A inicios de junio se estrenó un audiovisual que se pretende ácido, resultando una sobredosis de subjetividad. Este se construye discursivamente desde la otredad, donde “los otros”, quienes están mal, pero “nosotros” o “yo” no. Discurso predominante en hegemonías económicas, políticas, sociales, culturales, entre otros tipos.
El concepto de “tico”, usado de forma sexista, es un reduccionismo de la construcción de la identidad, donde todas las personas se idealizan como “igualiticas”. Esto devela un sesgo ideológico. Asimismo, la participación de mujeres es mínima y la perspectiva es homogenizadora, pues se reduce Costa Rica al Área Metropolitana, un “vallecentralismo” odioso, que ni las nuevas tecnologías de la información han logrado derribar. Dentro de los múltiples vacíos teóricos de las identidades nacionales de Costa Rica, este documental hace una serie de reduccionismos, tan particulares y preocupantes como el uso del escudo emulando un explosivo, sin vínculo alguno con el contenido.Se critica a quienes ven un popular programa de televisión nacional, pero no se analiza las razones para ello. No se profundiza en la idolatría por el “fast food” del éxito y del estatus social con el mínimo esfuerzo. Un análisis crítico indicaría que, como en otros casos, el fenómeno trasciende al individuo, pues obedece a la lógica del libre mercado, Estado mínimo (dado que mencionan a “papá Estado”) y a una cuestionable calidad del sistema educativo, además de razones en que se fetichizan tanto la corporalidad femenina, como la masculina, con el propósito de vender.
¿Entonces el problema es del medio que manipula para vender o está en la gente que lo ve? Pareciera que se reproduce el hecho de que en este país es prohibido cuestionar a los medios y es fácil atacar a las personas que consumen esos programas.
Pareciera que la recreación, el escaparse de la realidad, el fútbol, compartir con amistades, está mal. Es decir, ahora es “condenable” que la gente exprese inconscientemente la necesidad de huir de un sistema que le explota, entonces “el problema no es la explotación, es el escape”. Además, se cuestiona el endeudamiento para cosas superfluas, sin mirar que el sistema capitalista dicta: “si usted no tiene no es”. ¿Es un asunto de ideología neoliberal o de personas?
No se ataca el modelo, se ataca a la gente, se ataca “al promedio”, se ataca a las clases populares, develando una posición de clase. “Los otros” son los diferentes, los que está mal, aunque seamos “ticos”, el promedio es el problema y estar en él. Da la impresión que los críticos del promedio se autoposicionan sobre él.
Este video constituye un ataque sistemático a las clases populares y bajo ninguna circunstancia cuestiona el moralismo o la visión monoteísta del Estado y de su población creyente, que incluye a las élites dominantes del país, no profundiza en temas difíciles o no tan evidentes. No se menciona que mucha de la población costarricense se caracteriza por su religiosidad reaccionaria, tradicionalismo, machismo-sexismo, clasismo, xenofobia, racismo, homofobia, explotación laboral, individualismo, intolerancia, entre otras cosas que el “no promedio” ha sido incapaz de ver “del promedio” en unos 25 minutos.
Este audiovisual cierra con un mensaje preocupante de intolerancia de “te odio”. ¿El odio sirve de algo? ¿En qué contribuye? ¿Será que el odio vende? Más que esta moda de markenting de cadena de restaurantes de odio e intolerancia, el país y sus habitantes merecen propuestas; los medios y profesionales en comunicación no están ajenos de dar sus aportes, no solo limitarse a la ingenua idea de “si decimos eso nos van a criticar, si nos critican nos ven, entonces si nos ven logramos el objetivo”. No es de abrir el debate de forma banal o simple, se debe tener criticidad y fondo.