Ni hablar de Yugoslavia (¡donde se usaron estas mismas tácticas!), Iraq, Afganistán, Libia, Egipto, Sudán, Siria… países destruidos por Occidente a base de bombas y mentiras. Como todo esto tiene como meta final la anexión de Ucrania a la OTAN (¡prohibida por sendos tratados internacionales!), surge un enorme peligro de guerra entre la OTAN y Rusia, que pudiera implicar el uso de armas atómicas.
El artículo de la GPA no lleva referencia del autor; o sea, uno no puede consultarlo para aclarar nada, ni ubicarlo geográficamente. Su contenido es netamente peyorativo para Rusia y su presidente; tiene referencias y razonamientos claramente americanos (revista Forbes, y el CSIS –Centro de estudios Estratégicos e Internacionales−, muy derechistas y favorables al imperialismo). Es evidente que esa agencia alemana, solo ha distribuido el artículo, cuya fuente original es probablemente estadounidense. En él, Forbes enuncia que Putin es “el hombre mas poderoso del mundo”, sin dar prueba alguna y olvidándose que no es Rusia la que tiene tropas en 135 de los aproximadamente 200 países de la ONU −sólo tiene una base naval en Tartus, Siria− y la causante de la mayoría de los conflictos bélicos actuales en nuestro planeta. Eso nos indica que Putin no puede razonablemente ser denominado “el hombre mas poderoso del mundo”, para presuntamente asustarnos y movilizarnos en contra de él. Con relación al CSIS, que no es nada más que uno de los centros de la ideología guerrerista y neo-imperial, basta hojear su página web.
Sorprende entonces que el Semanario Universidad haya elegido este artículo para “distraernos” con un informe sesgado y mediocre sobre los Juegos Olímpicos de Sochi, al tiempo que el electorado nacional se preparaba para elegir su nuevo Presidente, en momentos de crecientes problemas sin solucionar. El Semanario generalmente produce información crítica, bien fundada (contextuada y referenciada), como la del canal 15 de la UCR (véase su reciente reportaje sobre la destrucción de la Caja/SS), y siempre tiene elementos constructivos para hacernos pensar, más allá de las fórmulas y razonamientos usados por muchos grandes medios, muchos de los cuales han sido usados –frecuentemente− como armas de desinformación masiva.