Se busca

¿A quién buscamos? A los malos, a cuáles si no. ¿Por qué los buscamos? Por malos, por eso. ¿Y por qué son malos? Pues porque no son buenos. ¿Y por qué no son buenos? Van en contra de la ley. Cambiemos de párrafo. ¿Cuál ley? ¿La de los malos, o la de los que dicen […]

¿A quién buscamos? A los malos, a cuáles si no. ¿Por qué los buscamos? Por malos, por

eso. ¿Y por qué son malos? Pues porque no son buenos. ¿Y por qué no son buenos? Van

en contra de la ley.

Cambiemos de párrafo. ¿Cuál ley? ¿La de los malos, o la de los que dicen que son los

buenos? Porque según la manera como cada persona vea el mundo, los buenos son

malos y los malos buenos. Entonces, ¿cómo los distinguimos? Eso es muy fácil, no se

pregunta. Los malos son los malos y los buenos son los buenos.
Otro párrafo. ¿Y nosotros de qué lado estamos? Porque, según veo con mi propia

inteligencia, vivimos en un mundo donde algunos que se creen buenos, son en realidad

los malos, y viceversa. No necesariamente.

Sin embargo, las líneas entre unos y otros podrían entrecruzarse. Para entender bien este

asunto entre buenos y malos, dos líneas paralelas terminan cruzándose, o juntándose,

que pareciera peor.

¿Se cruzan, entrecruzándose y luego cada línea retoma su dirección, o se juntan y

ambas líneas se parecen? Con lo que no habría distinción entre los buenos y los malos.

Eso podría no tener asidero en la racionalidad de la organización política, social,

administrativa, individual y corporativa del principio elemental de justicia y proporción,

de los grupos humanos,

Por eso, lo mejor es no hacerse preguntas, ni con lógica, ni con sentido común, nada

que ponga a funcionar otra parte del cerebro social entre cánones de justicia. A fin de

cuentas, el punto es que se trataría de problemas con la cosa material que se llama sacar

la tablita de lo que se tiene a favor y lo que le anotan en contra.

¿Quién anota a quién? Cada vez que pueden, o que llega información, los buenos de

ambos lados registran puntos a favor o en contra, o en un estrecho punto de duda, de lo

que perpetran los malos. Pero estos no se quedan atrás, porque confundidos entre los

buenos, la pelota de quién es quién para juzgar al otro se convierte en una papa caliente

que pocos aciertan a darle términos definitivos.

Y es que todos se creen buenos, con la razón y la justicia a su favor. Por ello, los otros

siempre son los malos, y nadie quiere serlo, porque en el fondo todos son buenos y

nadie es perfecto. Justamente, la imperfección es lo que caracteriza a los seres humanos.

El problema está en que algo, alguien, tiene que tomar las riendas de la sociedad y

marcar el tablero de juego, las reglas de las movidas, la pasión del vivir, la naturaleza

del engaño; todo el mundo engaña a todo el mundo, el mundo es uno y se la pasa

engañándose.

Se busca. ¿Corrupción o corruptos? Corromper nos da la señal de alguien o algo que

altera o trastoca lo interno y la forma que de ahí surge, de la materia invisible que

son las motivaciones y luego acciones humanas procesadas, así que corrupción es la

consecuencia de corromperse y también la de corromper al otro, porque entre ambos la

línea de buenos y malos no existe, los dos son esencia de lo mismo.

¡He ahí un enigma todavía sin resolver! Más en un diminuto y lejano país de cuentos a

la “tica”, donde se hace campaña diaria contra la corrupción, pero nunca aparecen los

corruptos.

Con lo que habría que cambiar la lógica de la pesquisa.

No aparecen corruptos ni corruptas porque todas y todos son parte de un entretejido

de corrupción, forman el engranaje del rostro y de la máscara, cruzados en su propia

cruzada de vivir de beneficios, que el sistema pague.

¿Y la justicia? Es ciega, sorda y muda.

No es cosa de complicarse, cada quien está montado en su esquema de beneficios y

corruptela, eso sí, cada quien supone que viaja en la nave del imaginario de los buenos,

cuando en realidad los malos son los que siempre manejan el juego del tablero y ganan

la partida. Y si no, ¿por qué en ese bucólico y metafórico país de igualdades, lejano y

fantástico de los cuentos chinos, en su juego a la “tica”, no hay corruptos en la cárcel ni

corruptores que los acompañen a enjugarse las lágrimas de “pobrecitos?”

El observatorio de la verdad habría escrito tiempo atrás en su página sideral, que solo

hay una razón… todos y todas son buena gente y la culpa la tiene la otra y el otro, y

ambos no existen, salvo que sea el cuerpo dual del mismo sistema de alcahuetería y

perversión social en una tierra bendita de Dios, paz, amor y perdón, aunque todo esté

patas arriba y la corrupción y la gente corrupta esté cada vez mejor posicionada y el país

a la “tica” esté cada vez más podrido.

¿No la huelen?

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