“El periódico más libre” cumple 45 años de información alternativa

Semanario UNIVERSIDAD festeja más de 2100 ediciones de informar a los costarricenses.

La historia comienza con una mesa redonda y un libro de economía política. Es el último miércoles del mes de mayo de 1967. En la Facultad de Ciencias y Letras de la Universidad de Costa Rica, un grupo de profesores alista sus discursos y espera a la audiencia.

Hablarán de marxismo y discutirán extractos de El Capital en medio de un país nervioso por las discusiones ideológicas, dirigido por un presidente de apellido Trejos, que asegura que su nación es enemiga del comunismo.

Habría sido otra mesa más de discusión para Luis Orlando Corrales, Vladimir de la Cruz, Juan Antillón y Roig Mena, de no ser por la reacción de los tabloides ante el singular evento. La escuela de Estudios Generales recién acaba de liberalizar sus ciclos de enseñanza y la tinta baña los periódicos para cuestionar la libertad de cátedra.

“Lucharé desde el primer momento en que crea que el comunismo trata de infiltrarse en el alma máter, bajo cualquier disfraz o subterfugio”, dice el columnista Germán Sáenz.

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«Nos alarma que un falso concepto y aplicación de la autonomía se permita para que los partidos de extrema izquierda se valgan de las mesas redondas que se celebran en la Universidad», agrega el derechista Movimiento Costa Rica Libre en las retículas imaginarias de junio del periódico La Nación.

Eran otros tiempos. Por aquel entonces Costa Rica tenía poco más de dos millones de habitantes y el escudo en el pabellón nacional recién estrenaba una séptima estrella. All you need is love –de Los Beatles− suena por vez primera en las radioemisoras. Somoza Debayle acaba de llegar a la silla presidencial en Nicaragua. Y el fantasma del comunismo estremece los titulares y las conversaciones vespertinas de los parques.

LA SEMILLA

Por eso, no era de extrañar que las críticas llovieran sobre la Universidad. Las columnas y los campos pagados de los periódicos afilaban una a una sus preguntas y condenas, enfrentando las palabras de dos bandos durante semanas de intensas discusiones, pero también de generación de anticuerpos que fortalecieron la autonomía de la UCR.

“Fue un momento donde se cuestionaba, en el resto de la prensa, la existencia de la libertad de cátedra”, recuerda Ana Incer, quien fuera jefa de Redacción del Semanario UNIVERSIDAD por más de dos décadas

“Había una polarización que ahora tal vez no existe tanto. Cuando los profesores empezaron a explicar por qué ellos consideraban que debían respetarse todas las doctrinas y enseñar así a los alumnos, fue cuando se toparon con que la prensa no les daba cabida. Esa fue la situación particular que hizo que germinara la idea de tener un medio de la Universidad para expresar ideas”, añade.

Tan solo dos meses después de la fustigada mesa redonda, la UCR convocó a una asamblea sabatina para defender la libertad de cátedra y su autonomía. Allí figuras como Isaac Felipe Azofeifa, Manuel Formoso, Rafael Ogregón Loría, Constantino Láscaris y Daniel Gallegos presentaron una moción para crear un periódico que permitiera ofrecer la visión de la Universidad acerca de la libertad de expresión y cátedra.

“La búsqueda de la verdad tiene que ser un solo propósito. La verdad solo vive en un ambiente libre de examen, lo otro es el dogma”, dice el pronunciamiento de la época. “Ambiente de libertad intelectual sin restricciones: ese es el ámbito de la Universidad. Todo intento de coacción de esa libertad, aunque sea en nombre de la democracia y la libertad, nos hará caer tarde o temprano en una dictadura. El miedo a la libertad es el mejor consejero de las peores opresiones”, cerraba la declaración que, para sana irritación de sus enemigos, recomendaba la intensificación de las mesas redondas sobre los problemas palpitantes de la democracia costarricense y la creación de un periódico universitario.

Fue, eso sí, una gestación de más de tres años. Las limitaciones presupuestarias y las discusiones sobre el rumbo del periódico retrasaron su lanzamiento hasta finales de setiembre de 1970.

Lo nombraron “UNIVERSIDAD” −aun en contra del criterio de su primer director, quien consideró preferible “El Girasol”, entre la lista de 280 sugerencias disponibles− y lo enviaron a recorrer las aulas y las calles bajo el grito de estudiantes pregoneros que repetían a viva voz “La U…  La U…”.

