Una visita sobrada

Cuando doña Patricia Mora, jefe de la bancada del Frente Amplio en la Asamblea Legislativa, trata de justificar la visita de cinco diputados de

A principios de año, en un evento académico celebrado en León, Nicaragua, asistimos a una de las sesiones en el municipio de Nagarote. Sentada a mi lado, de piernas cruzadas, una colega de la Universidad de Costa Rica de repente fue abordada por un militante de la Juventud Sandinista: ¡siéntese bien! ¿Cómo que me siente bien? ¡Sí, señora, tápese las piernas, pues! Aquel muchacho representaba al poder e imponía la moral y la disciplina del mismo: vigilar, aleccionar,  sancionar. Su actitud no distaba mucho de la de los Konsomoles Soviéticos, las juventudes hitlerianas o las camisas pardas. ¿Hasta esto se ha llegado en Nicaragua?, fue la pregunta que nos rozó a ambos, estupefactos por lo acontecido.

Cuando doña Patricia Mora, jefe de la bancada del Frente Amplio en la Asamblea Legislativa, trata de justificar la visita de cinco diputados de ese partido a las “celebraciones” del triunfo revolucionario el pasado 19 de julio en Managua, aquélla imagen grotesca, regresa nítida a mi cabeza. Dice doña Patricia que la invitación era del Frente Sandinista y no del gobierno nicaragüense. ¡Como si fuésemos ingenuos! En ese país la diferencia se difumina, si usted no es miembro del partido no puede aspirar a ningún puesto en el gobierno, el servicio civil no existe. Y el partido opera como un brazo del gobierno: eran grupos de la Juventud Sandinista los que, instruidos por el gobierno de Daniel Ortega, en oleadas entraban a Isla Calero y peroraban groserías contra nuestras autoridades y nuestro país. Son las mismas “turbas” que salen a las calles como grupos de choque contra manifestantes de la tercera edad, educadores, médicos, campesinos y trabajadores en general.

Por cierto, hasta en historia nos falla la señora Mora, al afirmar que Daniel Ortega es “fundador” del Frente Sandinista (Semanario Universidad, 30 de julio 2014, p.8). En realidad El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) fue una organización político-militar de izquierda creada en 1961 por Carlos Fonseca Amador, Santos López, Tomás Borge, Germán Pomares Ordoñez y Silvio Mayorga, para luchar contra la dictadura somocista. El FSLN nace originalmente como Frente de Liberación Nacional (FLN), reproduciendo al Frente de Liberación de Argelia que emerge de la lucha anticolonialista de esa nación africana, e impulsado por el ejemplo de la revolución cubana, aunque sus principales integrantes, excepto Santos López, se identifican rápidamente con una línea ideológica marxista-leninista.

Nótese que escribí fue, dado que de aquella organización política hoy prácticamente no queda nada. Probablemente la señora Mora alude a la refundación del FSLN como un partido de bandera desteñida (el rojo y negro pasa al negro/rosalila, color preferido de la señora “primera dama”) y de un socialismo cristiano reformista/populista aliado a las fuerzas más conservadoras (¡oh paradoja!), otrora somocistas. De ese nuevo engendro sí es fundador el señor Ortega. La confusión histórica de la señora Mora se entronca con una hibridación de conceptos llanos y análogos como pueblo, partido y gobierno.

En todo caso en Nicaragua no hay nada que celebrar y sí mucho qué conmemorar. Más de 50.000 muertos en la insurrección final atestiguan la epopeya de un pueblo que luego es burlado por el nuevo proyecto de un FSLN cuyos dirigentes se dejaron propiedades y riquezas incautadas al somocismo (“la piñata”) y desviaron su caudal popular hacia una new age de fanfarria populista y de retórica nacionalista, cuyos dardos han dado, justamente, en el pueblo costarricense y su gobierno (del cual forma parte el Frente Amplio)  en un irrespeto pocas veces visto. Olvidan el señor Ortega y sus adláteres (entre ellos el tristemente célebre Edén Pastora otrora “contra” y víctima de las maquinaciones del FSLN: remember “La Penca”) que este pueblo fue absolutamente solidario en la lucha contra Somoza (Pastora “operaba” desde Liberia y Ciudad Quesada) y hasta vertió sangre de sus hijos en tierra nicaragüense. Y que siempre ha sido hospitalario con los miles de migrantes que llegan a este país en busca de sustento.

La visita de los diputados del Frente Amplio más allá de no prestarse “para que les den”, tal y como expresó don Edgardo Araya, subjefe de la fracción del FA quien, en buena hora denegó la invitación aduciendo criterios ambientalistas (Semanario Universidad, 30de julio 2014, p 9), fue un desaguisado de la dirigencia de dicho partido y una muestra de un ejercicio acrítico ante una organización que arreó las banderas de la justicia social y del cambio revolucionario, además de mostrarse irrespetuosa y prepotente con sus vecinos. Simpatizantes del FA, como quien escribe, nos sentimos defraudados ante la trivialización de un hecho que representa algo más que relaciones cordiales con un partido electorero que aprendió mucho de don Óscar Arias pues ha instalado una nueva dictadura en democracia.

 

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