Centroamérica necesita un nuevo plan de paz, dice expresidente Vinicio Cerezo

Persisten problemas de pobreza y desigualdad en Centroamérica, advierte Cerezo. (Foto: Cortesía de Fundación Esquipulas)Centroamérica experimenta un proceso de consolidación de la democracia, pero

Persisten problemas de pobreza y desigualdad en Centroamérica, advierte Cerezo. (Foto: Cortesía de Fundación Esquipulas)

Centroamérica experimenta un proceso de consolidación de la democracia, pero el riesgo de una vuelta al pasado sigue latente si no se combaten las causas que originaron los conflictos armados que desangraron el área en la década de 1980.

Así lo advirtió a UNIVERSIDAD el expresidente de Guatemala Vinicio Cerezo, uno de los grandes  protagonistas, junto al Premio Nobel de la Paz, Óscar Arias, de las negociaciones que culminaron con la firma de los acuerdos regionales de paz en 1987.

Por esa razón, Cerezo impulsa desde su “Fundación Esquipulas”  lo que considera debe ser un “Plan de Esquipulas III” para encarar los “nuevos retos” a que se enfrenta la región, asediada por el narcotráfico y el crimen organizado.

Por otra parte,  dijo que no resta méritos al protagonismo del expresidente Arias en las negociaciones de paz en Centroamérica, pero se mostró convencido de que el otorgamiento del Premio Nobel al exmandatario fue “injusto”.

A continuación ofrecemos  un extracto de la conversación  sostenida con Cerezo, quien fue contactado vía telefónica en su oficina en Guatemala.

¿Cómo analiza la situación de Centroamérica 25 años después  de la firma de los acuerdos de paz?

– El primer cambio fundamental que establecen los acuerdos es terminar con la etapa de los enfrentamientos armados. Pero lo más importante es que después de los acuerdos, y como una condición importantísima para el cese del fuego,  había que  iniciar un proceso de institucionalización  democrática, que con la excepción de Costa Rica no se vivía desde hacía más de tres décadas. Produjo además una consecuencia  y fue que con la estabilidad lograda con el final de la guerra inició un proceso económico del mercado común que se había suspendido por los problemas políticos desde los años 70, al crecer de una manera exponencial, al pasar de un comercio de $500 millones a más de $12.000 millones. Los países están viviendo una etapa diferente.

Ahora Centroamérica enfrenta una situación muy compleja con nuevas amenazas y peligros, como el narcotráfico y el crimen organizado. ¿Qué hacer?

– Efectivamente, América Central está sufriendo, especialmente en  los últimos años, un clima nuevamente de violencia, de muertes y de inseguridad ciudadana. Pero es derivado de otros fenómenos distintos a los de los años de 1980. Se trata de una derivación de las nuevas patologías del mundo moderno que afectan a América Central, pero que se originan en algunos países de América del Sur y en Estados Unidos y Europa, que son los grandes consumidores de droga y de productos sicotrópicos. El enfrentamiento originado en México por la persecución contra el narcotráfico provoca que el efecto se traslade a nuestra región y nos está afectando de una manera muy dramática. Está poniendo en peligro, por supuesto, los logros alcanzados en los años 80 con los acuerdos de Esquipulas I y Esquipulas II.

Esta situación se deriva también de los temas pendientes de la agenda de los acuerdos de paz, que reconocían que para que existiera una paz firme y duradera tenían  que resolverse también los problemas de marginación social y de exclusión macroeconómica de las grandes mayorías.

¿No están resueltos los problemas de pobreza y marginación, hay corrupción?

–  El no haber resuelto estos problemas creó las condiciones para que el crimen organizado encontrara en la juventud sin oportunidades económicas ni sociales a sus reclutas para propiciar la violencia actual y el clima de inestabilidad social que nos está afectando.

¿Qué camino le queda a Centroamérica si persisten las condiciones de pobreza, marginamiento y desigualdad?

