Luis Guillermo Solís: “Me endilgan incapacidad para hacer cosas como si hubiera gobernado tres años”

Al cumplir 100 días al frente del país, el presidente Luis Guillermo Solís afirma estar sorprendido por el nivel de entrabamiento y corrupción que

Al cumplir 100 días al frente del país, el presidente Luis Guillermo Solís afirma estar sorprendido por el nivel de entrabamiento y corrupción que encontró en el Gobierno. (Foto: David Bolaños)

Sabe que llegó a Zapote acompañado por una enorme expectativa de cambio, y sin decirlo abiertamente pide tiempo. Han sido tres meses llenos de conflictos, contradicciones y desaciertos, pero el presidente Luis Guillermo Solís Rivera se sacude y asegura que también se han hecho cosas para limpiar esa “finca encharralada” que se encontró.

El Presidente recibió a UNIVERSIDAD en su despacho, con su característica cordialidad. Su sonrisa bonachona se dibujaba y desdibujaba a lo largo de la entrevista, mientras recorríamos sus aciertos y errores.

Varios temas le fruncieron el ceño y lo pusieron enfático, pero se aferró a la promesa de cambio y a la esperanza de que en los tres años y nueve meses que le restan podrá hacer mucho más que en estos primeros 100 días de equivocaciones, aprendizajes y decisiones que le marcarán el camino.

¿Cómo es “bailar con ella”?

−Quería ilustrar con esa frase el hecho de que yo esperaba muchas de las cosas que me estoy encontrando. No ha habido sorpresa aquí con respecto a la “finca”, a la cual además describí como encharralada, en reconocimiento de que estábamos en un momento de mucha complicación en la administración del gobierno. Lo que pasa es que no se puede introducir cambios significativos en esa “maraña” rápidamente. Es un tema, más que de sorpresas, de proporciones. Vea el tema de las pensiones: es una ley de pensiones del año 1998, 16 años sin cumplirse. No es un decreto, es una ley de la República. Bueno, ¿qué iba a saber yo de la ley del año 98? Pero había gente que conocía la Ley y no la aplicó. Eso significa hoy ¢12.000 millones al año de ahorro para el Estado. Calcule eso 16 años para atrás.

¿Cómo dimensiona esa realidad política? ¿Sabía realmente a lo que venía?

−Yo había previsto ineficiencia del Estado. Lo que no había previsto eran las proporciones. Reconozco con toda humildad que no soy un presidente profesional, no había estado aquí antes; entonces hay cosas que uno no se puede imaginar desde afuera, hasta que llega aquí. El problema no es tanto eso, porque se ha estado haciendo el trabajo, se generan las políticas para enmendar estos temas. Pero ha habido otros en los que el volumen de las malas prácticas es bastante más grande de lo que era previsible.

¿En esa “finca encharralada”, qué grado de corrupción se encontró?

−Hay casos de corrupción y probablemente a lo largo de los próximos años se encuentren más. La pregunta es cuánto se necesita y qué para que esos casos puedan ser judicializados. Porque una cosa es saber que un acto está malo, o puede estar malo, y otra cosa es tener la prueba para llevar eso a una investigación judicial que sea capaz de detener esa práctica. Hemos intervenido una dirección del MEP, un hospital de la Caja, varias dependencias del ICE y la CNFL, se hizo una acusación en firme en el Ministerio de Cultura, en el Registro Nacional hay una investigación. Ahí hay cinco procesos planteados en tres meses y habrá otros.

¿Faltan grandes anuncios en el tema de corrupción, o era menor que la percepción que había?

−No, la percepción es correcta. He sido presidente  tres meses; aquí la gente está endilgándome incapacidad  para hacer cosas como si hubiera gobernado tres años. Me faltan tres años y nueve meses de gobierno. A medida en que el gobierno se empodera y ocupa espacios que han estado vacíos, vamos encontrando más cosas. La sofisticación de algunas de estas prácticas es espectacular. Hubo ocultamiento de expedientes, de información, destrucción de prueba.

