La sambumbia, un término no muy conocido, “sambumbia” según la Real Academia significa sancocho, mezcla y en la idiosincrasia costarricense hace referencia a una mezcla del sobrante de la olla de carne, verduras como camote, yuca, plátano, tiquizque, ñampí, papa, ayote, elote, tacaco y carne, esto se pica y se cocina en una sartén, se le agrega huevos y tomate picado y listo.
Para esta sambumbia tica empezaré haciendo una analogía de este sancocho con el devenir del ser costarricense; empezaré con una porción muy común y silvestre, las corridas a la tica y el verano toreado, eventos tradicionales y según los folcloristas no deben faltar en las fiestas de fin de año y en las tradicionales fiestas cívicas de los diferentes pueblos de este hermoso país, tradición aberrante, bárbara, digna de un circo romano en la cual una masa enardecida clama por sangre, un espectáculo grotesco del maltrato animal y del menosprecio de la vida humana, el cual es legitimado por los medios de comunicación, en este caso la televisión que, entre chiste y chiste, legitiman la xenofobia, la desigualdad de género, el machismo y el patriarcado; mentes irracionales incapaces de visualizar el dolor y el sufrimiento, carentes de empatía y sentimientos de amor al prójimo, con monedas lanzadas a la muchedumbre apaciguan sus conciencias; mercenarios terratenientes latifundistas que pasean sus percherones en topes y redondeles embriagados con el dolor de la miseria y la pobreza de una inmensa mayoría.
Una segunda porción de empirismo judicial no estaría mal para nuestra receta, más cuando se trata del tema ambiental, la impunidad aflora, siempre ha estado presente en la destrucción de nuestros bosques y playas, ventas indiscriminadas de las riquezas a las grandes transnacionales, su ferocidad y apetito es insaciable, devoran carreteras, puertos, muelles y todo aquello que huela a billete a color amarillo, la resiliencia persiste por años, concesionan a las empresas transnacionales el futuro de las futuras generaciones, seguimos regalando nuestras riquezas a cambio del supuesto progreso del siglo, matanza de tortugas y de sus defensores, mientras la justicia se esfuma en lujosas oficinas de jueces y magistrados.
Ahora agreguemos una porción del quehacer universitario, crónica de una muerte anunciada, el Centro vacacional Playa Bejuco, sabíamos de su muerte, era inminente, la agonía de por años no era para menos, padecía un mal incurable llamado apatía y desinterés de parte de la comisión bipartita, los gemelos, VVA y Sindeu.
Este inmueble es fruto de una negociación salarial en el año 1988 y su costo fue de quince millones de colones; en su infancia estuvo en manos de la Oficina de Servicios Generales, la cual era la encargada del cuido y bienestar de las cabinas y el salón; ya en su adolescencia pasa a manos de la oficina de Recursos Humanos, en el año 2002, de aquí en adelante su fin era inminente, la falta de recursos hicieron más pronta su desaparición, la enfermedad se hizo crónica e incurable, y en un día soleado, típico de la zona, se mandó a derrumbar las cabinas y el salón, dejando solamente un mamarracho para que habitara el guarda del lugar y una piscina verde especial para la cría de sapos y ranas.
Su pecado fue pertenecer al proletariado universitario, a esa clase baja y en su mayoría analfabeta que se embriagaba en conejeras llamadas cabinas los fines de semanas, esto cuando por suerte o por influencias se tenía la fortuna de salir premiado con una estadía todo incluido por la módica suma de cuatro mil colones las veinticuatro horas, de esa clase que no tiene la oportunidad de vacacionar en hoteles de playa todo incluido Flamingo, Papagayo o el Riu en Guanacaste, por ejemplo. El cáncer viene desde adentro, la comisión bipartita no existe o se hace miope acerca de lo estipulado por ley sobre los programas vacacionales del proletariado, artículo 47 de la Convención Colectiva.
Para empeorar las cosas, en los últimos tiempos del cien por ciento del terreno solo se puede utilizar un veinticinco por ciento, el otro setenta y cinco por ciento se pierde en manglares; se pasó de ser propietario a ser precarista, la muerte al fin ha tocado la puerta.
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