James K. Galbraith: «Con Kerry habría cierta esperanza»

James K. Gailbraith: si en el TLC se trata simplemente de un acuerdo por el que los centroamericanos están cediendo ciertos derechos a ciertos

James K. Gailbraith: si en el TLC se trata simplemente de un acuerdo por el que los centroamericanos están cediendo ciertos derechos a ciertos intereses comerciales, me parece que sería cuestionable.

Como su padre -John Kenneth Galbraith- destacado economista de la corriente institucional -o de la «nueva izquierda» y autor de «La sociedad opulenta», su hijo, el también economista James Kenneth Galbraith defendió la importancia de que las instituciones y los gobiernos intervengan para controlar los poderes económicos y financieros que tienden a producir una creciente desigualdad y la concentración de la riqueza en pocas manos.

UNIVERSIDAD conversó con Galbraith hijo el pasado 4 de agosto, luego de su participación en el foro «Pobreza, desigualdad y desarrollo», organizado por el Instituto de Investigaciones Sociales de la UCR, donde participó sobre el tema «La inequidad como freno para el desarrollo.» (La entrevista se realizó en inglés; la traducción es de la autora).

En sus conclusiones, Ud. dijo que se requieren cambios en el marco de las finanzas internacionales, lo cual es muy importante para Costa Rica y las naciones pobres, debido al creciente poder de los grupos financieros. El problema es: ¿cómo se producirán estos cambios, quiénes los harán posibles?

-Obviamente es una pregunta difícil. Las instituciones originales de Bretton Woods nacieron porque fueron resultado de una negociación entre dos países: Estados Unidos y Gran Bretaña y, básicamente, las protagonizaron dos personas: John Maynard Keynes y  Harry Dexter White. Y en una época diferente. La viabilidad de ese sistema fue desafiada en parte por la proliferación de nuevos países, en el período de la posguerra, y en parte por la defección de los grandes poderes financieros, en particular Estados Unidos, a comienzos de los años 70, cuando simplemente decidió que EE.UU estaría mejor si no trabajaba a través de un Fondo Monetario Internacional estabilizador sino, por el contrario, que las finanzas internacionales estuvieran a cargo de instituciones privadas.

Hasta ahora, las respuestas exitosas se limitan a países grandes: China e India,-entre los dos suman el 35% de la población mundial-, los cuales mantienen el control de capitales, y han tenido un crecimiento sostenido exitoso durante 30 años. El resto del mundo se caracteriza por países pequeños, con enormes socios comerciales y financieros como Estados Unidos. Puede no ser la única respuesta, pero a mí me parece que una solución para estos últimos tendría que venir de un nivel regional. Hemos visto que esa solución ha funcionado en Europa, la cual por supuesto, es una colección de países ricos, pero que están interesados en absorber a un gran número de naciones que en promedio son mucho más pobres. De modo que enfrentan el interesante desafío de una integración países ricos-países pobres, que bien podría convertirse en un modelo, si se hiciera adecuadamente. No estoy seguro de que se haga así.

En el caso de Asia, en 1997, los japoneses propusieron un Fondo Monetario Asiático, que sería financiado esencialmente por Japón, en parte por China, y que habría sido una influencia estabilizadora en la región asiática, afectada por la crisis de ese año. Pero Estados Unidos lo vetó, aunque me parece que esa era una propuesta práctica.

En el contexto de Centroamérica, lo único que puedo decirle es que no estoy seguro de cuál camino seguir. Simplemente señalo que enfrentar el problema de la desigualdad y la pobreza requiere de algunos mecanismos efectivos de distribución, lo cual exige un sistema tributario efectivo y este a su vez necesita de mecanismos para controlar tus fronteras. Que sea a un nivel nacional o regional, es quizá lo menos importante: debe ser hecho en algún nivel o, de lo contrario, existirá una debilidad muy seria, que hará que el progreso sea extremadamente lento.

Esta actitud de Estados Unidos, de vetar o sabotear todo esfuerzo por crear cualquier otro balance de poder económico-financiero, ¿cree Ud. que cambiará en algo si John Kerry gana las elecciones presidenciales y el Partido Demócrata toma nuevamente el control de la Casa Blanca? ¿Pueden nuestros países esperar algún cambio importante?

-Creo que existen posibilidades, pero no puedo ser demasiado optimista. La Casa Blanca ha tenido, en diversos momentos, políticas diferentes: con Roosevelt, hasta cierto punto, y con Kennedy, aunque en un grado sustancial fueron motivadas por la guerra fría y por la revolución cubana. Sin embargo, eran políticas diferentes. En la administración Clinton, el Partido Demócrata, en estos asuntos, siguió el liderazgo del sector financiero. Pero, por otra parte, los intereses del desarrollo y de los países en desarrollo, estuvieron representados. Joe Stiglitz, era el presidente del Consejo de Asesores Económicos, y sus puntos de vista son tan progresistas como el de cualquiera, ciertamente en el contexto estadounidense, y él tuvo una posición muy importante allí y luego en el Banco Mundial.

