Transformación del mundo es solo el título de una canción de protesta

Con el paso del tiempo se ha abierto paso un tipo de relaciones de mundo en el que pocos hombres dignos sobreviven rodeados por patanes

Con el paso del tiempo se ha abierto paso un tipo de relaciones de mundo en el que unos pocos hombres dignos sobreviven rodeados por patanes. Nuestra experiencia usual parece ausente de cualquier posibilidad de significado comunitario. Aparece así un ser vacío que sobrevive en el jovial desánimo de la rutina, corporalizando ilusorias necesidades de representación social.

En esta sociedad de máscaras económicas las necesidades de vinculación e intimación se llenan con valores de cambio y actitudes de figuración que se interpretan como éxito y popularidad. El capitalismo ha precipitado al alma a convertirse en una vitrina luminosa.

Por ell,o la adolecente se prostituye por el simple placer de ser deseada, el joven publica su intimidad sin ningún decoro, el viejo actualiza su Facebook disfrazando su soledad real con amigos virtuales que le dan “me gusta” a sus miserias cotidianas.

En un mundo donde los bienes se consumen por sus valores representativos, la vinculación con los otros solo se opera através de anonimatos y disimulos.

Subir la voz por encima de los demás es la única actitud con la que se cuenta para penetrar las implicaciones que acarrea el sobrellevar la existencia con otros. El mundo se despeña hacia la carencia de comunidad entre personas que viven con decoro. Se genera con ello un descentramiento en el significado de la existencia en común.

Las condiciones superestructurales que sustentaban la generación de conductas comprensibles se desfasan, las categorías se mantienen, pero el sentido en el que se asumen y conductualizan se dispersa. De este modo, lo que en su momento Hegel llamaba acto mínimo de heroísmo cotidiano se transforma en simple participación simbólica en el mundo del otro. Esto nos lleva a todo tipo de vivencias cada vez más amargas.

Por sus condiciones estas dinámicas expresan solo la conductualización de una sensibilidad políticamente efímera. Reflejo del estado de las cosas en el mundo actual, la osadía se pierde tras una suerte de deforme pulsión: la visualización figurante.

El alcance profundo del espíritu humano decae así por la distorsión que provocan aquellas vergonzosas conductas propias solo de almas desvergonzadas de sus vacíos. Los actos de las conciencias más vulgares solo pueden tomar la forma de una denuncia que substituye la efectiva lucha por la dignidad del otro.

Prometeos sin alas. La necesaria presencia al lado del desdichado se desvanece entre pancartas y discursos. Para la conciencia imposturada la transformación del mundo es solo el título de una canción de protesta. La sola idea del acto rebelde que transforma el pensamiento del mundo, en el mundo del pensamiento transformado, es inconcebible. La mera visualización figurativa refleja la carencia de solidez de la conciencia. Es ya imposible la recolonización de un mundo destruido.

Corporalizando una actitud transversalizada por valores de representatividad y estatus nadie es capaz de actuar más allá de la simple gritería, su indignación es solo pasajera y discursiva. Se ha perdido la materialidad de la valoración del otro como próximo.

La protesta pasa así a ser solo un acto confortable carente del significado real de la persona como sujeto comunitario; por ello apresura el paso y desemboca en algún bar cercano, nunca en la región del otro para confirmar un mundo mejor posible.

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