Desde el año 2006, Un Techo Para Mi País comenzó su labor en Costa Rica; pese a carecer de reconocimiento, recurso humano o económico para el arranque. Este camino labrado por el idealismo y la entereza de cada persona que ha creído en madurar este sueño, ha dado frutos. Hoy hemos construido 1 200 viviendas transitorias al lado de las comunidades más empobrecidas de nuestro país y movilizado a cerca de 12 000 voluntarios; con la firmeza y la convicción de que la juventud costarricense es capaz de informarse, reflexionar y tomar acciones en pro de la construcción de una Costa Rica inclusiva, respetuosa y reivindicadora de los derechos humanos.
Pero el trabajo del TECHO no sólo se construye con madera y clavos, el trasfondo de nuestro accionar, así como la rigurosidad y el seguimiento de nuestro proceso de “intervención social”, evidencia que la juventud de este país quiere tomar el presente en sus manos, sus mentes y su vida cotidiana, para evidenciar que la luz que encendimos hace casi 6 años, se ha convertido en un fuego abrazador que hoy logra articular sectores políticos partidarios, académicos y empresariales para proponer estrategias sinérgicas de trabajo conjunto, eficiente y responsable.
Aunque en varias ocasiones hemos tenido que lidiar y denunciar situaciones que han intentado obstaculizar nuestro trabajo, el compromiso del TECHO sigue vivo como herramienta para cumplir con el deber de asegurar el respeto, la exigibilidad y la reivindicación de los derechos de los/as cuidadanos/as; aquellos escondidos detrás de centros comerciales y a la orilla de los ríos, aquellos que son tan fácilmente prescindibles por una sociedad individualista e indolente frente al sufrimiento, la miseria y la hambruna.
Cada vivienda transitoria que construimos, es una denuncia activa de la necesidad de una solución definitiva de vivienda para una familia costarricense; un grito que se escucha desde Martina Bustos en Liberia hasta La Mona en Golfito. Esta mejora en la calidad de vida y la seguridad de cada familia con la que hemos tenido la dicha de trabajar, nunca ha sido un fin en sí misma para nuestra institución; sino ese primer vínculo con las comunidades para continuar luchando juntos/as por acabar con las situaciones que aquejan el día a día de nuestros barrios.
La falta de agua potable y acceso a servicios de salud, la contaminación ambiental, la deserción escolar, la violencia, la delincuencia y el trabajo precario son aristas de la pobreza que han sido atribuidas a las comunidades de manera intrínseca, sin contemplar la enorme responsabilidad que el estado costarricense tiene en esta realidad y la enorme deuda de la sociedad en su totalidad con estas comunidades excluidas, empobrecidas e invisibilizadas, para quienes la falta de organización comunitaria y de herramientas de gestión social han sido un freno a sus iniciativas en muchas ocasiones.
Ante esta realidad innegable, nuestro compromiso ha sido acompañar y fortalecer ese proceso de autogestión comunitaria; ser catalizadores y facilitadores de alianzas y herramientas que mejoren la calidad de vida de las generaciones futuras, rompan círculos de pobreza y desesperanza, al tiempo que eliminen barreras mentales, culturales y estructurales asistencialistas y caritativas tanto en las comunidades como en nuestro voluntariado.
Lejos de promover lo “temporal, cosmético, privado y autosatisfactorio”, el TECHO pretende que el paso de cada voluntario/a o empresa no se convierta en la añoranza de un tiempo de efervescente sensibilidad social, sino que sea un punto de partida para que desde la trinchera que nos depare nuestra cotidianidad, sigamos luchando por transformar la realidad, las estructuras sociales, económicas y políticas que producen y reproducen pobreza, desigualdad, violación a los derechos humanos y sobre todo, miseria espiritual y mental que nos encaja en el comfort de la ceguera conveniente y la indiferencia.
Los logros son diversos y satisfactorios, pero los desafíos son cada vez mayores; la invitación y el reto se transforman junto a la sociedad cada día y está prohibido detenerse.