Las personas que optan por definirse con una identidad de género diferente con la que nacieron carecen de derechos básicos en Costa Rica, a diferencia de otros países de la región latinoamericana, donde los movimientos de la población trans se están consolidando.
Los derechos de las personas trans -término sombrilla que abarca a los travestis, transgéneros y transexuales-) son violentados ya que atraviesan por una cadena de marginalización que empieza dentro de sus mismas familias, ya que en la mayoría de los casos los padres y madres no pueden asumir esa circunstancia.
Un travesti es alguien que ocasionalmente viste con ropa que es codificada como del otro sexo, incluso a manera de fetiche, y que no tiene interés en modificar sus genitales. Una persona transgénero siempre se ha sentido mujer, por ejemplo, pero biológicamente nació con genitales masculinos. Estas no han modificado sus cuerpos en gran medida, pueden ponerse implantes o hacerse una operación en el rostro. En tanto, un transexual ya se ha sometido a una cirugía de reasignación de sexo.
INVISIBILIZACIÓN
Natasha Jiménez, directora del Espacio Latinoamericano de Sexualidades y Derechos Mulabi y activista trans e intersex comentó que en Costa Rica apenas se están empezando a crear grupos en pro de estas personas, en contraste con vecinos cercanos como Panamá y Nicaragua, donde el movimiento está organizado, o Argentina, que está en proceso de una ley de identidad de género, de acuerdo como cada quien se identifica.
En el país, el logro al que se ha llegado es que el reglamento de fotografía del Registro Civil se modificó el año pasado, pues ahora la persona trans puede tomarse la imagen de su cédula con su expresión de género. Anteriormente cuando acudían, eran obligados a limpiarse su cara y retirarse todos los accesorios o maquillaje que se colocaban.
Jiménez, diseñadora gráfica de profesión, mencionó que la lucha actual es por poder cambiarse el nombre en los documentos de identidad, sin necesidad de largos procesos, por los que muchas personas desisten o ni siquiera lo intentan.
Añadió que quienes deciden hacerse una cirugía, deben ir a clínicas especializadas en otros países, como España, Ecuador o Cuba, donde hasta hay centros estatales para ese cometido. La dirigente lamentó que aquí se hacen estas operaciones de forma clandestina. También hay casos de sujetos que recurren al uso de aceites y silicón industrial para modificar su cuerpo, lo que puede ocasionar problemas en su salud o hasta la muerte.
“Somos considerados ciudadanos y ciudadanas de segunda clase, objetos desde burlas hasta asesinatos. No somos personas peligrosas, sino que estamos en peligro, y no estamos pidiendo derechos adicionales ni especiales”.
Aclaró que el término trans no es una orientación sexual, sino una identidad sexual y de género, y es un eje que atraviesa todas las orientaciones sexuales (alguien trans puede identificarse como heterosexual, homosexual o bisexual).
El director del Centro de Investigación y Promoción para América Central de Derechos Humanos (CIPAC), Francisco Madrigal, manifestó que todas las poblaciones sexualmente diversas tienen problemas en común, como la nula legislación que garantice sus derechos civiles y sociales.
Recalcó que los grupos trans tienen características especiales que los hacen más vulnerables, puesto que su visibilidad los expone a la discriminación y violencia.
“Al ser transgresoras de un sistema patriarcal, y siendo más conocidas aquellas transformadas de hombre a mujer, se les cobra la ‘terrible decisión’ de renunciar al poder de lo masculino, para ‘minimizarse’ a un ser de menos ‘categoría’.
Una de las generalizaciones para dicho sector es que todos y todas son trabajadoras del sexo (aunque un porcentaje considerable se dedica a este oficio por las dificultades para tener trabajos regulares), por lo que para avanzar en esta materia, se debe anteponer la igualdad de condiciones por encima de conceptos fundamentalistas y moralistas.
