Era 1852. Llegaba a Puntarenas un nuevo cargamento de granos de oro, transportado en carreta desde San José por la calzada empedrada del Camino Nacional; en aquel entonces principal puerto del país: puerta a los barcos que transitaban por el Cono Sur para llegar a los mercados europeos
Puntarenas lucía muy diferente de como se ve por estos días: un pequeño pueblo de poco más de mil habitantes, sin su característico muelle y sin Paseo de los Turistas. Un puerto enfrentado a un rápido crecimiento urbano y demográfico impulsado por el comercio cafetalero y la actividad pesquera.
La ciudad necesitaba un hospital que atendiera tanto a sus habitantes como a los arrieros y carreteros que venían del interior del país. El primer centro médico de la localidad, el Hospital San Rafael (hoy Clínica San Rafael), se construyó en ese mismo año, durante el gobierno de Juan Rafael Mora Porras.
Ese mismo hospital jugó un papel importantísimo al atender a muchos de los heridos de guerra de la Campaña Nacional. Hoy, Puntarenas necesita un nuevo hospital que sustituya al actual Monseñor Sanabria, afectado por el terremoto de Nicoya del 2012.
Aparte del centro médico, las condiciones sanitarias eran muy básicas: no existía cañería, el agua se tomaba para todos los usos de una acequia, o atarjea, distribuida por la ciudad y solo algunas casas contaban con pozo.
Un año después, en 1853, se presentó en Puntarenas un caso de fiebre amarilla que se volvería recurrente en la zona y en el resto del país. Eran comunes epidemias de otras enfermedades como el sarampión o malaria. Esta última, por ejemplo, no ha sido erradicada totalmente en Costa Rica: en el 2013, el Ministerio de Salud reportó cinco casos en suelo nacional.
Ya a finales de 1854, Puntarenas fue tomando popularidad como lugar para vacacionar y afloraron las quintas particulares de familias, además de las casetas de baño. Uno de los puntos más populares es donde hoy se encuentra el Paseo de los Turistas. Además, los arreglos que se realizaron ese año en la carretera hacia el puerto contribuyeron con esta condición.
Así transcurría la vida en la pequeña y tranquila Puntarenas, lugar de paso del ejército costarricense que venía desde la capital con destino a Moracia (hoy Guanacaste) para combatir contra los filibusteros. Una página gloriosa en la historia nacional que iba a concluir con el fusilamiento de Juan Rafael Mora Porras en el lugar llamado “Los Jobos”, hoy, el parque Mora y Cañas.