Dicen los ilustrados que el 6 de abril del 2014 más de un millón de ticos votamos por el cambio. Pero, ¿cómo se come eso del “cambio”? Me imagino que cada quién deseaba o tenía su propia visión sobre el tipo de cambio o cambios que le urgían. Cambios relacionados con la situación de la corrupción de políticos funcionarios públicos y empresarios; cambios en cuanto a la distribución de la riqueza; cambios en cuanto a la hipocresía de programas de gobierno, que dicen hacer una cosa y terminan favoreciendo intereses particulares, etc., etc. Yo y algunos de mis colegas ecologistas, también esperábamos (¿esperamos?) cambios estructurales profundos en los paradigmas del desarrollo que nos permitieran, de manera honesta, acercarnos a lo que del ecologismo se ha denominado una sociedad sustentable.
Por esto duele ver que ciertas discusiones se mantienen intactas, como si nos mantuviéramos en la continuidad de gobiernos pasados. Tal es el caso de la propuesta de financiar la ampliación de la ruta 32, ligada a la construcción de una refinería presentada al Gobierno de la República Popular China.El caso de la refinería es de por sí ya demasiado torpe. Por supuesto que todos los países con petróleo tienen como meta refinar su propio petróleo. Si no la han alcanzado aún, lo harán en algún momento. Es una parte fundamental del juego: darle valor agregado a su materia prima. ¿A quién entonces le vamos a comprar petróleo crudo en un futuro cercano? ¿O es que hay gato encerrado y existe interés de crear la demanda, para luego justificar la extracción del petróleo que dicen hay en nuestro subsuelo con todas las calamidades que eso implica?
El caso de la ampliación de la ruta 32 es algo más de lo mismo: seguir subvencionando la economía del petróleo. Seguir subvencionando el paso de miles de furgones ineficientes para arriba y para abajo de esa ruta. Por supuesto esa subvención tiene una lógica: algunas pocas empresas muy rentables que controlan ese flujo, han movido desde hace mas de tres décadas los hilos del poder para facilitar esa situación.
¿Hay alternativa? Bueno, de eso se trata el cambio: de soñar, de construir, de empujar alternativas. Y una de estas alternativas definitivamente tiene que ver con el rescate, la recuperación y modernización del tren al Atlántico. Sueño y obra magnífica que gestaron nuestros antepasados a finales del siglo XIX y que fue abandonado a finales del siglo XX, justamente siguiendo el consejo de los intereses oscuros que hay detrás del trasporte por carretera. De otra manera no se entiende cómo un país abandona un sistema de trasporte altamente eficiente y se da el lujo de no modernizarlo y adecuarlo a la época.
El tren es hoy en día, después de la navegación, el medio más eficiente de transporte. Una sola máquina puede halar los furgones que pasan en un día por la ruta 32. La velocidad no importa, se compensa con la cantidad de carga halada o empujada. Y además se hace aprovechando fuentes de energía renovable.
De esta manera, es urgente que el nuevo Gobierno cumpla sus promesas de campaña, se ponga las pilas y le dé viaje al cambio. Que le proponga a los señores de la RPC que nos financien un nuevo paradigma de desarrollo, donde las necesidades de transporte las cubramos con un tren sustentado con energía proveniente de fuentes renovables!!!