Los pocos liberacionistas que salieron a trabajar debieron improvisar soluciones ante la falta de recursos. (Foto: Laura Rodríguez)
A pesar del trabajo de los dirigentes, el abstencionismo en la región fue de los más altos.
En poblados tradicionalmente liberacionistas, las banderas verdiblancas apenas se veían.
Eran las 6:30 de la mañana y, después de media hora de dar vueltas, nadie sabía darnos razón de dónde estaba el centro de votaciones de La Cruz. Visitamos dos escuelas equivocadas hasta que decidimos perseguir una pick-up con dos banderas rojiamarillas y, al fin, dimos con el lugar correcto. “Cambiamos el lugar, entonces parece que la gente anda perdida”, justificó un dirigente del PAC que se encontraba afuera. Sin embargo, la gente con la que hablamos no parecía muy preocupada por encontrar las mesas.
La Cruz es un cantón de Guanacaste rodeado por la frontera con Nicaragua y el mar. Fue uno de los tres con mayor abstencionismo en esta segunda ronda, más de la mitad de sus habitantes evitaron pasar por las urnas. En las calles, el desinterés no era un secreto: las banderas y signos externos podían contarse con los dedos. Mientras en el centro del país se vivía una fiesta desde el sábado anterior a las elecciones, en las costas la vida parecía seguir como cualquier otro domingo.
Tanto La Cruz como la provincia de Guanacaste en general son tradicionalmente liberacionistas. Sin embargo, el apabullante apoyo que recibió en la primera ronda el Partido Liberación Nacional no tenía asidero con lo que se veía este 6 de abril: los verdiblancos parecían haberse escondido.
A la salida de las mesas de votación encontramos unos:
— ¿Dónde están los liberacionistas?
— Nos pusimos de acuerdo en venir a votar pero no a trabajar, por la falta de recursos— explicó una.
— Eso sí, la vez pasada ganamos por garroteada y ¡vamos a volverlo a hacer sin trabajar!— añadió con seguridad su compañero.
Ahora que ya sabemos los resultados de las elecciones, podemos confirmar que ni siquiera en La Cruz esto fue así: el PAC obtuvo un 64% de los votos frente a un 35% del PLN.
La contradicción del apoyo liberacionista entre la primera y la segunda ronda se reflejó en todos los pueblos del norte. En Cañas Dulces, en una escuela donde los miembros de mesa eran solamente eran del PLN, el ML y el PUSC, Luis Guillermo Solís obtuvo un 73% de los votos. El PAC parece haber ganado poco a poco la confianza de los votantes de esas zonas y las caras de esperanza de los dirigentes en cada escuela lo reflejan.
Guanacaste alcanzó en esta segunda ronda casi un 51% de abstencionismo que se veía reflejado en los “kilómetros guanacastecos” que hay que recorrer entre un poblado y otro. A lo largo de esos caminos, al igual que en cada uno de los pueblos, signos que recordaran que el país estaba en elecciones eran casi inexistentes. Unas pocas banderas del PAC y carteles de Johnny con manchas o huecos en donde antes estaba su cara decoraban unas pocas casas en La Cruz, en Liberia, en Cañas Dulces y en Bagaces.
En los centros de votación, los liberacionistas que decidieron trabajar toparon con situaciones adversas ante la situación del comando central de su partido. Desde las camisetas improvisadas con calcomanías de “V+” y “Liberación”, hasta recolectas de arroz con pollo para dar a sus miembros de mesa.
En Bagaces, los verdiblancos lamentaban el poco movimiento de la jornada. “La primera ronda no estábamos aquí sentados, andábamos corriendo de arriba para abajo”, comentó uno de ellos. Mientras hablaba, me llamó la atención su camiseta verde con una calcomanía pegada encima: “Es que nos quedamos sin plata”, justificó. “El toldo y las banderas también son las que sobraron de la vez pasada”.
Incluso en los lugares donde el ambiente parece más alegre, como Cañas, la alegría no llega cien metros más allá del centro de votación.
Volver al Valle Central es un cambio total: carros y personas en las calles celebrando desde temprano por el triunfo de Solís, parques llenos de música y personas bailando. Si, bien, la llamada “fiesta electoral” convocó a pocas personas en todo el país, definitivamente las zonas costeras —donde las personas ni siquiera saben dónde deben votar— vivieron un día diferente.
En Bagaces le pregunté a una señora que caminaba por una acera cercana si había ido a votar y su respuesta fue la de muchos: “¿Para qué?”.