Reflexiones sobre la modernidad

Frecuentemente se nos indica que nuestro país está a punto de incurrir en una bancarrota del Estado. Es un dato semisecreto que al Estado

Frecuentemente se nos indica que nuestro país está a punto de incurrir en una bancarrota del Estado. Es un dato semisecreto que al Estado se le deben 500  billones de colones. O sea, estas son deudas de morosos. ¿Se pregunta uno por qué? La respuesta no es fácil de concebir. Ciertamente el extremo consumismo generalmente produce morosidad. También la irresponsabilidad hace esto. Pero lo irresponsable tiene su cuna en una psicosociología consumista y de profunda desigualdad. Dicha suma es lo que el gobierno buscaría obtener con los impuestos nuevos que propone. ¿Otra paradoja, por qué no buscar cobrar los dineros debidos por los morosos? ¿Será que es un lío el hacerlo? ¿Alternativamente, quizás muchos de los morosos son importantes para diversos partidos políticos o para empresas dadas? Una serie de incógnitas. Pero parece que si esos impuestos pasan a través de la Asamblea Legislativa, se aumentará el costo de vida significativamente. El más afectado será el más pobre. Siempre se trata de usar propaganda psicológica para que continúe el público su curva ascendente de compra y venta. Así queda todo el mundo contento. Así se logra ese Mundo Feliz. Esa nada tan diabéticamente endulzada y tan corronga. Pero aun así el pobre quedará muy afectado.

 

A veces se podría pensar que la propaganda empresarial es tan intensa que no puede dejar de afectar la construcción de la personalidad. Deformarla quizás. Se están creando cuadros de juventud que viven en mundos cosificados. ¿Cómo puede eso afectarlos? ¿No es acaso una violación de la libertad psicológica, el estar todo el tiempo bombardeando a la persona con ese tipo de propaganda? ¡No se me permite el no consumir tanto! Hay demasiada presión de pares. Demasiada simbología muerta.¡Son paraísos que  viven en un estado de suicidio! Podríamos hablar de una ontología en crisis si en verdad lo importante es solamente el adquirir de más chunches. Consecuentemente se produce mayor enajenamiento y anomia, más ansiedad y más depresión. Lo significativo conlleva progreso de la personalidad y de su comunidad a estados de mayor solidaridad, altruismo y felicidad, tanto personal como comunitaria. Lo antisignificativo violenta la personalidad y la distorsiona. El uso de formas, figuras, colores y mensajes con la finalidad de vender un producto, no siempre es moral si violenta la libertad humana de escoger el no estar sometido a esa propaganda. Lo mediático asesina al sujeto en pos de una sastrería de impacto informático.

Wagernagel et al  establecieron cálculos para 93 países entre 1973 y el 2003 en base a dos ejes. El uno, el índice de desarrollo humano o IDH (elaborado por las Naciones Unidas) y el otro, la cantidad de planetas Tierra que sería preciso utilizar en el caso de que se generalizara a todo el mundo el consumo de un país dado. Por ejemplo, el Reino Unido con un excelente IDH necesitaría de tres planetas Tierra más, si se generalizara su estilo de vida para todos los humanos. En el caso de Estados Unidos, se necesitarían 5 planetas más. Pero sorpresas de las sorpresas, el país que mejor cabe es Cuba. Se necesitaría solamente un planeta. ¡Que interesante que un país socialista sea el que mejor trata a la raza humana, al no necesitar que explote la tierra, en su relación hombre/ planeta!

De nuevo nos confrontamos con una dimensión insólita en la historia humana, un paralelismo entre el enajenamiento y la normalidad. A saber, lo enajenado como lo normal, en vez de lo anormal. Es la única manera de establecer el grado en que se podría explicar ese fenómeno moderno y su efecto en los cuadros de la juventud. No ya lo anticonformista, lo genial y lo divergente como lo deseable, sino lo anormal como lo factible. Por ende una caída en el concepto de lo humano como hecho de la historia creativa.

El derrumbe de la modernidad parece que consiste en haber logrado mayores grados de miseria dentro de lo  cotidiano, pero al respecto  del fenómeno social. Por ejemplo, debemos mirar a dos tipos de tugurios: el de la miseria biológica y el otro de la miseria ontológica. El de la miseria biológica ya la conocemos y se distingue por caserío tras caserío de extrema pobreza. El de la miseria ontológica es ese freno a lo interactivo que proponen absurdos como Facebook y Twitter en sus llamadas redes sociales. Dichas redes sustituyen la interacción viva con el nombrar de un “amigo” a través de un chunche. Sustitución tras sustitución del hombre verdadero por una tecnología embriagada con tragos de soledad. Toda red social es un impedimento a la valentía y al coraje  de interactuar con el otro. ¡Es pues una miseria también!  ¡Mundos estofados con obituarios de peluches y nada más!

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