Además de ser una importante fuente de divisas para el país, la producción de helechos se orienta hacia prácticas agrícolas que respeten más el entorno natural y así alcanzar certificaciones ambientales que lo comprueben.
Los helechos «hoja de cuero» salen en unos 2.700 contenedores que son exportados cada año por el puerto de Limón, y su venta genera más de $52 millones.
Acusados en años anteriores por contaminar fuentes de agua, un considerable número de productores de helechos promueve ahora cultivos más amigables con el ambiente, dentro de un programa que es certificado por un organismo especializado en este tipo de regulaciones.
El sector helechero costarricense ocupa el primer lugar del mundo como exportador de la variedad llamado «hoja de cuero», de la cual vendieron el año pasado más de $52 millones.
Ya sea por obligación o convicción, los empresarios que cultivan esta hoja, iniciaron un proceso para obtener la certificación de que sus fincas producen dentro de un esquema armonioso con el ambiente y con sus trabajadores.
De acuerdo con el gerente general del grupo Floreal S.A. -Christian Steinvorth-, cerca del 70% de las fincas se encuentra en algún tipo de certificación ambiental, que las obliga a cumplir con estándares internacionales en este campo y en el social.
El empresario informó que están agrupados en la Asociación de Productores y Exportadores de Helechos de Costa Rica (ACOPEHEL), que cobija a 42 fincas, 15 de ellas exportadoras; en conjunto, tienen una extensión de aproximadamente 1.650 hectáreas.
Steinvorth detalló que el 88% de la producción va hacia países europeos: Alemania (37%), Holanda (29%), Francia (11%) e Inglaterra (5%). Otros destinos son: Estados Unidos (7%) y Japón (4%).
Respecto a la certificación, esta es otorgada por la Red de Agricultura Conservacionista, cuyo sello «ECO-OK» es el que distingue a los productos con garantía de producción amigable ambientalmente.
La Red es una coalición de organismos ambientales independientes, que están abocados a la certificación de plantaciones agrícolas que cumplan con una serie de requisitos en favor del entorno natural y social.
Este programa de certificación es manejado en Costa Rica por Rainforest Alliance, organismo con sede en Nueva York -Estados Unidos- y con oficina en Moravia, San José.
Funcionarios del grupo Floreal S.A., en compañía de especialistas de ECO-OK, mostraron recientemente a periodistas la forma en que son manejadas sus fincas, con prácticas tendientes a ser lo menos contaminantes y a ubicarse en un creciente mercado comprometido con el ambiente.
AGRICULTURA SOSTENIBLE
Para ser acreedores de la certificación ECO-OK, los productores interesados deben guiarse por nueve principios basados en el ideal de una agricultura sostenible, explicó Alejandro Álvarez, uno de los auditores del mencionado sello.
Estos principios son: protección de ecosistemas naturales, conservación de la vida silvestre, condiciones laborales apropiadas para los trabajadores, buenas relaciones con la comunidad y manejo integrado de plagas.
También se tiene como meta conservar los recursos hídricos, mantener la productividad de los suelos, manejo integrado de desechos, y planificación ambiental y monitoreo.
Diego Berrocal, gerente de producción de Floreal, aseguró que han promovido estos nueve principios en sus fincas. Mientras tanto, Álvarez precisó que para alcanzar la certificación, en cada área de cultivo se debe cumplir con al menos el 80% de esos principios.
Floreal posee 26 fincas, de las que 6 han recibido la certificación ECO-OK y otras están en proceso; la mayoría se ubican en la provincia de Alajuela y algunas en Heredia y Cartago.
Aunque el pago por los servicios profesionales de los certificadores les ha costado en promedio $2.500, Berrocal dijo que su grupo empresarial ha invertido entre $60.000 y $70.000, en capacitación y cambios en la infraestructura de producción.
Al consultársele a Álvarez si la certificación implicaba eliminar los agroquímicos, comentó que es difícil lograr esto sin que la actividad deje de ser rentable. Sin embargo, la meta es reducirlos progresivamente y encaminarse en todas las partes del proceso productivo, hacia prácticas más armónicas con el ambiente y el personal que participa en la actividad.