Investigación documenta sustracción y privatización de riquezas biológicas

El libro muestra la necesidad de que las comunidades y los movimientos de base social asuman un papel relevante, en la recuperación del control

El libro muestra la necesidad de que las comunidades y los movimientos de base social asuman un papel relevante, en la recuperación del control de la biodiversidad, para un  beneficio general. (Foto: Jorge Araya)

Una investigación dada a conocer recientemente documenta el despojo en marcha de las semillas trabajadas desde siempre por los agricultores y de la riqueza biológica de los países biodiversos como Costa Rica, así como su apropiación por parte de entidades y compañías privadas de los países desarrollados.

De este asunto se ocupa el libro “El despojo de la riqueza biológica: de patrimonio de la humanidad a recurso bajo soberanía del Estado”, de Silvia Rodríguez Cervantes, socióloga rural, activista ambiental y profesora emérita de la Escuela de Ciencias Ambientales de la Universidad Nacional (UNA).

La presentación del volumen se realizó el pasado 18 de abril en el Centro Cultural de México, en Los Yoses, San José, ante una numerosa asistencia.

Publicado por la editorial Ítaca, de México, el libro consta de tres secciones, que incluyen: “apuntes históricos sobre la erosión y conservación de la biodiversidad silvestre y cultivada; los pactos internacionales “que evidencian la imposición del comercio sobre la diversidad biológica”; y los recursos biológicos de Costa Rica “bajo una soberanía nacional restringida”.

La autora y los comentaristas de la obra se refirieron a  la historia y el desarrollo de los procesos de privatización de los recursos biológicos, y el conocimiento ancestral de los agricultores, así como la monstruosa concentración de bancos biológicos en círculos privados y organizaciones de los países desarrollados y las transnacionales que están detrás. Todo, bajo un entramado de leyes de propiedad intelectual, normativas e instituciones que cuentan con la complacencia de las élites políticas locales, como lo expone entre sus conclusiones la propia autora (ver recuadro “De nuevo oro por cuentas de vidrio”).

DIFÍCIL DE CREER

Conforme leía el libro, “poco a poco fui entendiendo la lógica implacable de Silvia para poder contar una historia difícil, que no se cree, que parece sacada de un libro de ciencia ficción”, dijo Ramón Vera, activista mexicano que forma parte de la Red Grain, la cual aglutina a campesinos y comunidades que luchan por la defensa de las semillas y la diversidad biológica.

Es una historia farragosa, no por la escritura del libro que es diáfana, sino por los diferentes Estados, compañías, y organismos internacionales que la han ido urdiendo,  hasta convertirla en una maraña impresionante de artilugios legales, normativas,  estándares y cambios constitucionales incluso, para poder entrar a este universo actual,  en donde mucho de lo que era considerado sagrado durante milenios, de pronto resultó convertido en una mercancía, comentó Vera.

Con mucha documentación y mucho trabajo en foros y encuentros, con su práctica cotidiana de años de meterse a las comunidades campesinas e indígenas, Rodríguez logra un libro que nos puede hacer entender algo que no se cree: que nos están despojando no solo de la vida en abstracto, sino de segmentos y tejidos muy importantes de relaciones que hay en el mundo, pero que de pronto son objeto de propiedad intelectual y de derechos de obtentor, y se cosifican como mercancías, añadió el mejicano.

En su criterio, se está llegando a extremos de que gracias a legislaciones nacionales e internacionales, el  libre intercambio que se dio durante 10.000 años en la agricultura del planeta, está a punto de ser criminalizado prácticamente en todo el mundo. Curiosamente están a punto de criminalizar a la gente que tenga semillas no certificadas, no registradas, no catalogadas.

“El libro narra el proceso por el cual esto ocurrió y también el proceso por el cual tenemos que defendernos de todo esto que está ocurriendo; acabará por ser un clásico ineludible de leer”, vaticinó Vera.

RECUENTO DETALLADO

Mientras tanto, José María Villalta, ambientalista y diputado del Partido Frente Amplio, resaltó que el libro hace un recuento detallado de este proceso en Costa Rica, de las distintas iniciativas para proteger la biodiversidad,  el logro de la ley de biodiversidad, “y el ataque artero que ha sufrido desde hace mucho tiempo por quienes quieren apropiarse de  la riqueza de este país, incluso por parte de algunas instituciones insospechadas”.

Esta tendencia concluye con el proceso de aprobación del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos, “que fue la consumación de esos intentos por destruir esta legislación, que buscaba proteger la biodiversidad y enfrentar ese saqueo con algo de dignidad en este país; la aplicación de ese tratado y sus leyes de implementación se ha ido consolidando, aunque no ha terminado, porque nuestra lucha continúa”.

Es un libro que empieza con una recopilación histórica de los procesos de apropiación de las semillas y la biodiversidad, de las diversas estrategias para tratar de justificar esta apropiación, los impactos de la revolución verde, y cómo confluyeron distintos discursos para justificar el saqueo y las variadas formas de apropiación de esos recursos, muchas veces con complicidad de los gobiernos de los países directamente afectados, que han permito legalizar en el contexto internacional los instrumentos del saqueo, dijo Villalta.

Por su parte, la socióloga Lorelli Arce aseguró que cuando leyó el libro le parecía que le estaban contando un cuento desconocido sobre los museos, los parques nacionales, jardines botánicos. Eran como escenas de una novela, con hechos históricos que le dejaban la sensación de una gran traición, que se traduce en una desventaja para los derechos humanos de poblaciones indígenas, campesinas, y agricultores.

En el caso de los parques nacionales, que son un tipo de conservación de recursos silvestres, el libro explica cómo fue que se olvidó la prohibición de los fines comerciales, y  hoy son reservorios de genes y estructuras bioquímicas para la industria, una situación que uno no se imagina cuando no ha leído esto, señaló.

 


 

De nuevo oro por cuentas de vidrio

Silvia Rodríguez: Los bancos de germoplasma tienen una injerencia no solo de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura (FAO), sino también de las corporaciones, que son las que financian. (Foto: Jorge Araya)

Silvia Rodríguez sostiene que los estados biodiversos, acicateados por los gobiernos de los países industrializados −y detrás de ellos sus corporaciones−, han ido colaborando sumisamente en la creación de una plataforma de pactos, leyes y normas, fruto de estrategias de trabajo mistificadas y elitistas −totalmente ajenas al vivir cotidiano de los pueblos− que dan por resultado el secuestro continuo y profundizado de los recursos biológicos.

Los Estados no solo perdieron su soberanía para establecer su propia normativa de acceso a esos recursos y poner algunas tímidas barreras a su enajenamiento, sino que los funcionarios locales han aceptado cortésmente configurarla según  las directrices internacionales e incluso aceptar pasar por la certificación del cumplimiento de obligaciones, según lo previsto en la legislación de Estados Unidos.

“Al final de cuentas, el trueque ha sido nuevamente oro por cuentas de vidrio: a la riqueza biológica se le puso el sello de “mercancía”, y se sigue extrayendo sin mayor retribución para los pueblos y comunidades, que la han cuidado y multiplicado a lo largo de las generaciones”, reprochó Rodríguez, quien, sin embargo, encuentra un  motivo de esperanza en la lucha que mantienen las comunidades contra el despojo.


 

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