La increíble historia del médico descollante que se convirtió en guerrillero

Carlos Collado en la Facultad de Anatomía de la Universidad de Bolonia. (Foto: cortesía de la familia Collado)El día en que murió el doctor

Carlos Collado en la Facultad de Anatomía de la Universidad de Bolonia. (Foto: cortesía de la familia Collado)

El día en que murió el doctor Carlos Collado Martínez en Italia nació la leyenda de un héroe del trópico que luchó contra Mussolini. En esta época actual, en que muchos consideran una tragedia el no tener un teléfono con internet y donde hay quienes creen fervientemente que ser valiente es vociferar insultos a un jugador de fútbol frente a una pantalla de plasma, vale la pena dar a conocer la increíble historia de uno de los héroes más desconocidos de la Segunda Guerra Mundial. Sobre todo porque su nombre ha quedado en el olvido, por un lado, sepultado por el peso de numerosos calendarios y, por otro, por el frenetismo de una sociedad que prefiere la fama inútil y pasajera, controlada con una mano virtual de hierro por dos dictadores transnacionales etéreos, Facebook y Twitter.

Volvamos al papel por un momento y desempolvemos esta página de historia, que a lo mejor este relato puede resultar interesante y, por qué no, provechoso…

Monumento en recuerdo del médico Carlos Collado Martínez y sus compañeros de armas fusilados en la plaza de Casalecchio. (Foto: cortesía de la familia Collado)

La madrugada del 10 de octubre de 1944 trae consigo un estremecedor frío otoñal a Casalecchio de Reno, un pequeño pueblo ubicado en la hebilla alta de la bota del mapa de Italia. Allí, un batallón de la policía militar nazi, la Schutzstaffel (SS), captura a un grupo de 13 hombres que forman parte de la resistencia italiana antifascista. El líder de los guerrilleros es un joven médico centroamericano a quien sus camaradas llaman simplemente Carlo. El capitán de la SS, Karl Manfred Schmidt, ordena a sus oficiales asegurar al líder y al resto de los doce subversivos en la plaza de Cavalcavia para dar un escarmiento al pueblo. Los alemanes arrastran al joven de 25 años e intentan sujetarlo a un madero. Carlo resiste y grita improperios en italiano con un leve acento español, costarricense. Tras el forcejeo, los nazis finalmente lo someten y, empujando su espalda contra el mástil, lo sujetan, amarrándolo con alambres de púas que dan vueltas alrededor de su garganta y sus manos. Los alemanes comienzan entonces a martirizar a los detenidos.

ESTUDIANTE PREMIADO

¿Quién era aquel joven Carlo que luchaba en el norte de Italia contra Mussolini y contra la invasión alemana de Hitler? Su nombre completo era Carlos Collado Martínez. Había nacido en 1919 en San José, por entonces la capital de un país campesino donde se erizaban pocos edificios de concreto y en la que más bien reinaba un paisaje rural de casitas de madera y cafetales. Después de hacer la primaria en la Escuela Buenaventura Corrales y la secundaria en el Liceo de Costa Rica, en 1938 Carlos parte hacia Italia. Su viaje era para estudiar medicina en momentos en que ya se auguraban los primeros cañonazos de la Segunda Guerra Mundial.

Tras su desembarco en territorio italiano, el joven se traslada a la región de los Apeninos. Allí se matricula en la Universidad de Bolonia, considerada el centro universitario más antiguo de Occidente. En esa universidad, nacida en la mitad de la Edad Media y cuyo nombre oficial en latín es Alma Mater Studiorum, habían sido alumnos Dante Alighieri, Nicolás Copérnico y el padre de la gramática española, Antonio de Nebrija.

En su primer año en la Escuela de Medicina, Collado descolla. El joven centroamericano gana el Premio Giovanni Perna, otorgado al estudiante de medicina con el mejor resultado en el examen de anatomía. Carlos continúa sus estudios y realiza una investigación sobre la neoplasia craneal, es decir, los tumores cerebrales, que se convierten en el tema de su tesis. Al presentar su disertación, en 1944, recibe con sorpresa el Premio Vittorio Emanuele II, que reconoce el mérito a la mejor tesis de la universidad.

