A pesar de algunas malas experiencias, con optimismo uno decide buscar lo bueno de aquello. Esto a tal punto de formular argumentos suficientes para convencer(se) y decir(se): “no todo” está mal. Sin embargo, llega un momento de saturación, en donde ese optimismo salta por la ventana y el panorama cambia súbitamente.
Más que una catarsis es una realidad y sucede, me atrevo a decir, en casi todas las instituciones de Costa Rica. Recién salido de la academia, encuentro una oportunidad laboral en el Ministerio de Salud a través de una licitación (2013LN-0000008-63102). No es necesario apuntar la inversión económica, el tiempo y las carreras para conseguir los papeles. Sin embargo, en función de participar hay que sacrificarse ¿no?Luego del sorteo me recomendaron para un campo (UEIAES-NAB-375-13). Pero de ahí no pasó. Desde diciembre del 2013 no hubo más noticia, a pesar de las cartas, las llamadas y los correos electrónicos solicitando información. “Faltan papeles”, “no está la firma”: letanías de casi todas las semanas. ¡La respuesta llegó hasta setiembre del 2014!
Declararon el proceso infructuoso, no sin antes “subir” una resolución errónea.
¿Cuál fue la razón de esa sinrazón? En julio del 2007 –sí, seis años antes– la División de Contratación Administrativa de la Contraloría (oficio 08232) había advertido de los vicios acarreados por el contenido de licitaciones similares a la mencionada, debido a que pueden acarrear: “fraude laboral”.
Luego de la odisea resumida en tres párrafos, con calma y análisis, me saltaron varias dudas: con la cantidad de funcionarios presentes ¿cómo puede pasar un cartel viciado? ¿Dónde estuvo el asesoramiento? ¿Cómo formular una licitación sin antes conocer lo que sí se puede o no se puede hacer? ¿Se tomó en cuenta, durante la demora, a los estudiantes que con ayuda costearon todos los requisitos para participar?
Y fui más lejos: ¿cómo pretendemos buscarle un nuevo rumbo a este país cuando situaciones parecidas continúan presentándose? ¿Cómo aplicar nuevos modelos de desarrollo cuando la Administración Pública no cumple o no hace bien su trabajo? Esto es obra de un sistema que favorece la inoperancia.
Frente a la carencia de planificación, rencillas partidarias, lentitud, procesos antojadizos sin fundamentos sólidos; nosotros, los ciudadanos, quedamos a merced de la irresponsabilidad de la Administración Pública. Ni los funcionarios ni las instituciones pierden mucho: les siguen pagando mensualmente y quizá, con el tiempo, les llegue una nota de llamada de atención. La paradoja burocrática.
Al final, el principal argumento para declarar infructuosa la licitación fue la protección del interés público y el resguardo del Estado. Como ciudadano apoyo ese principio; no se malinterprete, pero frente a la mala actuación de la institución yo me pregunto ¿quién nos protege a nosotros?