Universidad , Civilización y Cultura

 Se habló de colaborar con universidades privadas para aquellos alumnos que deseaban seguir una carrera sin estudios generales. Al menos  eso fue lo que

La Universidad de Costa Rica ha pasado por muchos periodos distintos. Su diversidad histórica asombra. Durante la guerra centroamericana y posteriormente también, fue obligada a ceder parte de su  autonomía.

 Se habló de colaborar con universidades privadas para aquellos alumnos que deseaban seguir una carrera sin estudios generales. Al menos  eso fue lo que me contaron, pues en ese periodo yo ya estaba pensionado. Mas sí puedo afirmar que en ausencia de un cuadro fuerte de estudios generales, el alumno y futuro profesional se hundirá en un pantano adonde solamente será un reproductor de conocimientos importados, en vez de generar el intelectual , artista o científico latinoamericano.
 
No se puede tener un programa de estudios generales sin considerar las dimensiones más elevadas de la conciencia y del conocimiento que dicho cuadro   académico, siempre logra invocar. Un mero aplicacionismo de datos memorizados, pierde la vocación que debe tener la educación superior, de otorgar alguna contribución novedosa al pensamiento latinoamericano y mundial. El intelectual, el artista así como el científico, trabajan en las fronteras del conocimiento.

Buscan indagar sobre lo que ha existido y sobre lo existente,  más también crear lo aun inexistente. No son meros arquitectos o médicos o psicólogos  etc. Son aquellos que se preguntan al respecto de la naturaleza de una  civilización y de  sus múltiples texturas  de variables. Por ende buscan  y encuentran nuevos caminos en el material y la urdimbre misma del mundo moderno. Podría decirse que aumentan la finura  con que una cultura respira y en consecuencia permite que el espíritu del hecho humano se logre propagar  con mayor facilidad. Ensanchan pues el Weltgeist o espíritu mundial,  en que nos movemos planetariamente.
Lo anterior difiere profundamente de un  existir en el páramo que solamente logra entrenar profesionales para ocupar un nicho más, en una sociedad que está en crisis. Es más, desprovistos de visión social crítica, lo cotidiano corre el peligro de contaminarse de esa reinante toxicidad. Eventualmente ese veneno social y económico, se llegará a aceptar como un elemento natural  de la vida. Sin visión crítica nada  le  indica a dicha persona, el que  haya incorporado un hecho patológico.
 
Aceptar como lo usual, aquello que es inaceptable, parece ser el destino de un profesional sin entrenamiento intelectual, artístico o científico. El estudiante sin otro norte, que el de entrar a una carrera y llegar a devengar un  pago mensual como solamente un profesional, se convierte inevitablemente en un voraz buscador de remuneraciones económicas ascendentes.  No añade mucho de lo  creativo a  su carrera o a su vida. Se incorpora eventualmente a esos testamentos de la nada, que hoy en día son tan característicos de las crisis ontológicas. América Latina necesita mucho más de intelectuales, artistas y  científicos que de cantidades exuberantes de profesionales, que  en filas y caravanas de automóviles se deslizan hacia sus residenciales y condominios, cinco días a la semana.
Es necesario crear una América Latina nueva, no esconderse en innumerables rincones y evasiones, para sencillamente obtener un sueldo que permita el morir en vida, más no antes de terminar de pagar por sus ghettos voluntarios, tan repletos de un significado que es a su vez insignificante. ¡Tan ausentes de símbolo y de lenguaje!  ¡Tan carentes de un conversatorio, que logre definir la posibilidad del hecho humano!  
 
Sin el aporte de filósofos, teólogos, científicos sociales, literatos, artistas y científicos de todo tipo, América Latina sufrirá un proceso de brecha para con los países industrializados que día a día se irá ensanchando. Ya de hecho dicha brecha es  gigantesca y mucho mayor de lo que era en los años setenta y ochenta. Pero de manera increíble y  a pesar de conocer dicho fenómeno, los gobiernos de América Latina desde Méjico hasta Tierra del Fuego, recortaron la financiación a la investigación durante los años noventa. Se le ha llamado la década perdida de América Latina. Dichos gobiernos decidieron que el proceso de globalización  podría sustituir la investigación nacional, al permitir solamente una importación unilateral del conocimiento realizado en el extranjero. ¿Para qué gastar en investigación  en nuestros países, si se podía importar lo mismo de otros? ¡Increíble miopía cultural! Una civilización que solamente importa lo más humano y elevado de fuentes ajenas, es aquella que se convierte en menos civilizada, pues no produce creativamente su propia razón de existir. ¡Y así fue lo que pasó!  Como una poesía salida de la pluma de T.S. Elliot, nuestra América Latina se llenó del humo sofocante, y del hollín ennegrecido de la terrible ausencia de progreso.  A eso le denominaron “felicidad” y “economía”.
 
Demasiadas veces se escucha el argumento de que la universidad fomentó dichos males. En realidad fue una universidad presionada por fuerzas “extramuros”. Fuerzas que todavía existen. Ahora más que nunca, la universidad ha comenzado a manifestarse como autónoma y con ello a convertirse en un líder costarricense y latinoamericano. Es necesario despojarse de los harapos de indigente espiritual, que nos dejó esa década perdida.

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