“Rompo con los estereotipos asignados a una transgénero”
Mariajosé Solano es publicista y diseñadora. Con un verbo fluido y actitud abierta, comenta que está finalizando su tesis para optar por un posgrado en Comunicación en la Universidad de Costa Rica.
Cuenta que la vida de una persona transgénero es muy difícil y agresora. Lo sabe, puesto que es su caso. Mariajosé nació como Luis Fernando, y hasta en la etapa adulta se dio cuenta que tenía disforia de género, es decir, la incompatibilidad entre la arquitectura cerebral y la genitalidad. Era un niño, pero se sentía diferente, no estaba cómodo con lo que vino al mundo.
Esta asesora en comunicación de la empresa Perfiles Tecnológicos relata que su infancia y adolescencia fueron tristes. Recibió discriminación incluso de médicos, quienes sin tacto le preguntaban cuando se quebró su pierna “si era chiquito o chiquita”.
Con más de 30 años, le encontró explicación a sus sufrimientos y rechazos, y comenzó a entender que había sido víctima de una cadena de marginalización.
Así, afrontó su vida sacando a la luz la mujer que siempre fue, quebrando los estereotipos de que una mujer transgénero, como que no tiene que ser objeto sexual de nadie.
“La vida de una persona transgénero no es nada sencilla, te encajonan como si fueras un travesti o prostituta”.
La profesional resalta que ha recibido apoyo total de su familia. Es admirada por sus parientes, ha tenido una conducta estable y limpia, según sus palabras, y nunca ha sido nadie de quien avergonzarse.
Destaca que en la UCR nunca ha sufrido ningún tipo de rechazo, pero sí ha sido discriminada por las autoridades de dos universidades privadas donde era profesora, simplemente por su aspecto.
Con los miedos de su juventud hechos a un lado, explica que recibe terapia hormonal desde hace 10 años, a la vez que cuenta que pretende realizar un doctorado en el exterior.
“Me veo como la primera mujer transgénero manejando un medio de comunicación”, afirma con la seguridad que domina su voz.
“La transición no es para personas con miedos”
La socióloga australiana Raewyn Connell, pionera de los estudios sobre masculinidad, recalcó, en una conferencia que impartió el 22 de junio en la Universidad de Costa Rica, que las personas transexuales y transgéneros no son una “especie diferente”, sino que viven una contradicción de género de manera extrema o severa.
La doctora en ciencias sociales ha experimentado esta realidad, ya que es una persona trans, que nació en un cuerpo de hombre, pero cuya identidad siempre fue femenina.
Explicó que existe una visión de que estas son “malas” o “basura”, por lo que se convierten en blancos de violencia, principalmente los grupos más vulnerables, como las trabajadoras del sexo.
Otro calificativo que se les da es que están enfermas mentalmente; pero enfatizó que para someterse a un cambio de sexo se debe contar con mucha fortaleza y estabilidad emocional para salir adelante con las presiones de la sociedad.
“La transición no es para personas con miedos; deben tener condiciones mentales profundísimas, por algo está mal calificarlas como enfermas”.
La especialista ha estudiado los casos de estos grupos en su país natal y Canadá. Encontró que hay muchas personas trans en estado de pobreza y malas condiciones de salud -con alto riesgo de contagio de VIH- que son expulsadas de sus familias y consiguen trabajos casuales.
Añadió que una de las muestras de violencia en esos lugares se da en las prisiones; por ejemplo, si una mujer trans va a la cárcel, la llevan a una de hombres (puesto que nació como un varón). Algunas de estas se han encontrado asesinadas a los pocos días de ingresar a esos centros.
Por otra parte, no conoce ningún país en el que se haya evolucionado en derechos específicos para hombres transexuales (es decir, mujeres que deciden ser varones).
En general, los avances en otros lugares como Reino Unido, Austria y los países nórdicos han estado centrados en el reconocimiento de la identidad. Destacó el caso de Irán, donde se han dado esos derechos, pero porque se reconocen culturalmente como una forma para “salir” de la homosexualidad.