Sherlock Holmes. De vestir impecable. De talante, inglés. Mal académico, mal estudiante. Excelente autodidacta; científico empírico, fumador de pipa, opiómano por ser epicúreo, abstemio, frugal en parejas, genial en sus observaciones y, consecuentemente, en sus deducciones lógicas; y esto último era fruto indudable de todo aquello.
Un personaje de ficción que parece cobró vida real en algún instante. Reactualizado vulgarmente, pero insuperable. La vulgaridad de las actualizaciones es tan fuerte que ni le mata, mucho menos le supera. Mi muy sentido pésame a los Bancos que financian tanta vulgaridad. Sin embargo, mi más cálido abrazo inmortal y transhumano a sir Conan Doyle y, por supuesto, por más paradójico e irracional que parezca, mi abrazo total para el verdadero Sherlock, allá donde siempre vive sin peligros ni daños de terceros, en el mundo de la irrealidad real.