Usted prometió en campaña cerrar la DIS y no lo hizo; por el contrario, le permitió hacer investigación sobre temas de administración pública.

−La DIS, tal cual existe hoy, se extinguirá cuando se apruebe un proyecto de ley que ya está en conocimiento de los diputados, para pasar de lo que ha sido una policía política a una entidad que manejara inteligencia para la toma de decisiones. La promesa de cerrar la DIS está, igual que la promesa de cerrar Conavi está. Nunca dije que cerraría la DIS al día siguiente de tomar el poder, ni tampoco dije que cerraría Conavi tres meses después. En el caso de la DIS vamos a tener una agencia distinta. En el tema del Ministerio de Cultura, se recoge información que surgía de los propios funcionarios; la DIS coge las partes de esa información, las pone juntas y dice “¡uy, aquí puede haber algo!”.  Y se lo pone al Ministerio Público en la mano, pero no ha habido espionaje, ni micrófonos de la DIS en Cultura.

¿Se le está convirtiendo la DIS en una Contraloría de vía rápida?

−De ninguna manera,  la DIS no es una agencia de administración de justicia. Es una agencia que recoge información abierta y la procesa. Ese es el caso de nuestro gobierno; en el pasado hacía otra cosa. Con el nuevo proyecto de ley será una entidad pública controlada y bajo la tutela de los órganos políticos del Estado, con control parlamentario parcial.

Su figura tiene un halo de confianza, de buena voluntad para hacer las cosas bien. Pero,  cuando uno ve Inteligencia del Estado mezclada con una investigación sobre cultura, eso en Latinoamérica es un mal precedente.

−Claro, pero Latinoamérica no siempre se refleja en las instituciones de Costa Rica. Me parece que la forma en que se manejó la DIS en el pasado, y que seguramente a mí también me afectó en su momento, es inadmisible, y por eso la DIS se extinguirá durante mi mandato.

Había una enorme expectativa por las personas que iba a nombrar en puestos claves, como la CCSS y el Ministerio de la Presidencia; hoy hay fuertes críticas hacia esos dos nombramientos. Sobre don Melvin Jiménez: que no es tan fluido con la Asamblea Legislativa, y doña Rocío Saenz: que ahí siguen las filas en la Caja, quirófanos cerrados y mantiene gerentes cuestionados. ¿Cómo analiza usted eso?

−Es probable que haya críticas sobre estos y otros jerarcas, y otros que los aplauden. Me dicen que doña Rocío hace una gran labor de tomar control del aparato administrativo de la CCSS, que es complejo y donde hay problemas. Está sustituyendo poco a poco muchos gerentes y efectivamente la CCSS tiene una inercia que la hace difícil de cambiar en poco tiempo. Pero así como le achacan el cierre de 12 quirófanos que estaban en mal estado desde mucho antes, también hay que reconocerle que no le tembló la mano para intervenir el Calderón Guardia. Tampoco denunciar lo que pasa en el departamento de ortopedia y coordinar cada vez de forma más estrecha con el Ministerio de Salud, para armonizar el trabajo preventivo.

Con respecto a don Melvin, hay gente que dice que habla poco en la Asamblea; creo que habla mucho en la Asamblea y con los diputados fuera de la Asamblea. Pero, no solo tiene que hacer eso: tiene que hablar con los grupos sociales, sectores empresariales, con los sectores de la economía social y tiene que ver con la coordinación política del Gabinete. Dijimos que íbamos a ser respetuosos de la Asamblea Legislativa; hay gente que pretende que les mandemos línea día y noche. Melvin Jiménez es una persona respetuosa, siempre está disponible, no está en la Asamblea Legislativa metido 24 horas al día, y ha reconocido que tiene que mejorar con sus viceministros para lograr este propósito.

Usted llega con una expectativa enorme de cambio. ¿Entonces el cambio para cuándo?