Para aquel entonces costaba una peseta (es decir, 25 céntimos o un cuarto de colón), tenía apenas 16 páginas y los rostros de los candidatos a la Rectoría saludaban en blanco y negro a los lectores de la primera portada del Semanario UNIVERSIDAD.

EL LABORATORIO

Cada director de UNIVERSIDAD ha impregnado un acento distinto al periódico durante casi medio siglo de trabajo. Pero, quizás, su mayor transformación identitaria ocurrió a tan solo dos años (64 ediciones) del nacimiento del medio.

En portada, en mayúsculas y negritas, La U destacaba “Nos vamos” y el equipo del director Manuel Formoso se quejaba de que el Consejo Universitario pasara la administración del periódico a manos de la incipiente Escuela de Periodismo, fundada en marzo de 1968, y dejara de estar coordinada por académicos y artistas de la época.

Vinieron entonces los primeros jóvenes dispuestos a afilar sus armas para convertirse en profesionales.

“Las luchas de la Escuela de Periodismo van totalmente paralelas con las luchas del periódico  UNIVERSIDAD y con las luchas del Colegio de Periodistas. En ese  momento auspiciamos una tesis de periodismo universitario: queríamos que el periodismo en Costa Rica fuese hecho por universitarios graduados, no empíricos”, recuerda Carlos Morales, quien dirigió el Semanario por un poco más de 20 años.

Es con la dirección de Alfredo Povedano y Mario Zeledón que las primeras generaciones de la Escuela de Periodismo empezaron a trabajar en el Semanario UNIVERSIDAD.

Periodistas como Patricia León, Guillermo Fernández, Eduardo Ulibarri, Isabel Ovares, Mario Segura y Pilar Cisneros dieron sus primeros pasos en la redacción de un periódico cuya estructura no se encontraba bien definida aún.

“Era un trabajo bastante intenso, a veces un poquito caótico incluso, pero yo diría que todos los que trabajamos ahí lo hicimos con gran intensidad. Fue un desafío muy interesante; los que estuvimos ahí aprendimos mucho”, relata Eduardo Ulibarri, quien fue estudiante y jefe de Redacción de UNIVERSIDAD en 1972 y 1973.

Las dos décadas posteriores, timoneadas por Carlos Morales, vendrían a fraguar  uno de los valores más importantes del Semanario: no solo ser espacio de libertad, sino también semillero.

“En ese periodo, hicimos cualquier cantidad de epopeyas periodísticas de la mejor calidad.

Premios nacionales, logramos cualquier cantidad de conquistas. En grupo, por supuesto. Yo era el líder de un grupo muy lindo de jóvenes y ellos me tenían mucho aprecio, mucho respeto; caminábamos como bloque, como colectivo y conquistábamos todo lo que queríamos”, rememora.

“EL PERIÓDICO MÁS LIBRE”

Han pasado más de 2.000 ediciones desde que la Asamblea Universitaria proclamó la creación del periódico “más libre del país”, como también le llamaría el rector Carlos Monge. Quizás es, junto a su independencia, su valor más importante.

“¿Qué significaba el periódico más libre?”, pregunta Morales. “Bueno, significaba un periódico sin ataduras, un periódico donde se  pudiera decir todo lo que se quisiera decir, donde hubiese libertad y donde hubiese una apertura total. Eso no había en el país y así nació UNIVERSIDAD, con  ese espíritu”, sostiene.

“Y debe ser así”, agrega Laura Martínez, también exdirectora. “No debe estar casado sino con sus ideales de libertad, sin cortapisas. No sé cómo el Semanario a veces logra superar eso, pero es lo más importante: tiene un grupo de periodistas que sabe que tiene que actuar independientemente”, agrega la directora del medio entre el 2003 y el 2012.

“Ese es un modelo que enriquece el ejercicio de la libertad de expresión en el país; es un modelo en donde el medio de comunicación no tiene, dichosamente, las presiones de subsistencia económica de cualquier otro medio, pero, a la vez, es absolutamente independiente de quienes tienen la autoridad y el control en la Universidad de Costa Rica”, explica Mauricio Herrera, exdirector.

“Desde el principio, el ánimo de los que escriben en sus páginas exige que la palabra libertad deje de ser una bonita palabra, y se haga un vehículo de denuncia por la justicia y la verdad en nombre de los inalienables intereses de la cultura”, enfatiza la voz de Isaac Felipe Azofeifa en el prólogo del libro “¡…Y no los dejen respirar!”, escrito por Morales.

 

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