La conclusión del Programa de Naciones Unidas PNUD es contundente: el modelo de promoción de exportaciones aumentó la desigualdad e hizo muy poco para disminuir la pobreza durante la década anterior.
Se trata de un estudio hecho en 16 países – incluido Costa Rica- que combina el efecto de las políticas de promoción de exportaciones con otras medidas como: baja de aranceles, devaluación del tipo de cambio, aumento de subsidios a exportadores, etc.
Todos los resultados del libro «¿Quién se beneficia del libre comercio?» (www.undp.org/rblac/finaldrafts) apuntan a que el paradigma del «desarrollo hacia afuera» quedó en deuda con los pobres de América Latina.
A continuación un extracto de la entrevista con el director del PNUD para América Latina, Enrique Ganuza quien visitó el país para presentar su obra en la que también participaron los economistas costarricenses Pablo Sauma y Marco Sánchez.
¿A quién beneficia el libre comercio?
-En términos de ganadores y perdedores, los sectores que más se favorecieron son los grupos de asalariados con alto nivel de capacitación vinculados a los sectores exportadores.
Ese resultado de su trabajo sobre los años 90, ¿nos hace pensar, como se dijo de los 80, que es otra «década perdida»?
– No. En la década de los ochenta, el paradigma predominante era el ajuste estructural. A principios de los noventas, se creó una conciencia bastante generalizada en la región, e inclusive, en los organismos multilaterales de que el paradigma del ajuste estructural sí había contribuido a corregir desequilibrios macroeconómicos pero que no había tenido ninguna importancia en términos de promover el crecimiento y definitivamente de promover la pobreza y la desigualdad.
De ese paradigma de ajuste estructural se pasó al paradigma de promoción de exportaciones. Se dijo: «El ajuste estructural nos solucionó problemas macro pero no produjo crecimiento». Ahora, «vamos a producir crecimiento a través de la promoción de exportaciones». Son paradigmas distintos. Uno fue continuación del primero.
¿Cuál seguirá?
– No se cuál seguirá. El que me gustaría que siguiera es el de las políticas públicas activas para la disminución de la pobreza y la desigualdad.
Creo ver algunos movimientos a nivel internacional de que el tema de pobreza y desigualdad está sobre la mesa.
Hay un desafío: ¿Para qué hacemos política macroeconómica? Para reducir la pobreza y la desigualdad. ¿Cómo hicimos política macroeconómica en los quince años anteriores?
Hicimos política macroeconómica para otros objetivos y después nos encontramos que esa política producía entre comillas efectos secundarios sobre la pobreza y la desigualdad.
Entonces, tratábamos de emparchar esos efectos secundarios. Me parece que hay un movimiento creciente que dice: «Eso no puede seguir así». La pobreza y la desigualdad son de tal magnitud que eso tiene que ser el centro de las políticas económicas y no elementos secundarios dentro de la política económica.
¿Qué países llevan la delantera?
– En América del sur, Chile con la experiencia de diez años (después de la era Pinochet) ha tenido políticas públicas muy activas en lucha contra la pobreza.
El gobierno del Presidente Lula en Brasil tiene clara la reducción de la pobreza y el hambre como un tema central del diseño de sus políticas públicas.
Hay algunos países en Centroamérica que son los países que están en discusión con la comunidad internacional para la cancelación de la deuda externa – Honduras y Nicaragua, y Guyana y Bolivia en el resto del continente- donde como parte del paquete de discusión, es decir, se ha puesto sobre la mesa las estrategias de reducción para acceder mecanismos concesionales de cancelación de deuda.
Hay un movimiento en ese sentido. Es lento pero positivo en relación con los ochenta y los noventa.
El trabajo de ustedes está enfocado en exportaciones pero, ¿Qué política se debe seguir en la reducción arancelaria que permite la competencia de productos extranjeros con los locales?