−Cambiaré todo lo que pueda cambiar, que espero sea mucho, durante el periodo que ejerza como presidente, que son cuatro años.  Algunos cambios ya vinieron, como el tema de pensiones; otros cambios están de camino. Tengo cuatro años que el pueblo de Costa Rica me entregó para hacer esos cambios, y voy a cumplir con ellos, espero que con la inmensa mayoría de lo que prometí en campaña.


“Nunca he hablado de un Estado sin Dios y sin religiones”

El proyecto de Libertad Religiosa también ha generado críticas, sobre todo de un sector de la población que aspira a un Estado Laico, pues siente que nos lleva en la dirección opuesta ¿Qué tiene que decir al respecto?

−Estoy comprometido personalmente con la laicidad del Estado, siempre ha sido así. Pero nunca he hablado de un Estado sin Dios y sin religiones; soy creyente y creo en un Estado Laico, donde la gente si quiere puede aportar recursos para una religión específica; así es como se hace en Estados Laicos europeos. Si usted quiere poner plata suya para financiar a una iglesia tal, usted la pone, y el que no quiere no la pone  y la plata para esa iglesia no la pone el Estado, la pone el contribuyente. Pero se garantizan ciertas condiciones para que las iglesias funcionen, se garantizan diálogos para que lo que era el diálogo para una iglesia ahora se pueda realizar para todas, se garantiza que las iglesias o las organizaciones religiosas o no pero que tengan una fundamentación espiritual, como grupos de Yoga, involucradas en proyectos sociales, me parece que puedan hacerlos. Me parece que no hay contradicción con un Estado Laico si se reconoce el papel general que las iglesias cumplen en la comunidad.

Cuando usted habla de los contribuyentes, eso es un dinero que no lo aporta el Estado, pero que es dejado de percibir por el Estado.

−Esa ley específica, incluida la donación de bienes, tendrá que ajustarse una vez que la norma constitucional se modifique. A partir del momento en que el Estado deja de ser Confesional, habrá un ajuste de la legislación que acompañó a ese modelo de Estado.

¿En concreto, es su posición como gobernante que el dinero del Estado no tiene que financiar las iglesias?

−Creo que el Estado Laico conlleva una separación de tipo financiero con las iglesias. Aquí hay un tema que además es necesario colocar en el debate, que tiene que ver con la naturaleza estatal de la Iglesia Católica y su posibilidad de constituir contratos con el gobierno de Costa Rica y cualquier otro gobierno, que esa es una condición que no tienen otras iglesias, porque el Vaticano es un Estado.

¿Qué es un Estado Laico pero no sin Dios?

−Es un Estado que reconoce la existencia de organizaciones religiosas que operan con absoluta libertad, que pueden participar de la vida social, un Estado que facilita el culto, que no persigue a las religiones, donde el presidente puede expresar su credo, un Estado que no persigue a las escuelas religiosas, donde no se castiga la práctica religiosa mientras se mantenga apegada a la legalidad.

¿Está capturada la agenda legislativa por los diputados evangélicos?

−No. La agenda está fracturada por la fragmentación de la Asamblea Legislativa. Eso lo sabíamos, y que eso iba a conllevar niveles inéditos de negociación. La Asamblea Legislativa tiene hoy cinco bloques de poder, casi del mismo tamaño. Cuatro de esos bloques son partidarios y el quinto es un grupo de diputados o de fracciones unipersonales, que sumados tienen tantos votos como una fracción propiamente dicha. Eso lleva a una situación de empates cruzados, que solo se rompe cuando dos −y generalmente tres fracciones− se ponen de acuerdo. No hablo de secuestro de agenda ahí; lo que hablo es de una realidad definida así por el pueblo costarricense. No creo que haya habido en el pueblo costarricense duda ninguna sobre este tema. Costa Rica refleja  en esa Asamblea el estado en que se encuentra ella misma en lo político y en lo sociológico. Es un país cada vez más fragmentado, en donde los consensos son cada vez más difíciles. Ningún grupo tiene capacidad de secuestrar nada ahí, ni un minuto de silencio.


