En el año 1995, Nicholas Negroponte publicó el libro Ser Digital (Being Digital). Lo leí ese mismo año, y debo confesar que me fue difícil comprender muchas de las profecías que hacía. En aquellos tiempos, estaban disponibles solamente las computadoras de escritorio, y pocas personas las utilizaban. Para la mayoría de las personas, los teléfonos celulares eran inexistentes, innecesarios e inaccesibles. Otras tecnologías digitales portátiles eran desconocidas.
La World Wide Web (la versión 1.0, 1994) tenía un año de nacida. Por eso en aquel momento, la idea de Negroponte de que la computación no sería sobre computadoras, sino sobre la vida, era muy ajena. A finales del siglo XX, cada aparato y cada medio era individual, independiente y tenía su función propia: el teléfono; la cámara de fotografías; el repositorio de datos; el correo electrónico, los archivos para imágenes; los sonidos… Negroponte se adelantaba a predecir que todos serían uno y hablaba de los multimedios. Escribió: “se trata de la mezcla de video, audio… suena complicado, pero se trata solamente de bits fusionados”.Imagino que hoy, muchos de mis lectores y lectoras con un teléfono celular, personal, inteligente y multimedial en sus manos, sonreirán. ¡Es tan obvio! Pero les aseguro que en 1995 eso de que la computación modificaría prácticamente todos los aspectos de nuestra vida y de que los bits llegarían a fusionarse, eran ideas muy abstractas, difíciles de asir.
Difícil, pero había que asumir el reto. Entonces en el año 2 d.w (después de la web) hice dos propuestas para mis estudiantes en la Universidad de Costa Rica que se formaban para ser docentes. Por una parte propuse y dirigí un trabajo final de graduación llamado “Uso de redes de telecomunicación para la Formación de Docentes”. ¡Obvio! , dirán de nuevo quienes leen estas líneas. Pero en aquella época, cuando la www tenía dos años de nacida, la idea era intrusa. Al no contar con imágenes reales de cómo se vería un ambiente de aprendizaje virtual, las estudiantes imaginaron y dibujaron sus propios diseños para poder convencer al tribunal de que era posible. Era una propuesta francamente innovadora (sin duda de las primeras en el país), pero mis estudiantes pasaron la defensa sin pena ni gloria, con bastante reticencia por parte del jurado.
Por otro lado, invité a mis estudiantes del curso Innovaciones Curriculares de la Maestría en Planificación Curricular a desarrollar el curso de manera bimodal. Eso dio la oportunidad a una alumna que estaría en Panamá por varios meses, a participar de manera plena. ¿Obvio? Recordemos que entonces la web apenas se iniciaba; no existían las llamadas “plataformas” para el diseño y desarrollo de cursos virtuales; la conexión personal a la Internet era vía telefónica; y la mayoría de las personas ni siquiera tenían su propia dirección de correo. ¿Cómo hicimos? Todo vía correo electrónico, por medio de una lista de distribución. Fue un esfuerzo enorme para ellas y para mí. Pero sacamos adelante el curso y la estudiante que estaba en Panamá participó activamente. Posiblemente fue el primer curso bimodal que se desarrolló en la UCR y tal vez en el país.
En el camino a la innovación y al ser digital en la formación de docentes, unos años más tarde, cuando fui invitada a ser investigadora en una institución fuera del país, dirigí desde allá, otro trabajo final de graduación en la Universidad de Costa Rica hasta su culminación, a pesar de las voces que auguraban imposibilidad y fracaso. Luego, hace unos pocos años, con dos grupos de estudiantes de educación preescolar y utilizando el diseño de criaturas programables (robots) como objetos para pensar, mostramos que en contextos innovadores y utilizando la tecnología digital de manera construccionista, emerge un aprendizaje insospechado en niños y niñas de 5 y 6 años.
Sin embargo, muy poco de lo anterior ha permeado en la formación de docentes y en el sistema educativo. A pesar de las innovaciones y los esfuerzos pioneros que se han hecho en nuestro país (existen muchos otros que ustedes conocen además de los que he mencionado hoy aquí) al final, como dice Seymour Papert, en vez de la innovación cambiar al sistema, es el sistema el que cambia a la innovación. Y, dice, lo hace de una manera muy particular: asimilándolo (en sentido piagetiano) a sus propias estructuras.
Quince años después, el libro de Negroponte me resulta una lectura fluida. ¡Obvio! Ahora no se trata de un libro de predicciones abstractas y lejanas o de “ciencia ficción”, sino de historia de la tecnología digital. Y con los ejemplos concretos a mano (literalmente), la comprensión se facilita. Las predicciones han cristalizado y la computación ya no es sobre las computadoras sino sobre el impacto que ha tenido en casi todas las dimensiones de nuestras vidas… en casi todas, menos en educación.