– Hay algunas cosas que nos demuestran la experiencia de los 90. Hay que tener cuidado con la liberalización de todo inmediatamente, de la noche a la mañana.
Los países que lo han hecho de manera gradual han tenido resultados más positivos o han podido paliar los efector negativos.
Es muy importante que las medidas de liberalización, que si me parecen importantes en una serie de sectores, tengan lugar después de que exista un marco regulatorio adecuado.
En la región, los países liberalizaron a rajatabla y después se dieron cuenta que no tenían el marco regulatorio necesario para paliar los efectos negativos.
Uno de los problemas que enfrentaron varios países de la región fue que hicieron estos procesos de liberalización amplia, a rajatabla y muy rápido, en contextos de tipo de cambio no muy competitivo y más concretamente de cambios sobrevaluados. Eso demostró ser una combinación profundamente venenosa.
¿Consideraron los tomadores de decisiones a todos los sectores o ha sido una estrategia de un grupo específico?
– Creo que lo que es bien claro son tres cosas.
Primero, los niveles de pobreza y desigualdad son de tal magnitud que una reducción sustancial de los mismos requiere un largo periodo de tiempo.
Esos períodos abarcan más de un gobierno. Entonces, es que cuando las medidas las inicia un tipo de gobierno, la continuación y conclusión les toca en otro gobierno.
Eso implica que es importante lograr acuerdos que se puedan mantener independientemente de los períodos de gobierno.
Número dos, alguna de las medidas son duras y exigen un acuerdo social para mantener los niveles de aprobación de la población. Segundo argumento que requiere concertaciones políticas.
Tercero, hay una cuestión muy práctica que lo han notado gobernantes y políticos de la región es que se pasaron haciendo acuerdo políticos sobre cómo negociar con el Fondo Monetario Internacional FMI o cómo asumir los costos de los ajustes fiscales extremos y naturalmente a nadie que no esté en la función de gobierno, le interesa asumir los costos de eso.
Es mucho más fácil tener procesos de diálogo político sobre cómo reducir la pobreza que tener proceso de diálogo político sobre cuál es el porcentaje de déficit fiscal en relación con el PIB que vamos a aceptar con el FMI.
Eso no tiene atractivo pero llamar a sectores amplios del espectro político a cómo nos ponemos de acuerdo con reducir la pobreza y la desigualdad hace casi por definición que los sectores políticos tengan que participar de ese diálogo, en cambio, hay muchos sectores que no quieren participar y compartir los costos de un cierto tope del déficit fiscal en términos del PIB.
¿Es comprensible un tratado de libre comercio entre una región de cinco países pequeños con uno de los mercados más grandes como es el estadounidense?
– Es comprensible, pero lo que no sabemos es cuáles son los efectos sobre la pobreza y desigualdad.
Se han discutido otro tipo de aspectos. Un tema importante es exigir que se midan los impactos de las políticas alternativas dentro de esos tratados sobre la pobreza y la desigualdad. Eso no lo sabemos porque no se ha estimado.
¿A qué atribuye que la reducción de la pobreza no esté presente ante esa decisión trascendental?
– No sé. Sí me parece que es muy importante ponerlo sobre la mesa. Lo diría en general, no solo sobre los tratados de libre comercio.
Me parece que los niveles de pobreza y desigualdad son tan altos que hoy en día cualquier medida económica que se discuta o cualquier acuerdo, sería importante que se le someta a una evaluación de cuáles son sus efectos sobre la pobreza y desigualdad.
Un economista de trayectoria
Puesto: Economista jefe del Programa de Naciones Unidas Para el Desarrollo (PNUD) para América Latina.
Profesión: Economista con 20 años de experiencia.
Experiencia: Ha trabajado como en otros organismos de la Organización de Naciones Unidas (ONU), y el Banco Interamericano de Desarrollo.
Sede: Nueva York, Estados Unidos.
Nacionalidad: Sueco pero pasó años de infancia en Argentina.