Infancia bajo candado y dolor

Rosalía Gil, del PANI. La violencia contra la niñez y los nombres de niños y niñas que continúan desaparecidos, martillean con dolor a la

Rosalía Gil, del PANI.

La violencia contra la niñez y los nombres de niños y niñas que continúan desaparecidos, martillean con dolor a la sociedad costarricense; pero frente a esto surgen cuestionamientos y opiniones sobre cómo abordar este tema en un país en el cual un 42% de la población es de niños y adolescentes.

Después de la indignación suscitada ante el reciente asesinato de Kattia Vanesa González, de ocho años, ha surgido una crítica  masiva hacia las penas leves para quienes sustraen, abusan o matan a menores de edad; pero también un clima de inquietud por la respuesta exagerada de sobreproteger a los niños y niñas de todo y contra todo, que amenaza con causar alarma desmedida en el ánimo general.

Diversos estudios, por ejemplo, confirman que los agresores sexuales son usualmente conocidos por la persona menor y, según cifras oficiales, en más de un 90% de los casos el abuso (físico, psicológico o sexual) es cometido por un familiar. Asimismo, llama la atención el impacto que puede tener en las personas menores crecer en una realidad donde se convierten en cuasi prisioneros, se les inculca temor y desconfianza hacia todo lo externo.

Para esto se consultó a especialistas en el tema y como señaló una de ellas, si bien no existe una solución satisfactoria, y hay un consenso en que el endurecimiento de las penas no es suficiente, sería positivo generar un debate  profundo. Este debería  cuestionar el papel que juegan las instituciones responsables, las políticas de distribución de recursos públicos para este tipo de problemas sociales y el control sobre el uso que se les da.

En medio de este ambiente surgen fuertes voces que claman por cadena perpetua para estos violadores y asesinos, y sugieren la castración con métodos químicos o listas públicas y accesibles con los nombres de los acusados por pedofilia y en general,  por abusos contra menores.

Asimismo, si bien todos los días decenas de niños violentados o maltratados tienen cerca la mano de su madre o de su padre, pendientes de ellos, no parece haber mayor preocupación por aquellos en mayor situación de riesgo. Los que deambulan  por las calles, los que trabajan y los que han caído en las redes de explotación sexual infantil, han quedado, en los últimos días, fuera de las pantallas y discursos. ¿Qué está haciendo el Estado por ellos?

 

¿UN LUGAR SEGURO?

 

«Protejamos a nuestros niños», una de las frases más divulgadas en los últimos días significa, en gran medida, que es mejor que no salgan de la casa porque los pueden robar o violar y si lo hacen, que no hablen con extraños ni desconocidos.

Mirta González, psicóloga y subdirectora del Centro de Investigación en Estudios de la Mujer (CIEM), de la Universidad de Costa Rica, explica cómo con estos mensajes se crea angustia. «Se les está quitando la niñez y están entrando al mundo con desconfianza».

Todo está pensado para adultos. Eso de decirles que no hablen con extraños tal vez no es tan productivo porque esta niña por ejemplo (Kattia Vanesa), conocía al vecino que la mató. ¿Cómo se explica a un niño quién es una persona conocida y quién desconocida?, señaló.

La psicóloga explicó que los menores que crecen encerrados  pierden la capacidad para el contacto con otras personas, otros niños, se les niega la vida fuera de la casa. No obstante,  la esperanza es que la adolescencia es el momento en el que muchos rompen con los valores, cuestionan lo que han aprendido y vivido hasta el momento.

Mario Víquez, Defensor de la Niñez en la Defensoría de los Habitantes, aseveró que cuando hay alarmas sociales de este tipo, muchas veces los padres toman medidas que atentan contra sus derechos, como por ejemplo, el derecho a jugar.

«Es a través del juego, el esparcimiento y la recreación, que los niños y niñas aprenden a vivir con su forma inocente de ver el mundo. Es muy típico dejarlos como prisioneros bajo candado, viendo la televisión, donde muchas veces no reciben los mensajes adecuados sobre lo que está pasando en la sociedad y en el mundo», dijo.

