La supuesta ingobernabilidad del país es un mito que sirve a las autoridades que no saben o no quieren gobernar. Lo que se necesita es elegir en el gobierno a personas con determinación de hacer las cosas que hay que hacer. Esta es una de las tesis centrales que desarrolló Alex Solís Fallas, exdiputado y excontralor general de la República, en su más reciente libro “Apuntes para gobernar bien”, publicado por Uruk Editores.
Docente, doctor en derecho con especialidad en derecho constitucional y derecho público, Solís lleva tiempo reflexionando sobre el Estado, la Constitución y la política costarricense, lo que ha plasmado en una decena de libros como El control político y el control jurisdiccional, La dimensión política de la justicia constitucional, Reyes sin corona, Yo soy la autoridad política superior, y Política del miedo y desencanto ciudadano, algunos bastante polémicos.
En declaraciones para el Semanario a propósito de su nueva obra, el autor combate la afirmación de que Costa Rica es ingobernable, idea que han venido propalando los últimos gobernantes.
Don Alex, ¿adónde apunta su nuevo libro?
-El libro se titula Apuntes para gobernar bien, en él me le meto al tema de la ingobernabilidad y digo que eso es un mito y un pretexto para no hacer bien las cosas.
-Es de suponer que nace de una preocupación que tiene usted en ese sentido…
-Sí, me parece que es de un sentimiento generalizado que existe en el pueblo costarricense, en el sentido de que no sabemos para dónde vamos. Los gobiernos no están haciendo bien las cosas y eso nos desconcierta, nos coloca en situación de incredulidad, e inclusive de indignación, y creo que hay que generar un gran diálogo nacional para que todos juntos encontremos la salida a este país.
¿Algún otro motivo?
-Otra motivación es combatir la oficialización del discurso que asegura que Costa Rica es ingobernable. La presidenta lo dice a cada rato, y eso me parece que es un pretexto para justificar la falta de voluntad política, o la incapacidad para acometer con valentía e inteligencia los problemas nacionales.
Yo digo en el libro que no comprendo, ni remotamente, cómo una persona que ha dedicado su vida a la política, ha recorrido el país y ha invertido millones de colones en campañas electorales para ser presidente de la República, que una vez en el poder, sin sonrojarse siquiera, diga que el país es ingobernable.
Muchas personas hacen lo mismo: se conforman con llegar al puesto, personas que no quieren o no saben gobernar, y que por dignidad personal deberían renunciar, o mejor aun, nosotros pedirles la renuncia.
¿Esa es la central del libro?
-Esa sería una idea, y la otra es que los mecanismos de control que nuestro estado de derecho tiene dispuestos para garantizar el buen uso de los recursos públicos y la eficiencia en la administración pública no están funcionando. Me refiero concretamente a los propios administradores, a las auditorías internas y a la Contraloría General de la República.
¿Dónde han estado esos mecanismos de control mientras al país se lo han estado robando en pedazos? ¿Qué hacen, por qué siempre la prensa va adelante en el descubrimiento de los hechos que comprometen el patrimonio público, es decir, los hechos relacionados con corrupción?
La otra cosa que digo es que el gran problema de Costa Rica es político, es de actitud. Por un lado, de gobernantes que no sirven, y hago la comparación de lo que se hace en EE.UU. Mientras el presidente de EE.UU dice “yes, we can” (sí podemos), los nuestros dicen “no podemos”. Pero los ciudadanos también somos corresponsables de lo que está pasando en el país, por nuestro silencio, y porque un gobierno o un Estado son tan buenos o tan mediocres como permitimos los ciudadanos.
Pero lo que se dice es que en el país hay demasiadas leyes, una maraña de instituciones, controles y trámites que lo paralizan todo e impiden gobernar.
-Correcto, pero eso no hace el país ingobernable. Un país ingobernable es un país donde las autoridades y los poderes públicos han perdido legitimidad porque no son obedecidos por los ciudadanos. Un país ingobernable es uno donde hay conflictos dentro de sociedad civil, confrontaciones, huelgas y paros casi permanentes, o estados de guerra civil. Y también un país es ingobernable cuando a raíz de todos estos conflictos, es decir, porque los poderes públicos han perdido legitimidad y la sociedad civil está en un situación de permanente conflicto, entonces la empresa privada no puede trabajar, porque no encuentra la paz y la seguridad jurídica que requiere y, en consecuencia, ese país pierde legitimación o reconocimiento en la comunidad internacional.
