Tres ministros: Tres metidas de pata

Tal como los lectores podrán intuir, me refiero a las tres “divinas” personas, que nos han hecho pasar tres “divinas” vergüenzas.Me parece razonable comentar,

Tal como los lectores podrán intuir, me refiero a las tres “divinas” personas, que nos han hecho pasar tres “divinas” vergüenzas.

Me parece razonable comentar, en orden cronológico, esas tres metidas de pata (aunque debería escribir: tres barrabasadas, tres idioteces, o algún otro calificativo que la prensa no se atrevería a escribir, pero que la gente común y corriente sabe a lo que me refiero…).

En primer lugar (y aquí rompo el esquema de “las damas primero”), este Ministro sale a atemorizar al pueblo costarricense con los $11.300 millones de indemnización, cifra que él mismo sugirió a la empresa minera (¡vaya clase de diplomático!), para que vinieran a destrozar gran parte de un bosque tropical costarricense en el norte del país (Crucitas),  y se llevaran nuestro oro a cambio de pedazos de vidrio y de espejitos. ¡Cómo me recuerda la historiografía de la invasión española en la época de la Conquista! El señor, en vez de plantarse del lado costarricense, se plantó del otro lado, como queriendo reemplazar los árboles corteza amarilla, que fueron talados por la compañía minera, 24 horas después de haber tenido en sus manos el documento que les daba luz verde para hacerlo, porque el proyecto había sido declarado de “interés nacional” (puede que sí; yo conozco a una prostituta que de cariño le dicen “la nacional”; tal vez también es el caso de esa empresa, o tal vez los hijos de ella, de la empresa). No es extraño, pues, que frente a la invasión de Edén Pastora y sus compinches, el gobierno canadiense lance el anzuelo, pensándonos idiotas, al ofrecernos un ejército, para desarrollar  una guerra en nuestras tierras. No es casualidad, pues la empresa minera es de capital canadiense, y ellos tienen su ejército para defender sus intereses, sin importarles que somos nosotros los que pondremos el sufrimiento y los muertos. Dichosamente no todos nosotros tenemos los atributos y características de este Ministro…

En segundo lugar (y esto sí lo considero verdaderamente grave), es la cuestión de las 4,000 toneladas métricas de arroz, que la Ministra de Agricultura y Ganadería, con su ministerial aval, beneplácito, satisfacción y agradecimiento, permitió que entraran a Costa Rica, así sin anestesia, sin protocolo, sin análisis fitosanitarios, etc., seguramente porque habían sido negociados con algunas empresas estadounidenses (¿Qué pasaría si el Ministerio de Agricultura y Ganadería enviara a los Estados Unidos unas mil toneladas de carne podrida, unas quinientas toneladas de café verde con hongos, o unas quinientas toneladas de piña contaminadas con los tóxicos, que empresas a su vez estadounidenses nos dejan aquí? Yo tengo la respuesta: primero, el barco llega a puerto y no lo dejan desembarcar la basura que les mandamos hasta que no hayan hecho los análisis sanitarios de rigor; segundo, los gastos de estadía en el puerto, etc., tendrán que correr por parte del estado costarricense o de las empresas costarricenses que enviaron tamaña porquería, y no de los estadounidenses; tercero, devuelven al barco con sus productos a “freír churros”, por no decir una mala palabra, y cuarto, nos imponen una multa por haber enviado esa basura). Pero no, en sentido contrario, ¿qué hicimos los “juanvendemelaconserva”? Todos lo sabemos: el barco atracó, recibieron el arroz y el maíz (ignoro cuántas toneladas de maíz había en el barco), fueron almacenados desde septiembre u octubre del año pasado. Para desgracia de la señora Ministra de Agricultura, algún fitopatólogo se dio cuenta que tanto el maíz como el arroz estaban contaminados con materiales altamente peligrosos para la salud humana (cancerígenos). Me  imagino que en cosas de comercio internacional las reglas son las mismas que cuando yo voy a un supermercado, cuando ya tengo el producto en mis manos, ya lo pagué,  no hay devolución, sobre todo si tardo dos meses en ir a devolverlo. Si voy a reclamar, se reirán en mi cara. Pero además está el hecho de haber pagado transporte desde el puerto hasta los silos. El producto contaminado, contaminó los silos. Tendremos que pagar su limpieza. El producto contaminado debe ser destruido, lo cual también tendremos que pagar. En una entrevista que Radio Columbia hizo a esta Ministra, dejó entrever su concepto de seguridad alimentaria: teníamos que comprar el arroz para guardar unos cuantos miles de toneladas para la seguridad alimentaria. Pobre socióloga,  ni siquiera tiene claro el concepto de seguridad alimentaria. De una forma displicente dejó dicho que la prensa hacía mucho barullo de algo que no tenía importancia; que el arroz había sido recibido porque resultaba muy cara la estadía del barco en el puerto (¿acaso éramos nosotros los que teníamos que pagar?), y que ya dejaran de molestarla con cosas que no valen la pena…

En tercer y último lugar, está el caso de la profesora Ministra de Deportes: el papelón que nos hizo representar en la conferencia internacional a la que fue invitada, fue muy vergonzoso. Volvimos a ser los “juanvendemelaconserva”, pero ahora desde el punto de vista cultural y diplomático. Hablar sin seguridad de su propio país; no poder describirlo con precisión; titubear en la elección de su lenguaje para tales efectos, sólo significa para mí que ella iba de paseo, que no se dignó a escribir la noche anterior ni una cuartilla respecto a su país y los deportes que en él se desarrollan (lo cual era la razón de la conferencia). Daba risa cómo los señores de la mesa, la escuchaban, sonriéndose, porque en primer lugar, los idiomas oficiales de la conferencia eran francés e inglés. Yo he asistido a conferencias internacionales, y ya sé de antemano que si no hablo alguno de los idiomas oficiales de dicha conferencia, el sentido común me dicta que no puedo ir, y mucho menos hablar (“calladito,  más bonito”). Resulta también vergonzoso que haya llevado a una excelente atleta medallista olímpica, con un único y valioso prestigio nacional, para que le sacara las castañas del fuego, es decir, para que le tapara las eventuales tortas que ella pudiera hacer. Pero fue tarde: una medida más inteligente habría sido que la atleta dirigiese su discurso a la audiencia, diciendo que hablaba en nombre de la Ministra de Deportes “aquí presente”. Pudo más el deseo de figurar, pero la Ministra se resbaló en una cáscara de banano. ¿Qué hacer? ¿Saldrán así también los otros ministros?… Solamente el tiempo lo dirá…

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