– De la misma manera como yo propuse Esquipulas I, que era la reunión de presidentes (celebrada en 1986 en la ciudad guatemalteca de Esquipulas) y Esquipulas II, el procedimiento para poder enfrentar el problema de la guerra y la intransigencia política, en este momento la Fundación Esquipulas y su servidor hemos desarrollado la idea de que debemos avanzar a lo que hemos llamado un Equipulas III, para seguir la misma línea de pensamiento que nos hizo exitosos en  los años 80. Esquipulas III sería un plan concertado entre los países centroamericanos y del Caribe para producir un desarrollo económico con equidad y con justicia sostenible y social, y que se debería  implementar en los próximos 20 años.

¿Pero cómo impulsar ese proyecto, que implica?

– Implica un acuerdo entre los presidentes, entre los gobiernos, pero también con la sociedad civil y el sector privado, para que a través de una gran cantidad de inversiones y de normas generalizadas en la región no sólo se pueda producir e invitar a la inversión extranjera y a la local para producir este proceso de desarrollo a través de la infraestructura económica, sino que también pueda desarrollar todo un sistema legislativo que permita el libre tránsito de personas, la libre movilidad de la mano de obra, la homologación de las leyes educativas y profesionales, para permitir el trabajo de los profesionales en toda la región, y una gran cantidad de actividades dirigidas fundamentalmente a provocar un proceso de integración social que parta del reconocimiento de nuestra realidad concreta, de nuestra diversidad y de nuestra pluralidad cultural.

El proceso de Esquipulas III sería el complemento necesario para crear un clima de estabilidad y cohesión social que nos permitiría enfrentar estos problemas, como la invasión del narcotráfico, el crimen organizado y la violencia. Significa que solamente juntos en la región y sobre la base de acuerdos y de concertación y objetivos comunes podremos resolver los problemas que nos afectan.

¿Qué ambiente tiene esta idea suya de impulsar un Esquipulas III, que posibilidades de éxito y acogida tendría?

– La verdad es que se ha planteado en diversos medios. Surgió el primer planteamiento en la Universidad de Toledo cuando hablamos y analizamos las razones de posible éxito, en un encuentro académico convocado para analizar el éxito de los acuerdos de paz.  También he tenido la oportunidad de plantearlo en diversas instituciones de la integración centroamericana, como el Parlamento Centroamericano, y ante el Sistema de Integración Centroamericana (SICA) y en dos reuniones de presidentes centroamericanos. Se planteó ahora en ocasión de la condecoración Rubén Darío recibida por mí (en Nicaragua) para la celebración de los 25 años de los acuerdos de Esquipulas. Lo presenté también en la celebración de los 25 años en una reunión celebrada en la Organización de Estados Americanos el 15 de agosto.

El trabajo consiste ahora en identificar cuáles serían los objetivos fundamentales del plan, los contenidos del mismo y el cabildeo con los presidentes.

Durante la celebración en Costa Rica de los 25 años,  don Óscar Arias, el Premio Nobel de la Paz, hablaba de que ha habido avances, pero persisten problemas en materia de institucionalidad democrática. El golpe de Estado en Honduras dejó sobre el tapete esas preocupaciones y la latencia del peligro de rupturas del orden democrático. ¿Usted qué opina?

–  La democracia es un sistema vivo que está cambiando sistemáticamente. Hemos visto por ejemplo que en Estados Unidos ha habido asesinatos de presidentes, y fraudes electorales, como en el caso de la elección de Bush en la Florida. Pero nadie duda que en Estados Unidos existe una democracia porque las instituciones están funcionando. Creo que si ha habido algunos problemas en América Central como en el caso de Honduras, pero no se sustituyó al presidente Zelaya por un presidente autoritario, militar, como en el pasado. Ha habido quejas en el funcionamiento de algunos mecanismos electorales en países de la región, pero es indudable que la institucionalidad ha resistido y no hemos retornado al pasado y, por el contrario, se han venido dando pasos para consolidar los sistemas democráticos en la mayoría de los países.

Pienso que nosotros no podemos ver las cosas en blanco y negro sino como un proceso. Empezamos terminando con la guerra. Está en marcha un proceso de institucionalización que se debe fortalecer, con ayuda de otros países.