Según datos de la Defensoría de los Habitantes, niños y niñas ven televisión el doble del tiempo efectivo que pasan con sus padres y en la escuela.

Víquez, sin embargo, agregó que los infantes están enterados del tema por medio de las noticias, lo cual también ayuda un poco a que ellos se protejan, aunque los mensajes que les llegan no son lo suficientemente claros. «La responsabilidad de informarles recae sobre progenitores y docentes. Estos últimos se han transformado sólo en aplicadores de un programa de estudio.

Es tarea del Consejo Superior de Educación el definir los temas que se deberían discutir como parte de los planes de estudio, por ejemplo lo relacionado con educación sexual.

Por su parte, la socióloga Isabel Gamboa opina que cada vez que surge una crisis que sacude a instituciones como la familia o la Iglesia, éstas claman por más valores.

«La reacción de la gente es repartir pecados, señalar que otros son los extraños, y se pretende exorcizarlos alejándolos de la institución central, de la familia. Quieren dejar intacta a la familia y piden que la niñez se quede dentro de la casa para que nada se desacomode. El hogar es el espacio donde deben estar los niños, las niñas y las mujeres , y el mensaje que se puede leer es un poco: esto le pasó a una niña que salió».

Gamboa continuó: «Se están reforzando las ideas tradicionales de la familia, el hogar, la casa, como un lugar seguro, aunque no lo sea. Es un lugar donde se puede sufrir muchísimo porque al final de cuentas, se trata del dolor humano».

 

LAZOS DE DOLOR

 

En 237 de los 331 casos de personas menores afectadas por abuso y atendidas en el Comité interinstitucional de estudio y tratamiento de la violencia infanto-juvenil (CEINA), del Hospital de Niños, la persona que abusa del menor es parte de la familia, lo cual representa un 71% (Ver recuadro).

«Los agresores son muy conocidos por los menores, confirmó Wálter Ramírez Mora, psicólogo clínico de la Clínica del Adolescente del Hospital de Niños  y miembro del CEINA, quien atiende todos los días a estos menores afectados. «El ofensor sexual de niñas no es el sátiro que sale de un charral y la agarra del pescuezo».

De acuerdo con las características de un abusador sexual de niños, que difundió el Instituto de Criminología del Organismo de Investigación Judicial, estos conocen de previo a sus víctimas y establecen con ellas una relación de confianza y se les describe como un depredador cercano que comete el abuso en el entorno inmediato.

Con respecto a estos agresores, se les ha querido etiquetar como «enfermos», «pedófilos», «raros» o personas sin control, pero no todos los que cometen estos crímenes son pedófilos, por ejemplo, y más bien se consideran personas con bastante control sobre sí mismos (Ver recuadro).

 

NO ESTAN ENFERMOS

 

La psicóloga Mirta González criticó la teoría de que estos agresores están enfermos, al ser esta una forma de manipular a la sociedad para justificar sus actos. Decir que es un enfermo mental y que por eso hace cosas que no haría en su estado normal, es una forma de que no asuman responsabilidad. «Esta persona tiene conciencia de lo que hizo, lo sabe, lo planeó, entonces, ¿es un enfermo?»

Otra teoría es que son personas que no pueden controlar sus impulsos pero esto también es falso  «porque ellas usualmente están lastimando a otros que tienen menos poder, pero no se lo hacen a un policía o a su jefe o a otra persona en la calle, sino con personas vulnerables. Tampoco tienen la capacidad de ponerse en el lugar del otro y percibir su dolor y esto comienza desde temprana edad», argumentó González.

«No sólo los enfermos hacen cosas feas y horribles y muchos quisieran que tuvieran en la frente un cartel que dijera: Soy violador, agresor y mala gente».