Apenas después de su graduación, Carlos es contratado como investigador del Instituto de Anatomía Patológica de la Universidad de Bolonia. Allí trabaja como asistente del director,  Armando Businco, quien había sido su profesor en las aulas y, en ese momento, era uno de los médicos y científicos más reconocidos de Italia. Businco, un vehemente opositor al Gobierno de Benito Mussolini, el Duce, estaba haciendo activismo en contra del fascismo y el nacional-socialismo. Tras la invasión alemana en Italia, Businco es arrestado por los nazis, quienes comienzan a investigar también a sus allegados. Detienen a su asistente personal, Collado, a quien interrogan en el Cuartel de la Vía Santa Chiara, en Bolonia. Pero sin pruebas contra él, los nazis liberan al joven.

PARTISANO TROPICAL

Esta persecución en su contra es el detonante que hace explotar en aquel muchacho del trópico un sentimiento antifascista. Carlos se une clandestinamente al movimiento italiano de oposición, conocido como la Resistencia Partisana. El doctor, que había soñado con dedicar su vida a extirpar tumores cerebrales, decide enfrascarse en una lucha contra lo que considera es un cáncer social. Comienza a arriesgar su vida desafiando a las fuerzas de represión al enlistarse como miembro de la 16 Brigada Bolero Garibaldi.

En ese entonces los nazis estaban recolectando materiales radiactivos en Italia para sus experimentos con armas nucleares. Uno de los elementos más apetecidos era el radio, del cual había una cantidad importante en los laboratorios de la Universidad de Bolonia para las investigaciones de los tumores cancerígenos. Poco antes de que los nazis llegaran por su botín radiactivo, Collado decide actuar y sustrae el radio disponible del Hospital Sant’Orsola y, escondiéndolo en un lugar seguro, lo pone fuera del alcance de los soldados invasores.

Es así como Collado decide involucrarse directamente en la lucha. Volvamos entonces a la madrugada del 10 de enero de 1944 cuando el grupo de 12 rebeldes a su cargo, seis italianos y seis rusos, estaba siendo torturado por los nazis… El doctor Collado y sus hombres yacen sujetos a maderos que están clavados en el suelo, mientras están atados de cuello y manos con alambres de púa. Los oficiales de Manfred Schmidt disparan a los rebeldes en sus piernas. Por el peso de sus cuerpos, los partisanos comienzan a sangrar y a estrangularse lentamente. Tras el suplicio paulatino, los alemanes deciden finalmente fusilar a sus víctimas y colocan un cartel admonitorio sobre la cabeza de Carlos y sus hombres: “¡Este es el fin de cada partisano o espía antialemán!”.

El cuerpo del médico fue arrojado a una fosa común. Más tarde, sus restos fueron rescatados y colocados provisionalmente en la tumba de la familia Businco. No fue sino hasta dos años más tarde, tras el final de la guerra, cuando Italia repatrió sus vestigios a lo largo del Atlántico hasta el ombligo de América. Como homenaje póstumo, el Gobierno italiano le concedió al médico la Medalla Garibaldina y en Casalecchio hay un monumento que homenajea su heroísmo y una calle que llevan se nombre. Además, todos los años, la Universidad de Bolonia ofrece una ceremonia en su honor.

En este momento miro la primera página del Diario de Costa Rica del 16 de enero de 1946. En su quebradiza portada a blanco y negro hay tres fotografías del sepelio de Collado en San José. En una de las imágenes se ve la capilla ardiente; en otra, una fila de hombres con trajes elegantes y; en la tercera foto, el multitudinario desfile del entierro hacia el Cementerio General. En el diario describen “el sentimiento nacional de dolor” por su “heróica gesta”. En italiano la palabra “ciao” tiene una doble función: saludar y despedir. Se usa tanto para decir “hola” como para decir “hasta pronto”. Así que aprovechamos esa palabra bisagra para homenajear a Carlos Collado Martínez: “Ciao Carlo!”.

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