mayor o menor discreción y en todo cruce donde el tráfico vehicular sea interrumpido por más de 13 segundos, buhoneros de flores, bolígrafos, frutas, estampitas, desechos, informales subcontratados por el Ejército de Salvación, jóvenes y adultos de Hogares Crea, la Verdadera Iglesia del Suspiro, limosneros niños, limosneros mujeres con sus chicos propios o alquilados en brazos, mujeres raídas y despiadadamente solas, ancianos, adolescentes, o enflaquecidos saltimbanquis que realizan su patética comedia y corren para pasar un sombrero que, como ellos, llora.

El asaltado concede su atención y monedas a veces, otras no. El reiterado asedio agota. En ocasiones solo se desea salir de la irritante presa y el ahogo, disfrutar de un momento de fluidez, gratificarse y, si es posible, vivir. El mundo de los dolores egoístas y también la penuria relativa del bolsillo facilitan que el desconsuelo ajeno sea invisibilizado, relegado, decapitado por los vidrios/guillotina alzados de un vehículo coreano con aire fresco. A veces se da y a veces no. Pero casi seguro quien cede no es por misericordia  y al que recibe no se le ve ni recuerda como un ser humano.


Quienes piden limosna o venden inservibles, ¿no es lo mismo? retribuyen a todos. El «Dios se lo pague» o el «Que tenga un buen día» se utilizan para el generoso y el avaro, para el que mira sin ver o para quien revienta un «¡No!» En particular los limosneros indemnizan siempre aunque a veces su «Gracias, que tenga buen día» exuda tensiones reforzadas por una mirada dura. Recuerdo por eso al anciano entero que algún sábado, atardeciendo, por la Avenida Nueve, cerca de la calle del mismo número, me pidió algunas monedas para ayudarse con el bus. Distraído o porque sus ropas me parecieron mejores que las mías, contesté que no. El viejo se movió rápido hacia el auto siguiente diciendo: «¡Ojalá te maten por malo!» A mí me pareció gracioso, por bien dicho. Pero la luz cambió y no hubo ocasión entonces para premiar con dinero la molestia ruda del anciano.

A los profesores nacionales se les quitó su derecho a recibir pensiones equitativas en 1995, durante la peculiar administración Figueres Olsen. En polémica votación (¿dirigida por Alvarez Desanti?) se transformó la posibilidad de una ancianidad digna en la realidad de una cacrequez de mierda. En estos días, el diputado Villanueva reconoció que esa maldad específica resultó del pacto de los «hijos de los caudillos». Lograda la votación, muchos diputados (¿foto en primer plano de Antonio Pacheco?) trotaron a Zapote para festejar el ‘triunfo’ con su ‘líder’. La acción contra los maestros signaba el fallecimiento del proyecto de desarrollo que alguna vez intentaron Figueres Ferrer, Daniel Oduber y otros, sin duda gente con defectos, pero que todavía valoraba la ternura de las guarias y reservaba un refugio en el corazón para el Caballito Nicoyano y su Luna Liberiana. Eran, a su modo, nacionales. Los neoliberacionistas (los figueronacionales, por La Nación S.A.), fueron, y son, en cambio, mezquinos y torpes. Quizás por maldad e ignorancia. Tal vez por ignorancia y maldad. Estiman que las necesidades humanas, incluyendo reconocimientos y acompañamientos, pueden disolverse en técnicas monetarias. No hay más penco nicoyano que el vendible (entero o destazado) con ganancia en el mercado mundial. La Luna Liberiana debe privatizarse para obligar al ICE a comprar, a precio de espanto, sus resplandores. Las guarias están para ofrecerse por la aterrada prostitución de los niños en las calles. Todo ofertado al mercado. Respeto, dignidad, medida. En ese contexto brutal, ¿qué importaban las pensiones de unos viejos infelices?

En este 2003 han vuelto a reaparecer, con otros colores, los mezquinos y malos con sus argumentos falsos por descontextualizados. Hablan de privilegios de unos pocos cuando se tragan el país día a día para venderlo como desecho. Gritan por el déficit fiscal pero no quieren pagar impuestos y tampoco cobrarlos. Cicateros y bellacos. Por supuesto, no se les puede aplicar el deseo del viejo. Mezquinos y malos también tienen su lugar en la historia. En Costa Rica, por ejemplo, deberían estar en servicio social obligatorio y gratuito. O pelando papas cinco veces a la semana en instituciones públicas y privadas. Muchas papas. Muchas órdenes de picadillo como sentencia eterna. Que no los maten por malos. Pero que trabajen para los humildes, a ver si se convierten a la humanidad.

Donde no deberían estar nunca más es en funciones públicas determinadas por voto ciudadano. Ni en autonomías sedicentemente tecnocráticas donde su ruindad tiene fuero jurídico. Ojalá el elector costarricense los recuerde y deposite, cuidando no se lastimen porque arrojan pus/caca y tiñen, allí donde no puedan hacer más daño.

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