Los efectos de este acoso son conocidos y están documentados. Por ejemplo, una secretaria de un banco estatal, hostigada violentamente por su jefe, pensó seriamente en suicidarse debido a lo mal que se sentía emocional y psíquicamente. Una estudiante de arquitectura de una universidad privada tuvo que cambiarse de centro de estudio debido al hostigamiento brutal de un profesor y a la indefensión en la que encontraba.
El hostigamiento en las aulas y oficinas universitarias no es nuevo, así como el acoso en las calles manifestado por medio de «piropos», gestos y miradas lascivas. Sin embargo, como sociedad que procura un desarrollo óptimo, que se precia de respetar los derechos de las personas, no podemos dejar de llamar la atención de que el acoso sexual es una gravísima violación a los derechos humanos.
Por ello y ante las numerosas denuncias que se presentan en la UCR, el Centro de Investigación en Estudios de la Mujer (CIEM), lanzó esta campaña en el campus universitario.
Lamentablemente y de acuerdo con estadísticas de CIEM así como de organismos internacionales, el hostigamiento sexual es una realidad que afecta principalmente a las mujeres, sin importar su edad.
Pese a la tolerancia social, la resistencia de las mujeres a estos cobardes actos también ha sido sostenida y silenciosa, de ahí que en 1996 nuestro país aprobara la Ley contra el Hostigamiento Sexual en el Empleo y la Docencia, convirtiéndose en uno de los primeros países en contar con un marco jurídico de peso para sancionar y erradicar esta odiosa práctica.
El hostigamiento es considerado como una violación de los derechos humanos porque atenta contra la libertad de las personas, el respeto, la integridad física, sexual y emocional, así como al derecho al trabajo, el estudio y acceder a recursos y servicios.
Además, está directamente relacionado con una situación desigual de poder entre una persona con una jerarquía o dominio –por su puesto o rango-y otra que se encuentra a merced de esa jerarquía o dominio.
Cualquier persona puede ser víctima de este tipo de hostigamiento, pero la subordinación en la que aún viven las mujeres en nuestra sociedad, hace que sean ellas las que mayoritaria y desproporcionadamente, sufran este tipo de violencia.
Es urgente que todas las personas que convivimos buena parte de nuestro tiempo en el campus universitario, sus aulas, edificios y áreas recreativas, tomen conciencia de lo grave que es el hostigamiento sexual y, poco a poco, aprendamos a no tolerarlo, a denunciarlo.
Es urgente aprender a convivir respetando plenamente la integridad de las otras personas, especialmente la integridad de las mujeres.
El ideal para una convivencia pacífica es que este tipo de iniciativas fueran adoptadas por otras instituciones públicas y centros privados de enseñanza y trabajo.
El hostigamiento sexual no debe quedar impune.