Soy un estudiante de cuarto año de periodismo, de ombligo campesino, que nació y creció en el campo a 30 kilómetros de la capital, en San Ignacio de Acosta.
Tuve la osadía de aventurarme a venir a la capital a trabajar, pero por una tibia decisión, terminé estudiando a tiempo completo en la UCR, motivado por una beca 11 que me asignaron desde el inicio.
Soy parte de 10.791 estudiantes que disfrutan de este tipo de beca este año, de los cuales 2.327 viven en pobreza extrema, según la Oficina de Becas y Atención Socioeconómica. Desde entonces, he conocido a mucha gente similar a mí, con las penurias de sentirse un poco limitado económicamente y de venir de un colegio público rural con una formación académica deficiente.
Pero en las próximas líneas le rendiré tributo a un tipo de estudiante del cual soy acreedor de su admiración. Según la oficina de becas, de los 750 estudiantes que viven en residencias, 150 vienen de familias de pobreza extrema; es decir, uno de cada 5. Esta quinta parte de estudiantes residentes cuentan con sólo lo que les da la Universidad para subsistir. Durante mi vida universitaria he conocido a algunos de estos chicos.Recuerdo la vez que conocí a un compañero de deportiva que me llevó a conocer residencias. Él era de Golfito; me contaba que no siempre podía ir a visitar a sus familiares los fines de semana y que por lo general comía dos veces al día; casi siempre prescindía de los desayunos. Caso similar me contaron sus compañeros de cuarto.
Según me contaba el compañero, una vez terminó desayunando en un árbol de mango un sábado por la mañana, pues su presupuesto de alimentación se había agotado.
Recuerdo la vez que me topé a una conocida, de residencias también, desesperada por el hambre. Era sábado por la tarde y no tenía plata para comprarse algo de comer. Al final llegó su novio y la terminó invitando.
El pasado 11 de julio el Canal 15 de la UCR emitió una nota que hice para el informativo “Desde la U”, que se transmite los jueves a las 7 p.m., acerca de las deficiencias alimentarias en estudiantes de residencias y, efectivamente, a pesar de los aumentos de los rubros, el problema aún persiste.
El rubro de alimentación toma en cuenta sólo una comida y una merienda al día de lunes a viernes. La Oficina de Becas y Atención Socioeconómica todavía no contempla en los servicios complementarios, que algunos estudiantes de residencias no van los fines de semana a ver a sus familiares.
Algunos de estos estudiantes me contaban que ellos no pueden comprar lo mínimo para la canasta básica, pues muchos optan por comprar los alimentos para cocinarlos, pero aún así no les alcanza.
Otro incluso me dijo que a veces tenía que dormir hasta tarde, para comer dos veces al día, y que recurría a otro tipo de gastos como ropa y demás accesorios personales con su beca.
Cuando entrevisté a la vicerrectora de Vida Estudiantil, Ruth de la Asunción, me contó que todavía los servicios complementarios que disfrutan los becarios 11 no contemplan algunos gastos personales. Además, el sistema de becas que posee la UCR es uno de los mejores de Centroamérica, señaló la vicerrectora.
Aún así, espero que el sistema de becas de la UCR mejore y que estos estudiantes provenientes de zonas de alta pobreza estén en mejores condiciones. La Beca 11 no puede ser la misma para alguien que viva en pobreza extrema, ni mucho menos para quien tenga la osadía de vivir en residencias.
Para estos últimos que sus sueños se cumplan y que demuestren que pueden ser una promesa para el país.