Sábado 5 de diciembre, 9 a.m. Seis hombres vestidos con saco conversan durante una fresca mañana. Se ven concentrados es la hora del desayuno, pero no desayunan. Se ponen atención, asienten y apuntan. Pronuncian palabras como “mañana”, “Capriles”, “estratégicos”, “capacitación”, “temores de Maduro” y así. Al lado, una piscina quieta. A lo sumo un café o un botellín de agua. Azúcar no, mejor sustituto.
Estaban en el hotel Altamira, en el barrio caraqueño del mismo nombre, un bastión de la oposición en la capital en el que los mejores carros circulan (quizás blindados) en medio de oficentros, hoteles o edificios residenciales de buen ver. Estaban a menos de 24 horas de la apertura de las urnas para una elección parlamentaria que hace a la oposición frotarse las manos con la posibilidad de poner freno al Gobierno chavista que dirige de Nicolás Maduro, aunque tampoco se fían del Consejo Nacional Electoral (CNE).
Conversaban tan serios y en voz tan baja que mejor no interrumpir, pero era claro que hablaban de cómo manejarse este domingo para capitalizar y vigilar la aparente ventaja que les da las encuestas, con la posibilidad de alcanzar la mayoría simple de la Asamblea Nacional y forzar el fin del modelo socialista chavista establecido en Venezuela por 17 años. Hablaban, con absoluta seguridad, de un triunfo inminente.
Seis horas después, un ciudadano desconocido y lejano, en un ambiente menos limpio y más callejero, pronunciaba palabras que podrían servir de respuesta. “Ya otras veces han estado seguros de que iban a ganar y míralos”, decía a este periodista Eduardo Aponte en el pueblo de Turmero (estado de Aragua, a 90 minutos de la capital), después de dos horas de hacer fila para comprar dos kilos de azúcar hoy que había en un supermercado privado. Solos dos kilos, no más, y solo los de cédula terminada con dígito entre 0 y 4.
Eduardo, un obrero de casi 40 años, vestía la camiseta del Partido Comunista de Venezuela, aliado del Socialista Unido de Venezuela (PSUV), el oficialista, el presidido por Maduro, el fundado por el fallecido Hugo Chávez, cuya imagen inundó la campaña electoral que concluye este domingo a las 6 a. m., cuando se abran las urnas para 19,5 millones de venezolanos, en un ambiente tenso pero sin violencia.
Claro que la fila no le resulta cómoda; claro que lo mejor es poder comprar azúcar en el momento y la cantidad que le venga en gana; claro que el Gobierno ha tenido problemas, pero la vigencia de la revolución chavista trasciende todo y por eso este domingo irá a prolongarla con su voto.
Así pensaba o sentía este hombre al acabar la cola donde él resultaba minoritario. O eso parecía, a juzgar por los rostros serios que lo miraban.
Dentro, los anaqueles estaban apenas surtidos, pero nada de café ni arroz y sí carne suficiente. Ni rastro de papel higiénico y ya empezaba vaciarse el anaquel de las servilletas, sustitutas de lujo. Ni modo. La gente cargaba sus carritos con lo que le alcanzara. Diría “con lo que necesitara”, pero algunos de ellos compran para revender a otra parte de la población con más dinero y menos ganas de hacer filas.
“Yo pago fácil 200 bolos (ocho veces el precio del supermercado) por un kilo de azúcar” contaba Luis, un ingeniero de Maracay (cabecera del Estado de Aragua) hablando sobre los “bachaqueros”; es decir, los revendedores, oficialistas o no.
María, una oftalmóloga recién graduada con tentaciones de emigrar, también “bachaquea” para conseguir toallas sanitarias. Eso o pedirlas a conocidos cuando vengan de Colombia, Chile o Panamá. Para un sector de la población, el de más recursos, la idea de hacer horas de fila para conseguir lo básico no es aceptable y de esto culpan al gobierno de Maduro.
Por eso Luis, María y los señores serios del desayuno quieren votar este domingo por la oposición para que controle la Asamblea Nacional, detenga algunas de las políticas socialistas de Maduro y saque de la cárcel a los presos políticos como Leopoldo López. O sea, más choques políticos.
Pero no solo eran Luis, María y los señores. En la cola del supermercado abundaba gente de poco dinero y la mayoría prefería no hablar.
“La cosa está fea mañana”, justificaba una mujer. A su lado, Javier Ortiz sí expresó su deseo para la jornada electoral. “Sé que muchos están agradecidos con Chávez por las ayudas que impulsó, yo también voté por él hace años, pero ahora mira esto. Tenemos que arrasar los de abajo a la izquierda, los de la manito”, dijo en referencia al logo en la papeleta propio de la Mesa de Unidad Democrática (MUD), las fuerzas políticas opositoras agrupadas, que para esta competencia electoral han intentado disimilar sus diferencias de forma y fondo.
El excandidato presidencial Henrique Capriles es uno de los dirigentes prominentes de la oposición y dijo no ver posibilidad alguna de un triunfo chavista. Parece muy seguro. “Si se llegara a anunciar un proceso distinto, sería un proceso lleno de irregularidades”, dijo al sitio www.elconfidencial.com.
Capriles cree que no bastará la maquinaria oficialista o la innegable mano dadivosa del Gobierno en los últimos días, “el Gobierno perderá el domingo por la situación de la economía”.
Las cifras macroeconómicas de Venezuela son grises, atribuidas por Maduro a la “guerra económica” que infligen otros países aliados a los “pitiyanquis”. Esta es la palabra que en el glosario chavista se refiere a gente de la derecha, como parecían ser los señores serios que esta mañana rechazaban en Altamira el azúcar por el que otros hacían fila durante dos horas en Turmero.
(Los preparativos oficiales para la jornada electoral estaban finiquitados este sábado 5 de diciembre. La presidenta del CNE, Tibisay Lucena, aseguró que hay garantías para un resultado fidedigno. La única misión internacional de observación acreditada es la de Unasur.
También se invitó al exgobernante español José Luis Rodríguez Zapatero, pero no a la OEA ni a la Unión Europea. Los expresidentes ticos Miguel Ángel Rodríguez y Laura Chinchilla están aquí pero acreditados como acompañantes de la MUD, los opositores.
Por la noche del sábado se reunieron unos minutos con el presidente Nicolás Maduro en el Palacio Miraflores y él les dijo que aceptará cualquier resultado electoral)
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