Con lágrimas de dolor y con sabor a hiel y vestida con el traje de la mayor desgracia, pedía la niñita un papá y una mamá. Sus padres que no entendían, seguían caminando perdidos, confundidos, sin llanto y sin color…
La familia, en forma generalizada, navega hoy en una balsa muy pequeña de responsabilidad, en un mar tempestuoso, expuesta a todo peligro.
Por las situaciones que se dan, resulta casi imposible llegar a la superficie. Las olas son cada vez, más elevadas y se extienden hasta el cielo de color teñido de negro y salpicadas de confusión.
Las aspiraciones son muchas y las ambiciones también; pero la contaminación prevalece. La contaminación es el monstruo que abraza y asfixia a los valores y los derrite como si fueran cubitos de hielo; y las metas desaparecen como lo hacen las nubes del cielo.
La sociedad impone la injusticia y la mentira como si fuera alimento de la mente y del corazón; como si fuera una enorme necesidad. Como una necesidad de urgencia.
Nos abriga una esperanza. Los padres de familia y sus hijos abrazados en la felicidad, en la armonía, en el perdón, y, frenando el espíritu de maldad serán una muralla de amor; poderosa hoy y siempre.
Los padres de familia y sus hijos, caminando juntos, unidos por la convicción del corazón y la razón, serán gigantes invencibles; serán escudos y corazas de amor. Serán muros que permanecerán sólidamente para siempre, y, los males de la sociedad no asomarán sus amenazantes garras de destrucción y no tendrán cabida en el seno de la familia.
Así se convertirá la familia en el faro de potentes ojos que verán al futuro cargando felicidad, integración, armonía, sonrisas y llantos de muy poco dolor. Formando caminos, caminos de verdad; conductores hacia lo bueno, hacia lo noble y puro.
Saldrá el Sol y con rayos de éxito esparcirá la sonrisa que caerá como agua bendita en cada una de las familias, cuyo faro de luz se mantendrá encendido día y noche.