En los diez años que he estado ligada laboralmente con el Instituto Nacional de las Mujeres (INAMU) no he conocido de un embate tan severo a la institucionalidad, autonomía y estabilidad de la institución como el actual con el agravante de que el mismo es alentado por la propia jerarca.
En esta década, la institución ha sido liderada por seis mujeres en su Presidencia Ejecutiva. Cada una de ellas le imprimió a la institución su sello personal. Retrospectivamente, cada una – con sus fortalezas y debilidades – tuvo el mérito de identificarse con la historia, trayectoria y luchas de la institución y supo ponerse al frente para defenderla cuando se produjeron los ataques que cíclicamente desarrollan los sectores conservadores en su contra.
Tristemente en esta ocasión, la señora Ministra de la Condición de la Mujer no solo no defendió la institucionalidad y autonomía del INAMU sino que asumió como propia las acciones de desprestigio. Como jerarca de la institución ella sabe perfectamente que nunca existió campaña alguna como la referida por los medios de comunicación ni invirtió la institución recursos para este propósito. De haberlo hecho, habría sido con su consentimiento y el de la Junta Directiva, responsables ambos de la aprobación de los planes operativos y presupuestos institucionales.
Para quienes, como la suscrita, que apoyamos leal y esforzadamente su gestión y le reconocemos méritos para recuperar la legalidad y la proyección en la acción institucional, nos resulta incomprensible su actual proceder. Pareciera que doña Georgina está desarrollando las mismas prácticas abusivas de poder e ilegítimas que criticó al inicio de su gestión.
Visto globalmente, da la idea que la señora Ministra está enfrascada en una cruzada personal de «limpieza» para sacar de la institución a aquellas personas que – desde su muy personal criterio – no deberían estar en ella en razón de su filiación política, forma de pensar, creencias personales y/o estilo de vida a contra corriente de lo que ha sido la aspiración de la humanidad en todas sus expresiones culturales plasmada en la declaración universal de los derechos humanos.
Contrariamente, es el recurso humano la principal riqueza del INAMU. La calidad técnica, el profesionalismo y, sobre todo, la entrega y el compromiso de este personal son cualidades reconocidas nacional e internacionalmente, con excepción – pareciera – de doña Georgina Vargas Pagán que hoy lo ataca abiertamente.
Resultan preocupantes algunas de sus manifestaciones de intolerancia cuando reiteradamente ha dicho en los medios de comunicación que personas que piensen de una determinada manera en relación con un tema específico ( en este caso, sobre los derechos sexuales y reproductivos; bien podría ser cualquier otro) no pueden trabajar en el INAMU. Se olvida doña Georgina que nuestra Constitución Política reconoce el derecho que tenemos todas las ciudadanas y los ciudadanos a la libertad de pensamiento, de conciencia y de expresión. ¿Qué tipo de estado desea, entonces, la señora Ministra de la Condición de la Mujer? ¿Un estado fundamentalista, sectario y autoritario? ¡Qué peligroso!
¿No será más bien lo contrario: que nuestras sociedades tan aquejadas de conflictos, guerras y discriminaciones necesitan mayores espacios de diálogo, de apertura y respeto a las diversidades, de nuevos arreglos de convivencia que garanticen a todas y todos un espacio bajo el sol y aire suficiente para vivir con dignidad? Como dijo el poeta: «Que el aire no es de nadie, nadie, nadie… y todos tienen su parcela de aire.»
¿Será necesario recordarle a doña Georgina que, indefectiblemente, siempre hemos sido las mujeres las que llevamos la peor parte cuando de estados autoritarios se trata? ¿Habrá que recordarle cuánto nos ha costado – ¡y nos sigue costando! – a las mujeres en el mundo y en Costa Rica tener los derechos que hoy disfrutamos y cuánto camino nos falta aún por recorrer?
Una se pregunta: ¿por qué tanto afán en golpear al INAMU? ¿A quién incomoda la beligerancia de una entidad que aboga por un sociedad más justa y equitativa y cuya mayor aspiración es que nuestros hijos, hijas, nietas y nietos, puedan vivir en una comunidad menos destructiva, más libre y, sobre todo, más feliz? ¿Será que aspirar a la felicidad es también un delito?
Contrario a lo que dicen los detractores del INAMU: es el más profundo amor a la vida lo que inspira su accionar.
De lo que pude conocer de doña Georgina, quisiera pensar que ha actuado impulsivamente, tal vez mal aconsejada, sin percatarse plenamente del triste papel que está jugando como mujer atacando a otras mujeres. Con el respeto que me merece, me atrevo a pensar que esto no es lo que quería de su gestión ministerial. Lo bueno es que siempre existe la oportunidad de rectificar.
En mi caso personal la vida me puso en la línea de fuego. Nada de lo hecho en mi vida me avergüenza. Tampoco en esta ocasión. He sido siempre una mujer trabajadora y de principios. Mi dignidad está intacta y no va a ser la perversidad y maledicencia de algunas personas quien la mancille. Mis hijas, mis hermanas y hermanos, mis amigas y amigos – quienes realmente importan – pueden estar tranquilos: mi conciencia está en calma, no he defraudado su confianza ni su cariño. Con el tiempo, mi despido no será más que un accidente. Lo que es importante es que habrá nuevas mujeres que levanten las banderas de la justicia y que sigan soñando con un mundo mejor. Siempre ha sido así.