Por su parte Mario Víquez declaró que el abuso no es una enfermedad, pero la gente no admite que vivimos en una sociedad sumamente violenta hacia los menores.

Esto se da por tres razones, comentó, «porque los adultos olvidan su niñez y tienen sólo una visión de personas mayores; porque muchos reproducen patrones de crianza pues crecieron en familias con mucha violencia; y porque vivimos en una sociedad muy jerarquizada donde los últimos en la escala son los niños, y los adultos descargan todos sus conflictos y ansiedades contra ellos».

Una muestra, según Víquez, es que primero existieron las asociaciones protectoras de animales antes que las de los niños. Esto por cuanto recién en 1989 se aprobó la Convención de los Derechos de los Niños, un documento esencial que parte del principio de que niños y niñas nacen con libertades fundamentales y con los derechos propios de personas humanas.

Abusadores son familiares

De los 331 casos de personas menores de edad afectadas por abuso y atendidas en el Comité interinstitucional de estudio y tratamiento de la violencia infanto-juvenil (CEINA), se obtienen las siguientes conclusiones:

-Un 53% fue víctima de abuso sexual, 25.6% de abuso físico, 9% lastimados por negligencia y un 3.9% ha sido testigo de violencia. Un 3.6% padece abuso emocional, un 3% abandono y sólo 2 casos son menores con el raro síndrome de Munchausen (la madre le fabrica una enfermedad al hijo, dándole medicinas que no necesita, generándole convulsiones).

-El lugar donde se da el abuso ha sido en el hogar en 235 de los casos; en el centro educativo en 14; se desconoce el lugar en 18 de ellos; y en otros lugares no especificados en 62 de los casos.

-Las personas abusadoras son la madre (16.9%), una persona externa a la familia (16.9%), el padre (12%), una desconocida por el menor (11%),  ambos padres (9%), y otros familiares como abuelos, hermanos, tíos, padrastros u otros familiares (33%).

-La mayoría de los niños y niñas atendidos por abuso tienen entre 7 y 9 años (27%), les siguen los ubicados entre 4 y 6 años (22%) y en tercer lugar los de 10, 11 y 12 años (18%).

Fuente: Hospital Nacional de Niños, Estadísticas anuales 2002.


Agresores sexuales

Manipuladores con encanto

«Engañar y manipular es fácil, uno se vale de todo… hay que observar las debilidades de los otros». Estas son las declaraciones de S.S., un hombre de 46 años que descuenta una sentencia de 25 años por violación y robo agravado y que ha sido calificado como sádico sexual y psicópata.

Este testimonio es parte de la investigación «Psicopatía en violadores y su forma de operar en el delito», tesis defendida el 1 de julio pasado por las estudiantes de psicología de la Universidad de Costa Rica Benilda Arce Chavarría y Carolina Gutiérrez Carvajal.

Ellas entrevistaron a 80 privados de libertad condenados por el delito de violación de mujeres mayores de 15 años, con la idea de contribuir con nuevas alternativas para la comprensión del ataque sexual en el contexto costarricense.

«Según los resultados, los violadores psicópatas de esta investigación no cometen su ofensa sexual motivados principalmente por sus impulsos sexuales compulsivos e incontrolables. Por el contrario, el sadismo sexual, la oportunidad y el enojo generalizado parecen ser los motivos primarios, que están de fondo en el ataque sexual de este grupo de violadores psicópatas».

Los psicópatas son personas con un funcionamiento intelectual satisfactorio pero con problemas de conducta por defectos afectivos o inhibitorios intensos.

La semana pasada el Instituto de Criminología del Organismo de Investigación Judicial difundió un perfil más específico para los abusadores de niños:

-Tienen un carácter manipulador y chantajista.

-Generalmente son hombres que viven solos, incapaces de mantener una relación estable.

-No se les conoce oficio ni trabajo estable.

-Muestran mucho interés en tener contacto con niños que no son suyos, a quienes ofrecen regalos atractivos.

-Tienen antecedentes de molestar  a menores.

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