“Hay símbolos que reflejan compromisos”

Se le ha criticado por algunos gestos con ciertos sectores, porque está descuidando acciones concretas de parte del gobierno. ¿Es esto así?

−Entiendo que la política es de hechos y gestos, símbolos y realizaciones. Hay símbolos que reflejan compromisos: cortar los árboles al frente de la Casa Presidencial y decir “aquí nos ven a todos”, gente que aquí no venía ahora viene, el Ministro de la Presidencia ha tenido reuniones con un montón de actores sociales, cuyas principales demandas han sido cumplidas. ¿Por qué no se ha dado cuenta la sociedad? Porque no ha habido huelgas sobre eso.

Cuando se pone la bandera del movimiento LGTBI en la Casa Presidencial y eso genera una enorme reacción −unas a favor y otras en contra−, eso es un símbolo que refleja una serie de compromisos que se están negociando, tal vez no a la misma velocidad que quisieran los movimientos LGTBI, porque queremos que los cambios sean efectivos y perdurables. Si atropellamos la presentación de proyectos de ley en esa materia, lo único que vamos a lograr es que se rechacen, porque el Gobierno no cuenta con los votos automáticamente para garantizar que todos los proyectos se aprueben. Hay que negociar.

Usted en campaña habló de bajar la electricidad y la gasolina, pero cuando llega al gobierno se da cuenta de que el margen de acción que tiene desde el Ejecutivo es muy poco. ¿Quiere decir esto que había desconocimiento de su equipo y suyo de lo que se podía y no se podía hacer?

−No, pero lo que sí se puede decir es que estamos haciendo una revolución nunca antes hecha en este país, a propósito de la discusión del modelo energético. ¿Qué fue el resultado más importante que ha tenido el Gobierno en este tema?  No bajar la luz, sino aplanar la tarifa 18 meses, para iniciar un diálogo sobre la matriz energética, del modelo energético del país, que para finales de este año debe tener los acuerdos intersectoriales necesarios, para que de aquí a mediados del año entrante −cuando entre Reventazón a funcionar− bajar el precio de la electricidad. Evidentemente hay factores fijos que pesan mucho; en el caso del combustible son los impuestos, sin los cuales el déficit fiscal se dispararía en el país. Pero hay otros factores que tienen que ver con elementos estructurales del modelo, que son los que estamos empezando a administrar y que se convertirán en factores decisivos para bajar las tarifas como resultado de ese diálogo.

¿Mantiene la promesa?

−Sí, claro. Pero ya no va a depender solo del Gobierno; va a requerir de un pacto social y un esfuerzo de diferentes sectores, por discutir en términos nuevos este tema del modelo energético del país y la matriz eléctrica. El exitoso modelo energético costarricense tiene un límite extrapolítico, que se llama cambio climático.

Se han acusado sucesivas descoordinaciones entre los jerarcas de gobierno. ¿Por qué les cuesta tanto mantener una decisión en firme? Uno ve un jerarca viceministro que dice algo y luego sale el ministro a decir “bueno, no era tan así”.

−En este tema de las descoordinaciones, presuntas o reales, hay que verlas. Sí las ha habido, tiene que ver con la curva de aprendizaje, en algunos casos. También ha habido muchos otros en los que ha habido una línea clarísima, en la mayoría de los casos, en los que no ha habido ni contradicciones ni curvas de aprendizaje, ni nada, se han sostenido las decisiones. Se sostuvieron decisiones en el tema de educación, absoluta coherencia en el tema tributario y fiscal, ha habido una acción consistente en el tema de infraestructura. En el caso de la comisión de iglesias, simplemente hubo una información  que no tenía la viceministra de Salud, de un proceso que se había iniciado desde antes de la toma de posesión. Habría que abordar cada caso, para ver si fue falta de información, de coordinación o simplemente falta de nuestra capacidad de comunicar algo que debió comunicarse con mayor claridad. En un caso de esos, en el que nos ponen a don Helio Fallas y a mí a pelear sobre la directriz para conciliar, no había diferencia entre el vicepresidente y yo, pero se generó un malentendido.


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