Ese no es el caso de Costa Rica…
-Esos signos no se dan en Costa Rica. Es cierto que hay problemas, es cierto que todos criticamos la ineficiencia, pero no por eso somos ingobernables. Precisamente para eso se nombra al presidente de la República, a los ministros y a quienes gobiernan para que resuelvan esos problemas que son de naturaleza cotidiana.
Yo hago la comparación con cualquier costarricense al que se le rompe en la casa una cañería, o se le descompone la electricidad o se rompe un tubo. Ahí el costarricense tiene la alternativa: o se sienta a llorar y dice que su casa es ingobernable, entiéndase inhabitable, o resuelve los problemas. Y aquí lo que está pasando es que por decir que somos ingobernables no se está haciendo nada. Lo dice la presidenta y entonces juega a no gobernar, como un equipo de futbol que dice que es imposible ganarle a Brasil y entonces juega a perder.
Es un discurso que se contagia, se calca por toda la administración pública y eso los tiene paralizados y congelados. Lo que se necesita es una actitud radicalmente diferente por parte de los gobernantes, para que se resuelvan a gobernar, y por parte de los ciudadanos para exigir a quienes gobiernan lo que ordena el sistema democrático constitucional.
¿Habría que empezar entonces por elegir a alguien que tenga realmente capacidad y disposición de gobernar?
-Claro, alguien con deseos de resolver los problemas nacionales y que no se tape con la cobija de la ingobernabilidad, que es un pretexto para no hacer nada.
Pero, ¿no es verdad que el país está enredado con muchas leyes que a veces son contradictorias, con una cantidad de instituciones y autoridades sin funciones claras o que se entorpecen unas a otras, no es eso parte de la realidad?
-Sí, el país tiene problemas. La Caja Costarricense de Seguro Social no presta el servicio como quisiéramos los costarricenses, el Poder Judicial no resuelve de manera pronta y cumplida como exige la Constitución Política, la Asamblea Legislativa es más lenta de lo que todos querríamos, y el Poder Ejecutivo no está encarando los problemas que le corresponden y utiliza como pretexto eso, que es cierto, hay muchas leyes que duplican funciones, hay una maraña jurídica, pero mi tesis es que eso no nos convierte en un país ingobernable.
¿Cómo no?
-Precisamente se nombra a un presidente para que resuelva este tipo de conflictos. Me parece que la presidenta antes de ponerse a llorar y decir que el país es ingobernable debió desde el inicio de su Gobierno haber hecho algo para eliminar esa maraña jurídica, para racionalizar el tamaño del Estado, haciendo que solo una institución cumpla, por ejemplo, funciones de bienestar general. Pero no, no se resuelven los problemas. Y no se debe a esa maraña jurídica, por ejemplo, que el Gobierno no haya tenido capacidad de solucionar el problema del puente de la platina, tampoco se debe a la maraña jurídica la lentitud de la CCSS o que el Consejo Nacional de Vialidad no haya diseñado la baranda y la acera de un puente. Eso pasa más por la torpeza humana que por un problema de tipo institucional.
¿Y la solución, cuál sería?
-En mi libro sugiero más de 30 acciones concretas, entre otras, la de reformar el Estado para que sea más ágil, pero si no cambiamos el discurso de la ingobernabilidad, podemos hacer 30.000 reformas al ordenamiento jurídico que nada va a pasar.
El principal problema de nuestro país, insisto, es de actitud. Nosotros no podemos ni arreglar un hueco o unas platinas en una carretera y eso se debe a falta de actitud, se debe a que el presidente vive metido en Zapote y solo sale de ahí para cortar cintas, y los ministros en consecuencia viven metidos en sus despachos. Tienen que salir.
El día que el director de un hospital visite todos los departamentos de su hospital para determinar si los médicos llegan a tiempo, para ver si están trabajando con voluntad e intención de hacer bien las cosas, los hospitales van a cambiar. Pero no son las leyes las que cambian la conducta de un ser humano, es el ser humano el que cambia la situación del país.