Canciller Manuel González:

“No quiero ser recordado como el ministro de los asuntos de Nicaragua”

Relaciones con Nicaragua deben manejarse con madurez y sin caer en trampas, afirma Canciller.

 

En el 2002, un abogado costarricense se estrenó como diplomático y asumió el puesto como embajador ante los organismos de Naciones Unidas, en Ginebra. El cargo le duró dos años, al cabo de los cuales recibió un ascenso: el presidente Abel Pacheco lo nombró ministro de Comercio Exterior y por dos años más dirigió esa cartera.

En el 2006, se retiró de la vida política y volvió a ejercer el derecho desde un bufete, especializado en comercio y finanzas internacionales. En ese puesto y justo antes de subir a un avión, lo sorprendió una llamada del presidente Luis Guillermo Solís, apenas días después de la segunda ronda de las elecciones nacionales.

Ahora dice que el ofrecimiento lo tomó por sorpresa. «Pensé que me iba a hacer una consulta sobre otra persona», dijo González. Pero, Solís le ofreció liderar la política exterior del país. Se tomó unos días y aceptó. Por eso estamos en su despacho, la primera puerta a la izquierda tras ingresar a la Casa Amarilla, en donde ha tenido que resolver asuntos relacionados con China, Nicaragua y Europa por igual. Este es un extracto de la conversación.

Usted entró a la diplomacia en un momento del siglo XXI cuando se había cambiado el paradigma del siglo XX por el fin de la Guerra Fría. ¿Qué cambió para Costa Rica y qué rol jugamos ahora?

−Creo que Costa Rica, con Guerra Fría o sin Guerra Fría, siempre ha tenido posiciones muy coherentes. Dichosamente, a lo largo de varias administraciones, Costa Rica ha ido diseñando una política exterior de Estado. Aquí es muy difícil que venga un gobierno y de un momento a otro denuncie (se retire) una de las convenciones principales en derechos humanos, porque se saldría de esas políticas, que sin embargo aún tienen que consolidarse, pues jurídicamente hablando no son posiciones de Estado.

Hoy por hoy, otro elemento que juega mucho son los temas de medio ambiente y cambio climático −particularmente desde que iniciamos la administración y el resto del 2015−, que tendrán una importancia particular por la reunión que se da a finales de año en París, de la COP21, donde el mundo se está jugando una carta muy importante en materia de combate al cambio climático.

¿Cómo se ejerce la diplomacia desde un país sin fuerzas armadas?

−Eso en realidad ayuda muchísimo, porque tenemos la autoridad moral, porque podemos decir muchas cosas que otros países no pueden decir, principalmente en desarme. Desarme no es solamente las armas nucleares, es todo lo que tiene que ver con inversión bélica: armas pequeñas, desde el tráfico y comercio de una pistolita, hasta el convenio de no proliferación nuclear.

Dicho sea de paso, este es un tema donde tenemos decepción, porque la última reunión a finales de abril no fue nada provechosa. Los países que abogamos por el tema nos sentimos un poco frustrados, porque no fue buena la reunión.

¿Hasta qué punto, por la escalada de violencia mundial, puede verse en peligro o se fortalece la visión de país de paz y derechos humanos que se apoya en el derecho internacional? ¿Es decir, cuál es la relación entre la política de relaciones exteriores de Costa Rica y la situación actual del mundo?

−Creo que nos da una base de autoridad moral que ningún otro país tiene. En esto es clave ser el primer país que decidió no tener ejército y eso no quiere decir que no nos podamos defender, especialmente ante la amenaza del narcotráfico.

No veo que esas posiciones del país se vean amenazadas por lo que está sufriendo el mundo. El mundo ha tenido sus altos y bajos; también en la Guerra Fría se estuvo muy cercano a un conflicto bélico y ahí Costa Rica, si bien se nos veía alineados, el país logró mantener una autonomía dentro de lo que el contexto histórico permitía.

Sobre esto, creo que el país tiene que tomar una decisión más clara de qué quiere de su política exterior: para ser efectivo en un mundo complicado, hay que invertir en capital humano, en condiciones de infraestructura para que nuestros diplomáticos hagan su tarea. Exigimos muchos resultados como diplomáticos, pero no invertimos en algo tan importante para el país. El presupuesto de la Cancillería es apenas el 0,003% de todo el presupuesto nacional, cuando en realidad, metafóricamente hablando, tenemos dos ejércitos: a lo interno, el de los maestros, y al exterior, el de los diplomáticos. Lo que tenemos fuera de Costa Rica son 205 personas entre diplomáticos y otros funcionarios que atienden la totalidad del mundo.

Quería también hablar sobre Rusia, que tiene a Centroamérica atenta ante lo que podría pasar con su venta de armamento a Nicaragua. ¿Lo desvela este comportamiento?

−No me desvela, pero sí lo hemos señalado con toda contundencia desde el inicio del Gobierno. Hemos mostrado fotografías del armamento que le compra Nicaragua a Rusia. Hay cosas que llaman la atención: el año pasado, el canciller Lavrov visitó Nicaragua; unas semanas después él y el presidente Putin pasaron por Nicaragua camino a la reunión de los BRIC. Este año, lo volvió a hacer y una semana después el ministro de Defensa ruso pasó una semana en Nicaragua.

