Lo anterior es necesario tenerlo presente en los tiempos que corren, porque existe una gran similitud en cuanto a los desafíos y las contradicciones que originaron las guerras del siglo XX. El colapso de la Unión Soviética dio paso a un control unipolar del mundo por Estados Unidos. Sin embargo, las cosas no resultaron como el imperialismo yanqui quería, que era el descuartizamiento total de Rusia posterior al colapso; 25 años después, Rusia logró levantar su estatus en todos los campos, incluyendo el militar, y junto con otras potencias emergentes (China, India, Brasil, etc.), orienta su política al establecimiento de un mundo multipolar. Pero el imperialismo se resiste a una ruptura del modelo, lo que genera una contradicción muy profunda.
Ya ha habido muchas advertencias sobre la peligrosidad de los momentos que corren. Una de esas advertencias fue manifestada por el general Leoniv Ivashov, cuando en 2007 era casi un hecho el ataque a Irán por parte de EE.UU.-Israel. Afirmó Ivashov en aquel momento, que la guerra era la única opción que le quedaba a EE.UU. ante el derrumbe del sistema financiero internacional, basado en el dólar estadounidense. Esto efectivamente presiona las contradicciones entre EE.UU., sus lacayos europeos y las potencias emergentes, entre ellas Rusia. Nótese entonces que efectivamente, para el imperialismo yanqui, la hegemonía y la dominación mundial pasa por la destrucción de Rusia, que ya ha advertido sobre las consecuencias de la aventura imperialista en sus fronteras. Tal es el caso de Ucrania y otras partes del mundo, especialmente Siria, ubicada en el Medio Oriente, convertido hoy en una bomba de tiempo.
Todos los indicadores actuales hacen suponer que efectivamente, por la dimensión de las provocaciones, el imperialismo está deseoso de desatar una guerra mundial. Leonardo Del Grosso advierte sobre los momentos actuales, cuando afirma que la humanidad atraviesa el momento más peligroso, en el cual la guerra mundial parece imponerse cada día más como realidad omnipresente, en la era de las armas nucleares y de la hipertecnología.
Si el imperialismo se lanza hacia la opción de la guerra nuclear, las consecuencias serían devastadoras, casi de exterminio de la humanidad. En los primeros 30 minutos de intercambio de misiles con ojivas atómicas morirían 1.500 millones de personas y la mitad de la población humana moriría en unos días. Además de la destrucción inmediata, estudios llevados a cabo por importantes instituciones estadounidenses aseguran que, incluso con un escenario de guerra nuclear limitada, se provocarían alteraciones catastróficas del clima global y la destrucción masiva de la capa de ozono, lo que conduciría inevitablemente a una afectación muy negativa de la agricultura mundial, produciéndose hambrunas que resultarían en la muerte de 2.000 millones de personas.
Tenemos que tomar conciencia sobre la gravedad de la situación. La locura imperialista por defender un modelo moribundo está en la práctica fuera de control. Urgen las movilizaciones para parar a este grupo de locos que arrastra la humanidad hacia su exterminio. En 30 minutos, como señala Robert D. Blackwill, Estados Unidos sería destruido, pero el resto del planeta también.