¿Si Centroamérica se deja dominar por el narcotráfico y persisten los problemas no resueltos, se corre el riesgo de un regreso al pasado?

– Yo creo que sí. Nuestros objetivos y tareas es enfrentarlos con seriedad local y regionalmente. Esto lo que provoca es una sensación de desconfianza y de pérdida de esperanza en la población. En este momento estamos ante el gran reto histórico, por parte de los políticos, para que tomen decisiones colectivas y regionales, y con la decisión de enfrentar esos retos con propiedad. Entre esos retos está el combate a la corrupción que sí ha minado la confianza de la gente en las instituciones.

Hablando sobre el tema del narcotráfico, el gobierno de su país ha lanzado la iniciativa de la despenalización. ¿Cuál es su criterio?

– El tema del narcotráfico es tan complicado que no se puede enfrentar sólo con una visión militarista o de violencia pura. Afecta la cultura, agrava la marginación, a las instituciones de justicia, a la juventud. Por eso la visión para enfrentarlo es igualmente compleja y global. Abrir la discusión sobre el tema, sobre mecánicas de seguridad, prevención del delito, educación y cultura es fundamental. Creo que el logro que tuvo la propuesta del presidente Otto Pérez es que logró despenalizar la discusión sobre cómo plantear el tema de la droga. Antes era prácticamente prohibitivo plantear este tema y la comunidad internacional plantea ya la necesidad de abrir el debate. Se ha aceptado, incluso la OEA se considera una discusión más amplia.

Estados Unidos mantiene su línea dura. ¿Debería replantear la posición?

– Estoy totalmente convencido de eso y después de que el presidente Pérez lanzó el planteamiento se ha abierto la discusión entre otros presidentes latinoamericanos. En el mismo Estados Unidos se ha cambiado de actitud, por lo menos se acepta que hay temas que se deben discutir. La misma secretaria de Estado Hillary Clinton ha admitido que se debe abrir una discusión al menos en el caso de las armas (las que van a manos de grupos narcotraficantes). Pero creo que esos temas se van a posponer hasta después de la elección de Estados Unidos.

¿Cómo analiza el estado de la integración Centroamericana? ¿Qué debilidades tiene y que retos enfrenta?

– La principal debilidad es la ausencia de una voluntad política colectiva que es la que tenemos que fortalecer. Los políticos se han enredado en sus problemas locales y olvidado de la importancia de la región y la necesidad de hacer acuerdos regionales para resolver problemas locales. El reto es la unidad para salir adelante.

Costa Rica y Nicaragua están enfrentados en una disputa fronteriza. ¿Cómo cree que se puede resolver este conflicto?

– Debe realizarse un esfuerzo de conciliación de posiciones. Creo que el presidente Daniel Ortega está dispuesto. A pesar de las diferencias, nos tenemos que sentar a conversar sobre cómo resolverlas y no crear abismos que nos separen, sino tendencias que nos unifiquen.

¿Si a usted lo invitaran ambos gobiernos, estaría dispuesto a interponer sus buenos oficios?

– Por supuesto que sí. Cualquier esfuerzo para sentarnos a resolver estamos dispuestos a hacerlo.

Han pasado 25 años de la firma de los Acuerdos. Mucha gente se atribuye ser el verdadero padre de la criatura. Usted dijo recientemente que sobre esto hay una gran “mentira histórica”. Al expresidente Arias se le considera el gran artífice. ¿Quién es en realidad a su juicio el padre de los acuerdos regionales de paz?

La criatura la inspiré yo en el discurso de toma de posesión y en las reuniones de presidentes que se dieron aquí en aquel entonces. En esa época don Óscar Arias era un candidato presidencial. Pero yo no puedo desconocer el papel del presidente Arias, pero también el de Napoleón Duarte, de El Salvador, José Azcona de Honduras y Daniel Ortega de Nicaragua, en la consolidación y aprobación de los acuerdos.

La verdad es que la decisión de los suecos en torno al Premio Nobel fue injusta porque se lo merecían los cinco presidentes centroamericanos.

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