Burocracia ahorca estatua de Figueres

La estatua de José Figueres permanece guardada en una bodega del Museo Nacional, entidad a la que se le encomendó la conservación de la

La estatua de José Figueres permanece guardada en una bodega del Museo Nacional, entidad a la que se le encomendó la conservación de la obra cuando fue retirada de la Plaza de la Democracia en el 2006, al inicio del segundo mandato de Óscar Arias. (Foto: Daniel Salazar)

Bastaron algunos años para que el tiempo, la burocracia y quizás los celos históricos condenaran al gigante de tres metros a una cuerda y una tarima con aspecto de patíbulo.

A pesar del mecate alrededor del cuello,  la estatua de José Figueres Ferrer mantiene la misma mirada tranquila que tuvo cuando fue presentada al país, un martes 28 de abril de 1998. Aquella vez tenía a sus pies la Plaza de la Democracia y miles de costarricenses gritaban el genérico apodo que alguna vez cantó Carmen Granados en un corrido, sellado en los parlantes de las viejas radios costarricenses. Hoy a sus pies tiene apenas un paso al vacío lleno de cajas, papeles y plásticos.

Han pasado quince años desde aquel día. El monumento a la Abolición del Ejército, esculpido por la costarricense Marisel Jiménez y conjugado por el arquitecto Roberto Villalobos, fue develado entre decenas de políticos, artistas, avionetas surcando los aires, el vuelo de palomas, y la enérgica melodía del Aleluya de Händel.

Una estatua de bronce de tres metros de alto, montada sobre el concreto armado de un pedestal. La verde figura de don “Pepe”, sin más accesorios que una mirada  calmada y sencilla, entre ropas de campesino. Atrás, en el camino, un desfile de símbolos: una joven con un ramo de flores hechas violín, unas balas derretidas, una reja mutilada y un niño con libros… Plasmado en el camino, el mazo que simbolizó la abolición del ejército en el antiguo Cuartel Bellavista.

Con una cuerda, funcionarios del Museo Nacional aseguraron la escultura de José Figueres al techo, para protegerla y evitar que se cayera. (Foto: Daniel Salazar)

No fue sino hasta el gobierno de Calderón Fournier, entre 1990 y 1994, que se aprobó la creación de una comisión que gestionara el homenaje. Después de años de discusiones entre instituciones y funcionarios se develó la figura frente al Museo Nacional.

Pese a ello, la gloria del gigante de Figueres fue pasajera. Faltaba poco para que los grafitis, carentes de cualquier leve intención artística, empezaran a decorar el monumento.  El buzón del Ministerio de Cultura se  infló con quejas, y los fantasmas encargados del mantenimiento tenían problemas para aparecer por la Plaza de la Democracia.

Leidy Bonilla, arqueóloga en el Museo Nacional, asegura que en más de una ocasión la base de la estatua fue manchada con pintura roja, y que en algún momento los rateros robaron el mazo de bronce fundido del monumento y fueron a esconderse entre las rejillas del muro para escapar de los policías.

Las nubes de moscas y la pestilencia de la orina de los indigentes estaban dejando al expresidente más verde de lo que era. La Plaza de la Democracia, construida en 1989 durante el primer gobierno de Óscar Arias, ya estaba algo distante de lo que era, mientras Pepe, impávido miraba el tiempo pasar.

En un día de su segundo gobierno, Óscar Arias ordenó renovar la Plaza histórica. Ronald Quesada, arquitecto de la reconstrucción, afirma que el monumento no permitía el tránsito, y necesitaba de mayores adecuaciones y señalización.

Empezaron por retirar el monumento de la Abolición del Ejército.  El Alcalde de San José, Johnny Araya, afirmó en el diario La Nación del 2 Junio del 2006 que la estatua “no refleja al estadista histórico en toda su dimensión” y que el presidente Arias era uno de los principales partidarios de esculpir una nueva estatua. Nunca sucedió: lo que quedaba de la obra fue guardado en el Museo Nacional.

Desde entonces, el paradero de “don Pepe” ha quedado en el misterio para los transeúntes que suelen pasar por la Plaza. En su lugar, miran extrañados la “turbina de avión” que ahora guarda una esfera de piedra frente al Museo.

La lista de propuestas para recolocar a Figueres ha sido engavetada poco a poco. Embodegado también quedó el monumento de don Pepe, bastante lejos de la Plaza de la Democracia. El gigante está guardado en una bodega del Museo Nacional en Pavas, entre cajas de impresoras, rollos de papel periódico y bolsas de plástico. Bajo sus suelas desgastadas que han debido pasar un par de restauraciones hay una caja de madera y en su cuello hay una cuerda sintética amarilla que cuelga al tres veces presidente y benemérito de la patria y que impide que la estatua se caiga en cualquier momento.

“Lo tenemos aquí porque no cabe en otra parte” comenta Bonilla, la arqueóloga del Museo Nacional, institución que hace lo posible para proteger la obra. Pasando un par de puertas están los dos niños, el violín y los libros de bronce, fundidos por el tiempo y ahora reencarnados en mil adoquines en la Plaza de la Democracia.

Roberto Villalobos, arquitecto que realizó el diseño del monumento, no puede ocultar la molestia que siente ante la situación. Afirma que en el desplazamiento del monumento hay muchos intereses de por medio.

“Lo que siento es lo que todo costarricense siente en este momento sobre el país: que todo lo que vale la pena se guarda (…) En el momento en que hay algo que a alguien ¾no se a quién¾ le estorbaba, simplemente lo destruye, en tanto que cuanto chunche viejo queda en la ciudad ahí permanece sin interés de nadie”.

Entre las propuestas y las buenas intenciones, no parece asomarse ninguna luz en la bodega de don Pepe.

La arqueóloga Leidy Bonilla propuso comprar un terreno baldío cercano a la Plaza. El mismo arquitecto Ronald Quesada quiso colocar el monumento frente al bulevar que se encuentra tras el Museo Nacional, o crear un parque especial para don Pepe. Fieles a la tradición burocrática costarricense las iniciativas se mantienen guardadas.

Mientras tanto, el gigante “ahorcado” espera resucitar y dejar el polvo que lo envuelve desde hace años.

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