Encuestas Juego de dardos en un blanco móvil

Las encuestas de opinión política se mantienen en el ojo de la tormenta de los procesos electorales.
Estadísticos y empresarios opinan sobre el

Las encuestas de opinión política se mantienen en el ojo de la tormenta de los procesos electorales.

Estadísticos y empresarios opinan sobre el papel que juegan las encuestas y su importancia en las etapas previas a los comicios.

Jhonny Madrigal Pana, Estadístico UCR.

Para muchos sectores, las encuestas políticas se han convertido en los últimos años en una especie de polémicos «oráculos» electorales, de los cuales salen resultados que a veces aciertan y en otras dejan muy mal paradas a las empresas, que con sus técnicas intentan sacar verdades de ese «blanco móvil» en que se convierte la cambiante opinión de los ciudadanos.

Aceptadas con regocijo por los partidos políticos que se favorecen con los resultados y vilipendiadas por los que salen con números negativos, las encuestas representan para las agrupaciones políticas y los votantes, el termómetro que indica el calor o el frío electoral.

Las más recientes de la firma UNIMER para el diario La Nación, han provocado airados cuestionamientos por parte de la dirigencia del Partido Liberación Nacional (PLN), al arrojar resultados que no calzan dentro de sus expectativas electorales.

Cabe recordar que una de las mediciones que melló la credibilidad de las empresas dedicadas a esta labor, fue la realizada por CID-Gallup el día de las elecciones de 1998, cuando a media tarde algunos medios de comunicación dieron a conocer que el hoy presidente Miguel Angel Rodríguez, aventajaba a su inmediato rival José Miguel Corrales (PLN) por un 10%, y al final la diferencia fue del 2%.

Pero, más que un termómetro que da la temperatura exacta, las encuestas proporcionan tendencias y aproximaciones a lo que en determinado momento piensan los ciudadanos, aseguraron Zoila Rosa Cubero, exdirectora de la Escuela de Estadística de la Universidad de Costa Rica (UCR) y Johnny Madrigal, profesor de esa unidad académica; así como el sociólogo Víctor Borge, presidente de la firma «Borge y Asociados».

Ellos abogaron por la necesidad de contar con estos instrumentos de medición, los cuales ayudan a la ciudadanía a conocer cuál es el panorama electoral y a los partidos a fortalecer o reorientar sus campañas.

También coincidieron en que es inconveniente divulgar antes del cierre de las urnas electorales, los resultados de las encuestas de salida, las  cuales son realizadas el mismo día de las votaciones.

 

Víctor Borge, presidente Borge y Asociados.

Borge, Cubero y Madrigal, en entrevistas con UNIVERSIDAD, se refirieron al papel que juegan las encuestas en los procesos electorales, a las posibilidades de manipulación, los eventuales defectos y la veracidad de sus resultados.

Convergieron además en que estas mediciones se realizan con base en técnicas y métodos de investigación en los que aplican ciencias exactas -como la matemática- y sociales.

QUERIDAS Y ODIADAS

El protagonismo de las encuestas en los procesos electorales no es algo reciente, ya que desde hace varias décadas forman parte de estos y en el futuro aumentarán sus importancia conforme se perfeccionen las técnicas de medición. Lo que sí no cambiará es su papel de instrumento, querido por unos y odiados por otros.

En este sentido, Borge tiene una visión pragmática de los efectos que provocan los resultados de estas mediciones, cuando afirma que la credibilidad que el público les atribuye depende de si estas favorecen o no su afinidad política. En otras palabras…todo es según el color del cristal con que se mira.

Independientemente de las simpatías o antipatías que provoquen, Madrigal, Cubero y Borge, defendieron la necesidad de contar  con ellas en los procesos eleccionarios.

Consideran que su principal destinatario son los partidos políticos, los cuales se nutren de los resultados para conocer el rumbo de su grupo y las fallas o fortalezas en su campaña. Una rectificación a tiempo puede trocar la eventual derrota en triunfo.

«Las encuestas no se hacen para predecir los resultados de una elección, sino  para cambiarlos», aseveró Borge. Mientras tanto, Madrigal destacó la importancia que tienen para los partidos, al estar en juego el monto que recibirían por concepto de pago por deuda política.

