Al Dr. Luis Fallas
Como reconocimiento a su magnífica organización del Congreso de Filosofía antigua.
Nos encontramos en un momento en el que las identidades o sentidos de ser en la sociedad capitalista se vuelven incomprensibles, una situación de dispersión que no nos permite reorganizar esperanzadoramente nuestra existencia.
Se ha producido una desarticulación superestructural en la que se ha perdido la capacidad de mantener un régimen de coherencia conductual e intelectual; con ello se hace imposible al ser humano asumir un compromiso con una realidad histórica y se precipita la irrupción de disfuncionalidades en la región institucional de la sociedad.
En ese ámbito el sujeto es incapaz planificar su futuro, vive tan solo el presente, su felicidad se torna situacional, transitoria y en el peor de los casos se desprecia, pues es incapaz de reconocerse satisfecho con la realidad que vive.
La libertad solo se hace real como dominio, solo se es libre cuando el que otrora fuera esclavo logra callar al que otrora era su amo, se trata así de un hecho político reivindicativo que se extiende de la conciencia a la voluntad como un proceso en el que solo se tiene dignidad cuando el espíritu se enaltece por encima de la condición del animal, la dignidad es la reivindicación ontológica de una naturaleza humana.
Cuando una crisis superestructural se transforma en una crisis de la institucionalidad en la cotidianidad no se da una diferenciación entre vicios y virtudes, responsabilidad personal y exigencias de otros, honestidad y corrupción.
En este momento las reivindicaciones del ser humano, históricamente concretas y diferenciables, se vuelven contextuales, no esenciales, el capitalismo ha entrado en un momento donde resulta imposible una reconfiguración de la existencia, la realidad histórica es ahora realidad de incertidumbres.
Solo habrá dignificación del ser humano fuera del capitalismo. Solo en su muerte el hombre se recobra a sí mismo, el anonimato de los individuos se transforma en comunidad de sujetos.
Cualitativamente la comunidad de sujetos se constituye como co-gestora de identidades, se vuelve colectividad.
El final de la historia se convierte en inicio de una época, la sociedad se reconstituye en ámbito de materialización de identidades, se pasa ahora a vivir en sociedad a través de la participación en colectividades, aquí la percepción de singularidades resulta ser significativa solo como parte de colectividades, la individualidad muere fruto de su perversión.
El individuo que se percibe a sí mismo solo dentro de los sentidos de ser específicos de la sociedad capitalista se encuentra así en orfandad de identidad, ser exitoso o vivir confortablemente se torna hoy incompresible. Las viejas identidades capitalistas han perdido su vigencia material.
En este escenario, la vivencia de la dignidad se traslada del ámbito de lo económico al ámbito de la existencia, ahí la realidad recobra sentido, pues la conciencia se precipita a la creación de su mundo.
El ser humano se dignifica como creador de mundos, un sujeto histórico que es hoy político, es decir, poseedor de alternativas materializables por ser necesarias. Se ha iniciado la época del humanismo absoluto de la historia.