Es evidente que hay una relación cercana, que definitivamente con lo que pasó en Ucrania y en Crimea, llama la atención. Es motivo no de desvelo, pero sí de poner el dedo en el renglón y de advertir de una situación que no trae beneficio a la estabilidad de la región, que no es beneficioso para países como los nuestros, que son pobres y dedican armas que no sirven para nada.

No lo vemos como una decisión del gobierno de Nicaragua para atacar o defenderse de Costa Rica. Nosotros no tenemos ejército y en comparación, nuestros rifles de los policías ni siquiera son automáticos. Más allá del derecho internacional, que es la vía que escogimos, no tenemos más. Hay que recordar que Nicaragua tiene tensiones con otros países regionales, entonces no lo vemos como una amenaza directa a Costa Rica.

Usted me mencionaba varias preocupaciones globales y hasta el tema de Ucrania. ¿Hasta qué punto esta ocupación rusa en Crimea nos preocupa en su asociación con Nicaragua?

−Lo pondría en este contexto más amplio: mientras los litigios con Nicaragua persistan y no tengamos certeza de cuál será la decisión de la Corte de La Haya, las relaciones seguirán como están: tensas, frías, distantes. De nuestra parte, corteses.

Atenderemos los casos que se presenten, así, casuísticamente. A pesar de que tenemos una agenda bilateral bastante amplia que no podemos desconocer, en migración, comercio, salud, no podemos olvidar que este es un caso donde a uno se le metieron a la casa. No es simplemente la discusión de un mojón o una disputa limítrofe. Esto es una disputa que se origina en una invasión de nuestro territorio y lo que está en juego es nuestra integridad territorial y esto le da una connotación diferente, es muchísimo más grave.

¿Qué legado desea dejar?

−Me gustaría dejar una reforma institucional seria, una Cancillería moderna. Tenemos una legislación obsoleta desde hace 50 años, que ha recibido aditamentos y parches que han generado vacíos legales y contradicciones. Ojalá podamos presentar una legislación armónica, bien actualizada, que regule no solo el funcionamiento interno de la Cancillería, sino todo el servicio exterior, entre ellos los nombramientos.

Una de las cosas que hemos querido cambiar han sido los nombramientos; prueba de ello es que si hubiéramos querido darle continuidad a ese botín político, a finales de mayo del año pasado todos los nombramientos se hubieran hecho, porque hemos tratado de elegir con calma y se han buscado las personas idóneas.

Aquí trabajamos en un equipo y cometemos errores, pero siempre tratamos de que el margen de error sea el mínimo posible. Se cometerán, pero también que exista la percepción de que los errores que se cometan serán en un marco de buena fe; no serán posiciones que comprometan al país en un error, como sí ha pasado en épocas anteriores, cuando la mala fe o la negligencia ha sido de tal magnitud, que nos tienen en los litigios que estamos ahora.

Regreso al tema de Nicaragua por dos puntos: el litigio en La Haya y el caso de José Daniel Gil. Fuera de Nicaragua, no recuerdo que usted haya tenido que pronunciarse por conflictos o disputas con otros países. ¿Es Nicaragua el único gran contratiempo?

−Volviendo a su pregunta de cómo quiere uno que lo vean cuando se haya ido, se lo pongo en negativo: no quiero que la gente me recuerde como el ministro de los asuntos de Nicaragua. La agenda nacional en política exterior es, por mucho, más amplia que el tema de Nicaragua. En este caso es un tema importante, es una relación con un vecino y seguiremos siendo vecinos por el resto de nuestra historia, pero no es el tema principal de la agenda, al menos no de la mía. Le menciono el tema de Celac, que era muy importante…

Y, sin embargo, hubo que terminarla antes por un problema con Nicaragua.

−Sí, claro, por eso le decía que la mínima cortesía con que actuamos no es recíproca y para muestra ese botón: la actitud asumida desde su Jefe de Estado en la cumbre.

Temas como la presidencia de la Celac, los foros China-Celac, la participación en el Sica, los temas de la agenda post-2015 que tal vez no se perciben mucho en Costa Rica, el tema del financiamiento para el desarrollo, donde los países estamos convencidos de que no se lograrán esos objetivos si no hay financiamiento para ellos. Desde nuestra perspectiva, hemos machacado mucho que en esos objetivos tiene que haber un abordaje de derechos humanos y medio ambiente. Hemos lanzado el Compromiso de Ginebra, que es una iniciativa costarricense, que es la unión entre derechos humanos y medio ambiente. La misma COP21 es sumamente importante para el mundo.

Sin embargo, es más cercana para muchos costarricenses la relación con el vecino. ¿Cómo se lidia con un país hermano, como Nicaragua, cuyo Gobierno actúa de modo tan distante?