Respecto al beneficio para los ciudadanos, los profesionales defendieron el derecho de los electores a contar con este tipo de información, como parte de un sistema democrático que brinda derecho a estar bien informados. La encuesta es solo un instrumento, que como tal, puede ser utilizada bien o mal, comentó Madrigal.

Aparte de estos usuarios, Borge sumó a los medios de comunicación, con una lógica diferente. Para estos, la encuesta es una noticia más, ya que muchas personas se interesan en los números y a la prensa le interesa ampliar su oferta noticiosa.

Las encuestas encargadas por los medios de comunicación son más livianas y espectaculares, llenas de curiosidades, mientras que las de los partidos son más profundas y de mayor seguimiento, puntualizó.

METODOLOGÍAS Y DUDAS

En torno a la seriedad profesional de las empresas encuestadoras, ninguno de los entrevistados puso en duda el trabajo de estas, aunque no conozcan a fondo los pormenores de la metodología que utilizan. Esto al parecer, es un secreto que dichas compañías guardan con celo.

Sobre este tema, Cubero recordó que previo a las elecciones pasadas, el Tribunal Supremo de Elecciones intentó evaluar y «certificar» la calidad de estas empresas y para ello le solicitó a la Escuela de Estadística que se hiciera cargo de esta labor. Sin embargo, las firmas rechazaron la idea -excepto UNIMER- y alegaron que el órgano electoral no tenía potestad para hacerlo.

Según Madrigal y Cubero, los datos metodológicos que manejan son los que se dan a conocer cuando las encuestas son divulgadas por los medios, como tamaño de la muestra, margen de error y otros.

Conocer estos detalles son importantes, porque al descartarse que haya manipulación voluntaria, se pueden detectar sesgos y errores achacables a la metodología aplicada.

Las encuestadoras, si bien desarrollan un trabajo que se ajusta a parámetros de calidad aceptable, pueden presentar yerros o defectos que inciden en los resultados  finales.

De acuerdo con los especialistas, pueden influir en los resultados aspectos como el orden de las preguntas, si se mencionan o no los nombres de candidatos y el orden, el tamaño de la muestra, si hay suficiente supervisión en el trabajo de campo, la capacitación del personal, errores en la digitación, si la encuesta es telefónica o de campo, y si se toman en cuenta todos los entrevistados o solo los que piensan votar.

Madrigal puso como ejemplo la última encuesta de UNIMER, en la cual la proporción de entrevistados con educación universitaria era superior al promedio nacional. «Ese es un sesgo, pero fácil de corregir y el impacto sobre la estimación de las preferencias por los candidatos influye poco».

También se refirió a las encuestas que hace la CID, en la cual una porción es telefónica y otra de campo. Hay una fuente de sesgo al pertenecer los interrogados por teléfono a un estrato socioeconómico más alto. Lo otro es cómo se juntan estas muestras en una sola estimación para producir un resultado total, agregó.

En su opinión, las manipulaciones quedan desvirtuadas, al estar en juego el prestigio de cada empresa. «Nuestro principal activo es la credibilidad», enfatizó el empresario Borge, aunque también admitió que si existiera la intención de hacerlo, resultaría muy fácil.

El manoseo de los resultados se puede lograr al inventar cuestionarios, dar direcciones falsas, inventar nombres, registrar datos incorrectos o falsos, selección de una muestra cuyas intenciones se prevén. La acción la pueden cometer los entrevistadores, los digitadores, o quienes tabulan o interpretan la información.

DIFERENCIAS E INFLUENCIAS

Por otro lado, no se puede dejar de lado el factor humano con el deben lidiar las empresas y que es quizás el principal causante de que los resultados después resulten poco creíbles para los usuarios.

«Se trabaja con un factor humano, o sea, muy difícil de predecir. Algunos votantes están indecisos y esto hace que en algunos  momentos las encuestas puedan variar», argumentó Cubero.

Zoila Rosa Cubero, exdirectora Escuela de Estadística, UCR.

Tampoco se puede eludir la reticencia que muestran muchas personas a contestar encuestas; y si lo hacen no hay garantía de que respondan con la verdad.

Estos factores, más los antes señalados, para Cubero y Madrigal pueden ser la explicación de que en las recientes encuestas se proporcionen porcentajes diferentes.

