Vendedores intocables en la UCR

“Intocable” califica a quien no se le debe sugerir, sentenciar, corregir o reprender.Pues bien, de hace unos dos años a esta fecha, con énfasis

“Intocable” califica a quien no se le debe sugerir, sentenciar, corregir o reprender.

Pues bien, de hace unos dos años a esta fecha, con énfasis marcado de un año para acá, la Universidad de Costa Rica es visitada por una oleada de vendedores ambulantes, algunos incluso con gafete, que ofrecen desde confites, paletas, dulces variados, cajetas, bisuterías, patís, y hasta ropa y más…

Los visitantes citados ingresan con plena confianza y a paso seguro en edificios, centros de comida, Escuelas, Facultades, Centros de Salud y de Investigación, aulas, auditorios, Secretarías, Bibliotecas, parqueos, áreas verdes, paradas de autobuses, Centros de Seguridad…

Ignoro cuándo y cómo se autorizó su presencia y cuándo se permitieron sus ventas dentro y en los linderos de la Universidad de Costa Rica. Ignoro cuándo y cómo la UCR se aseguró de las cualidades de tales ventas y de tales vendedores. Ignoro también cómo y hasta dónde establecieron las respectivas autoridades del ramo las pertinentes medidas, prescripciones y evaluación, de todas las posibles consecuencias al respecto. Ignoro también cómo se estableció y cómo se garantiza la seguridad de quienes son estudiantes, docentes y administrativos de esta Universidad, ante la presencia y ventas de estos visitantes. Ignoro todo eso.

Lo cierto es que añoro, porque sí lo viví, la gentileza, firmeza, buen tino, sabia dirección, espíritu concentrado, prudencia, respeto encomiable, elegante y ágil ejercicio académico y administrativo  del Dr. don Gabriel Macaya. En su tiempo de Rector de esta Universidad era todo muy lindo. Para mí era lindo, porque todo tenía una explicación. Había dificultades, claro que sí, pero cuánto tino y pronta asistencia y respuesta a todo. Nos enviaba una nota a cada docente aclarando esto y aquello, esta disposición y la otra. Y lo mejor de todo, las disposiciones y el orden se respetaban y ampliaban. Había coherencia entre las acciones y los pensamientos, entre las disposiciones y el espíritu de lo que real y verdaderamente le corresponde a toda Universidad auténticamente seria y dedicada. Él siempre nos enseñaba algo. Él también siempre nos enseñó que las ventas ambulantes estaban prohibidas en la Universidad. Todos seguíamos su voz y le respetábamos. ¡Yo nunca dejaré de admirarlo!

¡Yo no entiendo nada! Es normal, soy muy tonto. Y además nadie me explica nada. Por eso sólo puedo aspirar a ser un aficionado al saber, a la verdad. Yo sólo creo, y siempre he creído, que una Universidad debe ser digna y seria, disciplinada y segura, predominantemente amante de la verdad, del orden y el decoro. Ejemplo preclaro para la sociedad. Luz y no víctima, voz y no intimidación. Servicio para la libertad y no esclavitud al miedo. Todo eso por la causa de la educación y para la constitución del ser humano integrado y cabal. Todo esto y con suma dignidad. No puedo creer que una Universidad sea un kiosco, una plaza o un estadio de fútbol. Perdónenme si a alguien he resentido. Es que nadie me explica nada y, además, soy demasiado tonto.

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