−Con madurez y con prudencia. No caer en la provocación y tomar las cosas según el contexto y según de quien vengan. No se puede estar reaccionando a todo lo que ellos digan; esas son el tipo de trampas o señuelos que le ponen a uno y con madurez en aceptar la realidad: tenemos una relación que tiene que continuar, no está en luna de miel, pero no la podemos obviar. No porque tengamos un problema vamos a dejar de hablar de migración, de educación, de salud…

Estos temas aparecen mucho en la prensa y toco ahora otro tema tristemente favorito de los periodistas (donde me incluyo): los viajes del Presidente. ¿Lo frustra el tratamiento de los viajes?

−No me frustra, pero no me facilita el trabajo, porque es necesario en el mundo en que vivimos que el Presidente atienda la agenda internacional. Aquí hay que hacer una distinción: hay viajes que él tuvo que hacer y no había escapatoria, porque lo hizo con el sombrero de presidente de Celac y si el país asume la responsabilidad de asumir una presidencia –que además es heredada, porque no fue Luis Guillermo Solís quien dijo: yo quiero ser presidente de Celac– tenía que cumplir esas obligaciones. Eso no se ha diferenciado. Probablemente si él no hubiera tenido que hacer esos viajes, no los hubiera hecho.

El otro tipo de viajes que se han reclamado, por ejemplo los de Estados Unidos, han sido más viajes comerciales que políticos. Nos guste o no nos guste la relación con EE. UU., no podemos desconocer que es nuestro principal socio comercial y la principal fuente de inversión extranjera, que produce empleos. Si a eso le sumamos que había un cierto estereotipo, que se encargó una buena parte del sector privado de decir “aquí viene un descalabro, porque viene un comunista encubierto, un lobo vestido de oveja”, él tenía que mandar un mensaje de tranquilidad, presentarse y decir: yo respeto el Estado de derecho, la seguridad jurídica y los contratos. No solo necesitamos traer inversión nueva, sino consolidar la reinversión. Un alto porcentaje de lo que Costa Rica recibe es reinversión. Entonces, si tenemos el mensaje cautivo, por decirlo de un modo, ¿cómo no mandarle una señal?

El otro tipo es el Sica. Desde su primer día dijo que iba a darle prioridad y él es una persona comprometida con el sistema centroamericano. Él desde junio dijo en una cumbre que el Sistema ha cambiado y necesitamos revisar el Protocolo de Tegucigalpa. Él realmente cree en Centroamérica y en el Caribe, y por eso ha dicho: son los mercados naturales para Costa Rica.

Ayer estaba revisando el perfil de Casa Presidencial. Las fotos del Presidente en el Caribe, con jeans y observando un puente dañado, reciben comentarios muchos más positivos que las imágenes en traje entero en el Parlamento Europeo. ¿Por qué considera que ocurre esto?

−Existe el mal concepto de que cada vez que se viaja al extranjero es solo lujos y atenciones; pero, eso es lo menos que hay. El Presidente es una persona sumamente activa, me cuesta a mí seguirle el ritmo y es una cosa tras otra. Los espacios que a veces uno puede notar en la agenda son usualmente para transportarse. No son viajes lujosos.

“El presupuesto de la Cancillería es apenas el 0,003% de todo el presupuesto nacional, cuando en realidad, metafóricamente hablando, tenemos dos ejércitos: a lo interno, el de los maestros, y al exterior, el de los diplomáticos. Nosotros, lo que tenemos fuera de Costa Rica son 205 personas”.
Manuel González Sáenz, Canciller de la República

 

“(Las críticas a los viajes presidenciales) No me frustran, pero no me facilitan el trabajo, porque es necesario en el mundo en que vivimos que el presidente atienda la agenda internacional”.
Manuel González Sáenz, Canciller de la República

Catorce meses frente a la Cancillería

Desde que asumió el cargo de ministro de Relaciones Exteriores en mayo del año pasado, Manuel González ha acompañado al presidente Luis Guillermo Solís en la mayoría de sus viajes fuera del país y además ha gestado procesos clave a lo interno. Este es un recuento de algunos de ellos.

En agosto de 2014, González recibió al secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-Moon en la Casa Amarilla.
En agosto de 2014, González recibió al secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-Moon en la Casa Amarilla.

 

En noviembre de 2014, González y el entonces ministro de Seguridad Pública, Celso Gamboa, mostraron evidencia sobre la incursión nicaragüense en isla Calero.
En noviembre de 2014, González y el entonces ministro de Seguridad Pública, Celso Gamboa, mostraron evidencia sobre la incursión nicaragüense en isla Calero.

 

En enero del 2015, el Canciller lideró el equipo que preparó la reunión de la Celac en Costa Rica.
En enero del 2015, el Canciller lideró el equipo que preparó la reunión de la Celac en Costa Rica.

 

El Canciller participó en julio del 2014 en la reunión que sostuvo Costa Rica con el gobierno de China, para negociar varios puntos de la relación bilateral.
El Canciller participó en julio del 2014 en la reunión que sostuvo Costa Rica con el gobierno de China, para negociar varios puntos de la relación bilateral.

 

En junio del 2015, González fue parte de la delegación que acompañó al presidente  Solís en su gira por Europa. Aquí en el Parlamento Europeo.
En junio del 2015, González fue parte de la delegación que acompañó al presidente Solís en su gira por Europa. Aquí en el Parlamento Europeo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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