El estadístico explicó que si todas estas variables fueran iguales para todas las empresas, no debería haber diferencias en los resultados. A pesar de las diferencias (en las encuestas divulgadas), los resultados permiten hacer comparaciones que confirman ciertas tendencias del electorado, aunque los datos no acierten totalmente.

Acerca de la discusión de si influyen o no en los electores los resultados de las encuestas, hay consenso en que esto es difícil de determinar, aunque tampoco se puede desechar que algunas personas se dejen persuadir por las encuestas.

Otro asunto que despierta polémica, son las encuestas de salida de las urnas, de las cuales existe el antecedente de la elección anterior.

En aquel entonces, con el recuento de los electores de apenas 47 mesas de votación -de un total de más de 6.000-, la empresa CID-Gallup informó a media tarde a la prensa que Miguel Angel Rodríguez aventajaba a José Miguel Corrales por un 10% y éste último aceptó por eso la derrota cuando apenas comenzaba el conteo de votos. Pero al final la diferencia con que perdió solo fue del 2%.

Tanto Borge, como Cubero y Madrigal, consideran inconveniente la divulgación de este tipo de encuesta antes de que se cierren las urnas, pues alteran el ritmo de las elecciones y pueden confundir a los votantes, aunque nadie puede predecir cuál será la reacción que tendrán al enterarse de esos datos.

Los resultados que arrojen las elecciones de este 3 de febrero, permitirán de alguna manera evaluar los números que proporcionaron las empresas en sus encuestas previas y como premio recibirán una mayor credibilidad.

Si no aciertan, quedará por ver si al menos las tendencias se mantuvieron. En caso contrario, pueden aducir que el factor humano es imposible de predecir.

CREER O NO CREER

¿Están en crisis las encuestas?, ¿es preciso desecharlas como método científico para detectar el estado de opinión de la población?, ¿se puede creer en ellas?

Consideradas por algunos como una especie de magia, astrología y hasta como una predicción, las encuestas asumen cada vez un papel más protagónico en todo el mundo.

Los partidos políticos invierten muchos millones de dinero en ellas y con el inicio de la campaña electoral, los medios de comunicación ponen  en marcha el carrusel  de encuestas, para saber qué pasará el día de las elecciones.

En algunos casos, los porcentajes predichos coinciden plenamente con la realidad que se refleja en las elecciones, como el caso de la encuesta realizada por Borge y Asociados en Nicaragua en las elecciones del 2001. Sin embargo, en otras oportunidades los resultados de las encuestas discrepan mucho de la realidad.

En España, por ejemplo, las encuestas electorales de 1996 y de 2000 fallaron significativamente. En ninguno de los dos casos los sondeos acertaron al interpretar los movimientos electorales y no pudieron atribuir de manera correcta la distribución de los indecisos.

En 1996, la diferencia final entre los dos partidos fue de 1% y los institutos habían previsto un 10% de media; en cambio, en el 2000 los institutos no se atrevieron a fijar un porcentaje demasiado alto entre los dos partidos debido a la experiencia anterior y difundieron un promedio del 4% de diferencia; pero luego el Partido Popular obtuvo finalmente 10 puntos de ventaja y la mayoría absoluta.

Algo similar ocurrió en Costa Rica en las elecciones anteriores, cuando los datos difundidos por CID-Gallup a las 4:30 p.m. por Telenoticias, causaron revuelo al pronosticar una diferencia de 10 puntos entre el primero y segundo lugar, cuando en realidad fueron 2 puntos en los resultados finales.

Las encuestas siempre han sido descalificadas por los políticos y otras personas cuando no los favorecen, a pesar de que son cada vez más confiables y aceptadas, y sus mismos detractores las esperan con ansiedad para hacer sus estrategias y escribir sus informes y comentarios.

Según Víctor Borge, hacer y divulgar encuestas es parte de la libertad de expresión e información y detener la difusión es una tarea difícil.

El consejo de Gabriel Colomé, investigador y profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Barcelona -España-, es que quien quiera conocer una encuesta, debe analizar primero la ficha técnica para verificar su representatividad.

«Las encuestas, si están bien hechas, no se equivocan (…) El problema más frecuente estriba en la interpretación del punto: no sabe/no contesta, y su atribución al voto directo».

Para este politólogo, cuando se afine más el manejo de los «abstencionistas», las encuestas volverán a situarse en la línea de interpretación que le corresponde y recuperarán más credibilidad.

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