Señor Ministro, dígale no a la ignorancia

El ingreso a la universidad para los hijos de obreros, artesanos, para cualquier padre de clase media y baja en esa época era un

Quizás sus cuadernos no fueron hojas recicladas de “MATILDE”, pero para muchos estudiantes de los dorados 70 esos eran nuestros cuadernos. Cuando ingresé a esa querida universidad (UCR), nunca me imaginé las puertas que se me abrirían, nunca.

El ingreso a la universidad para los hijos de obreros, artesanos, para cualquier padre de clase media y baja en esa época era un orgullo y yo ni siquiera podía imaginar, porque la puerta más importante, más grande que se abre, es la del conocimiento.

Yo no podía imaginarme que nada de eso que me explicaban los catedráticos existiera, porque el conocimiento y la pobreza poseen una relación inversamente proporcional. Ha habido en este país, gestores con visión de conjunto, de solidaridad y de democratizar el conocimiento: Rodrigo Facio, Carlos Monge Alfaro, pero yo me pregunto en cuál acera está usted en este momento, en el que las universidades solicitan recursos: en la acera que dice “democratizar el conocimiento” o en la que dice “limitar el conocimiento”.
 
Le puedo decir Señor Ministro que una de las pocas materias en las que obtuve una famosa “E”, fue en una física porque nunca lograba tener acceso al libro; eran pocos los de “préstamo” y por supuesto menos pensar en comprarlo; la decisión era muy simple: tomar café y caminar o prescindir del café y el bus, y sabe usted, las dos decisiones eran harto difíciles y no siempre se está dispuesto a realizar esos esfuerzos.

Es muy fácil retirarse si no hay becas, libros, ayudas alimenticias, residencias o los demás recursos que se necesitan;  este retiro y abandono ya está sucediendo en la secundaria y usted está levantando su mano para que a los estudiantes universitarios les sea más difícil el proceso de adquirir conocimiento.

Como anécdota, sabe, a veces preferíamos el café y la caminata, porque en la soda Guevara podíamos tener el privilegio de sentarnos al lado de don Joaquín Gutiérrez Mangel; entre anécdotas también recuerdo el amigo que cuando llegó y preguntó por la UCR creía que había un rotulito que decía UCR, porque ni nos imaginábamos dónde era que llegábamos; qué bueno que llegamos y logramos terminar.
Yo le diría que lo menos que esperamos los que estudiamos y los que estudian en las universidades públicas, es que tenga usted la firmeza y voluntad de  democratizar el conocimiento; le pediría que revise un poco qué hacen rectores en otras latitudes, en Uruguay; a una feria de ciencias que asistí, en la actividad de inauguración, guardé las palabras del rector de la Universidad de la República Oriental de Uruguay, quien planteó los tres paradigmas de la esta:
Reivindicar lo tradicional.

Introducir el desarrollo humano.

Generalizar la enseñanza avanzada.

¿Cómo se puede hacer esto sin recursos? Las universidades públicas no son de garaje. ¿O es que ya las quieren convertir en eso o en instituciones elitistas? Usted sabe que ya en estas condiciones tienen más probabilidad de entrar a nuestras universidades públicas un alumno del Metodista o del Lincoln, que uno de nuestros colegios públicos.

Ya hay desventajas que deberíamos depurar y usted quiere colaborar con más. En las instituciones autónomas de nuestro país es seguro que hay ventajas laborales pero ningún trabajador se enoja por eso;   usted es profesor ahí y ha tenido los beneficios y no creo que esté molesto o incómodo por eso; en la educación de calidad y en el conocimiento hay que invertir, además eso es lo ideal: condiciones laborales universales buenas para todos.

El artículo tres de la ley constitutiva de la UCR lo dice muy claro: Como institución de cultura superior, la Universidad fomentará el estudio y la investigación de las ciencias puras y de los problemas que atañen a la vida económica, política y social de la Nación, por medio de sus Institutos o Seminarios y contribuirá al mejoramiento constante del nivel cultural del país, difundiendo el conocimiento de las ciencias, las letras y las bellas artes por medio de los servicios de extensión universitaria  , “mejoramiento constante”.

Usted que es economista, sabe cuál es el costo de oportunidad de no invertir en educación: la ignorancia, la pobreza y la violencia, que por cierto ya se siente en nuestro país y es precisamente la violencia, la mayor preocupación de los costarricenses ¿Por eso está usted votando Señor Ministro? Espero que no;  espero que usted medite. Un buen líder,  líder de principios, valores y causas nobles que benefician mayorías son recordados y admirados por eso; otros en cambio son recordados por traicionar estos sumarios.

Aquí hace falta una definición de su parte, don Leonardo; piense en esas mayorías y también piense en una frase de Pío Baroja: “Cuando el hombre se mira mucho a sí mismo, llega a no saber cuál es su cara y cuál es su careta”. Espero que le dé un sí a la cultura, un sí a la investigación y un sí a la democratización del conocimiento, para la educación superior de nuestro país.

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