Así nombró el profesor emérito Néstor Zeledón Guzmán, la escultura que hoy recibe a quienes llegan al Edificio de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Costa Rica, y que en un acto realizado el 24 de agosto recién pasado, fue premonitoriamente develada por el viento. La naturaleza parecía querer recordarnos algo. La protesta riñe con su institucionalización, pues esta es ya, en sí misma, develación frente a lo que pretende imponerse. Cuando asume “que no somos hijos de las peñas” (Joaquín García Monge), la protesta enfrenta la adulteración de la memoria; entiende que las obras humanas se conciben en la confluencia de esfuerzos intelectuales y físicos diversos que se resisten a la pretensión de ser -de un plumazo- tachados por una individualidad arbitraria.
Ante los embates que en América Latina venían enfrentando las universidades públicas hace unos años, la Unión de Universidades de América Latina -UDAL- creó la Comisión de Autonomía Universitaria, en cuya presidencia juzgó debía estar la UCR. La señora rectora de entonces, Dra. Yamileth González García, procedió a integrar la comisión respectiva en la Universidad, de modo que esta propusiera y coordinara acciones para sistematizar la defensa de la institucionalidad universitaria en América Latina, centrada en lo que juzgo constituye su primer patrimonio: su autonomía. Esta comisión quedó integrada, entre otros, por el Dr. Edgar Gutiérrez Espeleta, hoy ministro de Ambiente y Energía y en ese momento Director de la Escuela de Estadística; el Dr. Luis Baudrit, jefe de la Oficina Jurídica; la Máster Liliana Solís, jefa de la Oficina de Divulgación. La rectoría también invitó al Consejo Universitario a integrar esta comisión, el cual por su parte procedió a nombrar como representantes, al Dr. Alberto Cortés R. y a mi persona. Esta comisión entregó el informe de labores correspondiente, hoy localizado en el Informe Anual de rectoría del año 2013, y que no es del caso referirlo ahora en todos sus alcances.
No obstante, sí que hay un pequeño detalle que demanda un registro diáfano para la memoria universitaria. Una de las preocupaciones discutidas en su seno por la Comisión de Autonomía Universitaria de la UCR, en lo que a la situación del país se refería, fue el riesgo, en particular para las nuevas generaciones, de resignarse con una cultura que da por sentado el principio de la autonomía universitaria. (Ya uno de los rectores de Conare había declarado que la autonomía era un asunto resuelto al ser conferida por la Constitución de la República). Por su parte, ante la más reciente e infame oleada anti-universitaria que había enfrentado el país, el Consejo Universitario había debatido -y por esto la invitación a integrarse a dicha comisión- este delicado tema, que finalmente lo condujo a establecer el 12 de abril como Día de la Autonomía Universitaria, una fecha simbólica para rememorar de manera permanente y con una actitud vigilante y reflexiva, sobre el valor y significado, los desafíos y amenazas que enfrenta por su especificidad, la autonomía de las universidades; una fecha que permitiera recordar que el principio de la autonomía es la condición que hace posible que la gente cuente con el recurso académico en la lucha por su bienestar, para que su universidad atienda lo que es un mandato estipulado en el Estatuto Orgánico, y en esta medida la universidad contribuya a las transformaciones sociales en el logro del bien común del pueblo costarricense.
En esta dirección, por su parte, la Comisión valoró la posibilidad de contar con una escultura a la autonomía universitaria dentro del Campus. La rectoría planteó que el maestro Zeledón tenía disposición en este cometido; se emprendieron las gestiones y se realizó la visita a su taller en Barva de Heredia. En esa visita estuvieron presentes, además de la señora Rectora, la magíster Rocío Rodríguez, Representante del Área de Salud ante el Consejo Universitario, y el escultor Herbert Zamora, profesor de la Escuela de Artes Plásticas. La Comisión discutió in situ algunas opciones y al final se pronunció por dos obras: una mano abierta hacia lo alto y otra cerrada en un puño levantado. Luego vino el tema del taller de fundición idóneo, cuya discusión siempre se inclinó por el de la Escuela de Artes Plásticas donde finalmente se hizo, la cual merece, junto con el maestro Zeledón, el reconocimiento por la excelencia creativa de su arte, indisolublemente parte de quienes concibieron que esta obra debía ponerse al pueblo desde la Universidad.
El puño cerrado en alto exige al menos registrar con fidelidad y rigor los acontecimientos. Es lo que la Universidad merece. Para esto se defiende la autonomía universitaria. La dialéctica de la protesta no admite su burocratización; resiste frente a la supresión del otro al cual se le impone. Aquel día el viento develó que la escultura impelía honestamente a manifestar “Yo protesto”.
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