Ahora bien, en una administración de Kerry existiría la oportunidad de un compromiso serio en estos temas, lo cual no existe ahora. Segundo, la crítica a la política de los años 90 sería mucho más aguda de lo que fue entonces, porque ahora tenemos las consecuencias de tales políticas claramente a la vista, y creo que podemos hablar con mayor autoridad sobre la necesidad de cambiarlas. Así que, realmente, nuestra tarea es, primero, ganar las elecciones, y segundo, tratar de cambiar la política del Partido Demócrata.

¿Qué relación establecería Ud. entre la creciente desigualdad y las clases medias, en Estados Unidos y en un país como Costa Rica?

-En Estados Unidos -y creo que es un fenómeno muy generalizado-, lo primero que sucede cuando aumenta la desigualdad es que los muy ricos militan porque se reduzcan los impuestos que deben pagar, y simplemente obtienen cargas tributarias más bajas. Esto fuerza a la clase media a cargar con el peso, al tener que costear la seguridad social no solo para ella sino la asistencia para la gente pobre. Y en una creciente desigualdad, aumenta el número de pobres, de modo que la carga se hace más pesada, y esto a su vez lleva a una división en la clase media, entre una parte a la que le gustaría ver que tales programas se mantengan, y aquellos que encuentran que la carga es demasiado pesada: impuestos a la propiedad, a las ventas, al ingreso, a los salarios, y se convierten en aliados de quienes quieren que se reduzca la carga tributaria. Esta ha sido la base sobre la cual Estados Unidos ha estado dividido, gobernado y mal gobernado durante los últimos 20 años. Es básicamente una pelea alrededor de la carga tributaria de la clase media, versus los programas sociales destinados tanto a esa misma clase como a los pobres, en un contexto en que los ricos pagan menos, y en el que la tendencia dirigente siempre ha sido la de reducir los impuestos a los ricos. Este es el mundo de Bush. Sospecho que el mismo fenómeno, aunque los detalles serían diferentes, ocurre esencialmente en cualquier lugar donde la desigualdad es un gran problema. No se puede lidiar efectivamente con este sobre la base de los recursos que tiene la clase media, es necesario hacerlo a partir de los recursos de todo el país.

¿Qué aconsejaría a Costa Rica, en relación con la negociación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos?

-No tengo suficiente autoridad para dar recomendaciones. Llegué recién esta tarde. Tal vez si me pregunta mañana… (risas). Mi visión general es que Estados Unidos tiene una estrategia muy agresiva, que no es de libre comercio, porque consolida ciertas ventajas monopólicas para los productores estadounidenses, particularmente aquellos que se encuentran bajo la etiqueta de derechos de propiedad intelectual. Mi punto de vista es que si bien es obvio que el futuro de esta región es la integración y el comercio, la pregunta es en cuáles términos. Y uno tiene que ser muy cuidadoso en cuanto a los términos que son ofrecidos, antes de decidir que la integración y los beneficios exceden a los costos.

Uno podría preguntar: ¿los beneficios fueron superiores a los costos en el caso del NAFTA (TLC entre Estados Unidos, México y Canadá)? Mi respuesta es que México entró al NAFTA como una reacción a una crisis severa. Tenía muy pocas alternativas, no podía integrarse con Europa, solo podía hacerlo con Estados Unidos. Desde el punto de vista mexicano, se hicieron ciertos sacrificios: se eliminaron tarifas y la protección a ciertas industrias, pero también hubo una promesa, precisamente de estabilización macroeconómica. México había sido abandonado a comienzos de los años 80, durante la crisis de la deuda. Nada ocurrió durante años, y México estaba en una depresión muy profunda. Se produjeron consecuencias importantes en 1995 y obtuvieron asistencia muy rápida del Tesoro estadounidense, porque el prestigio del gobierno de EE.UU estaba comprometido en el futuro de México, precisamente por la importancia del debate sobre el NAFTA. Me parece que esa es la realidad.

Mi impresión es que México está mejor con el NAFTA que sin él, o al menos lo estaba hasta la depresión que comenzó en 2000. La pregunta que tendría para los centroamericanos es: ¿obtienen alguna clase de estabilización similar de este trato? Si pudieran obtener una razonable integración comercial para la estabilización macroeconómica, de modo que pudieran tener un crecimiento fuerte y sostenido durante dos décadas, no interrumpido por crisis financieras, eso me parecería razonable. Pero si se trata simplemente de un acuerdo por el que están cediendo ciertos derechos a ciertos intereses comerciales, me parece que sería cuestionable.

John, padre de James

John K. Galbraith, el padre, escribió en un artículo de la revista Times en 1970: «Se me dirá que la intervención sobre los precios y salarios está en contradicción con un mercado libre. He aquí una tontería caracterizada. No se ve por qué razón los poderes públicos han de abstenerse de intervenir allá donde los sindicatos y las grandes empresas intervienen diariamente. Se trata de fijar, teniendo en cuenta el interés público, unos precios que, al fin y al cabo, están fijados ya.»

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