En una playa de Matina nadie es dueño, pero Stanley Rodríguez adquirió un terreno con 3 kilómetros de playa con el fin de atraer a protectores de tortugas pero no a turistas. Sigue allí a pesar de todo.
Cuando conocí a este protector de tortugas yo pretendía recorrer la costa del Caribe costarricense para conocer cuántos de los grupos que cuidan a estas especies continuarían o no con su labor, tras el asesinato del ambientalista Jairo Mora, el 31 de mayo en playa Moín.
Su respuesta me sorprendió e impresionó a la vez, en medio del estruendoso eco del crimen.
“Mire, permanecemos exactamente igual, si no quién va a cuidar las tortugas, sería como entregárselas a los ladrones”, respondió con voz firme Stanley Rodríguez, fundador, administrador y yo diría, “capitán” de la Estación Las Tortugas, en Matina de Limón.
Fue así como nos invitó a participar en un patrullaje nocturno en la Estación, en la Reserva Mondonguillo, cuando todavía no se disipaba el estupor del homicidio ni el miedo que casi un mes después todavía se manifestaba en los comentarios de muchos. El recorrido comenzó pasadas las 10 de la noche del 20 de junio, bajo un cielo despejado y sereno, en una lancha que nos introdujo en un entramado de canales artificiales construidos por Japdeva.
Al llegar, descalzo y demasiado arropado para una playa, el Capitán interpuso entre nosotros y las tortugas una extensa explicación llena de preocupaciones y sentimientos. Nos volvió a recordar su queja del “desgano del Gobierno para proteger a esta importante especie, de la escasez de recursos económicos con la que tienen que lidiar día a día, de la cancelación de varios grupos de voluntarios extranjeros a raíz del asesinato −y de cuyos fondos se financia el trabajo en la playa−, y las importantes recomendaciones de vestir ropa oscura para no molestar a las tortugas, y el uso “obligatorio” de zapatos, ante “el peligro de las medusas”.
Por radio recibió el mensaje que nos transmitió con cara larga, “parece que hoy no están llegando tortugas, es que la temporada de Baula está pasando”.
Igual lo intentamos, para no frustrar el objetivo después de un largo viaje desde el Caribe Sur.
Nos sorprendió saber que en los dos grupos de patrullaje que “peinaban” la playa, había tres oficiales de la Fuerza Pública de Pocora, que esa noche de manera inusual acompañaban a los ambientalistas, en coincidencia con nuestra visita.
Recorrieron la playa, sólo por esa noche, junto con los vigilantes contratados por la Estación, quienes cumplen su trabajo apenas armados con palos.
Allí preguntamos si Stamatina Skiros, conocida como “Stamie”, estaba a cargo, pero la respuesta vino de Stanley, más rápido que una ola. “No, aquí solo hay un jefe y ese soy yo. En esta Estación la disciplina es importante, espetó, pero reconoció el importante aporte de esta habitante de Grecia, como la bióloga oficial del proyecto.
Ella trabaja con la Estación desde hace 10 años, con breves interrupciones que incluyen la visita a sus padres en Atenas, a la universidad en Londres y a la búsqueda de fondos para financiar sus estudios en la playa de Matina.
Stamie confesó que “su amor por las tortugas la trajo hasta aquí y que no la ha soltado”, un amor que comparte con el joven Álvaro García, nativo de Limón centro y que desde hace 16 años trabaja en el cuido de las tortugas en esta zona.
Ellos, así como dos españolas más, nos llevaron a la playa, a la una de la madrugada, y nos regalaron la experiencia de presenciar el nacimiento de cinco tortugas, a las cuales midieron, pesaron y nos permitieron colocar en el mar.
Mi emoción también la compartió Lucrecia Fernández, la policía que nos acompañó. Con cariño y delicadeza ella se puso los guantes y llevó a una tortuguita a su primer baño de espuma, en la playa donde algún día debería regresar a poner sus huevos, si los humanos la protegen. Una vez más recordé el anhelo de quienes conocí esa noche. “Ojalá en la zona haya más presencia del Gobierno para que podamos cuidar a las tortugas con paz y seguridad”.