Los desafíos del nuevo Arzobispo de San José, Monseñor Hugo Barrantes, son examinados por un teólogo, un filósofo y un líder sindical.
Monseñor Hugo Barrantes debe buscar la forma de renovar la iglesia para responder a los nuevos retos sociales, políticos, económicos y eclesiales.
Cuando asuma el 18 de octubre su condición de nuevo Arzobispo de San José, Hugo Barrantes Ureña llevará sobre sus espaldas la esperanza de miles de fieles y ciudadanos que exigen de la iglesia católica un mayor compromiso a favor de los pobres.
También demandan que se abra a un diálogo más sincero con los diferentes sectores que componen la sociedad costarricense.
Barrantes, hasta esa fecha obispo de Puntarenas, llega a la diócesis más antigua del país con espíritu de pastor y con la decisión de que la estructura eclesial salga a las calles y permita un mayor protagonismo laical, según dijo cuando fue entrevistado por este Semanario. (Ver edición Nº 14 )
Aunque se perfila como un prelado que no repetirá el protagonismo de su antecesor, Román Arrieta Villalobos, debe buscar la forma de renovar la iglesia para responder a los nuevos retos sociales, políticos, económicos y eclesiales que demandan algo más que la vocación pastoral que lo ha caracterizado.
Precisamente para conocer el criterio de sacerdotes, teólogos y líderes sindicales sobre las principales tareas que asumirá Barrantes a partir del 18 de octubre, consultamos a algunos de ellos.
Para el teólogo, filósofo y exsacerdote Arnoldo Mora Rodríguez, el principal desafío del prelado será renovar la acción eclesial para superar el vacío de liderazgo que experimenta la iglesia costarricense desde hace 50 años.
«La iglesia ha vivido de las rentas de Monseñor Víctor Manuel Sanabria en el sentido de que poco han realizado sus sucesores para actualizar el accionar eclesial a la realidad nacional», dijo Mora.
«Monseñor Román Arrieta recibió una herencia y entrega una hipoteca», explicitó al considerar que las autoridades eclesiásticas deben actualizarse nutriéndose de los mejores planteamientos delineados en el Concilio Vaticano II celebrado en Roma entre 1967 y 1968 y lo expresado por los obispos latinoamericanos en la Conferencia de Medellín realizada en Colombia ese mismo año.
«El reto fundamental del nuevo arzobispo de San José es lograr que la iglesia costarricense se mire hacia dentro e incorpore esos principios orientadores para corregir un proceso de desinterés social que le ha hecho mucho daño a los creyentes y a la institución», señaló Mora.
La iglesia «ha retrocedido y está en decadencia, pero aún no ha tocado fondo, y eso preocupa porque el descenso continúa», agregó.
Lo lamentable es que como institución jugó un papel importante en la década de 1940, pero ahora no es capaz de asumir los retos que le plantea el nuevo siglo, especialmente cuando crece la secularización.
Para Mora, las declaraciones de Monseñor Hugo Barrantes en el sentido de abogar por una iglesia que se abra a las comunidades y que logre «desinstalar» a sus sacerdotes, es un grito desesperado de un obispo que pretende ser pastor, agregó Mora.
El filósofo consideró que si la iglesia no logra interpretar las señales de los tiempos y responder a las necesidades del cristiano de hoy, será poco lo que pueda aportar el nuevo arzobispo de San José a la necesaria transformación eclesial en el país.
CRISIS RELIGIOSA
Por su parte, el teólogo y sacerdote Amando Robles, afirmó que el principal reto de Barrantes será responder como se debe a una crisis religiosa que exige una transformación en el accionar eclesial.
Según Robles, uno de los errores del cristianismo es que no ha sabido leer la realidad ni escuchar lo que la sociedad del conocimiento plantea como elemento transformador de la cultura.
Las religiones en general y el cristianismo en particular, no han dedicado el tiempo suficiente para conocer esta nueva cultura. Tampoco han encontrado la matriz de lectura adecuada para conocer cómo impactan estos cambios a las religiones, agregó.
Aunque reconoció que el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) ha intentado acercarse a esta realidad, sigue analizándola desde la iglesia, pero no se percata de cómo esas situaciones transforman lo religioso.
El segundo gran reto es redefinir lo que se entiende por «inculturar» el Evangelio y acercarse debidamente a los ciudadanos que viven transformaciones en los paradigmas axiológicos (de valores) y acrecientan cada vez más su incredulidad.
Urgente es además formar adecuadamente al clero para que sepa responder a estos cambios y por supuesto salir a la calle y acercarse desde una perspectiva más pastoral. «Sin embargo, ser pastor no basta, es insuficiente, hay que pensar más en lo estructural y menos en lo coyuntural», consideró Robles.
Desde la perspectiva de los sectores sindicales, el reto principal del nuevo arzobispo será recuperar la credibilidad de la iglesia en momentos en los que se cuestionan sus acciones y dobles morales.
Así lo expresó Albino Vargas, Secretario General de la Asociación de Empleados Públicos y Privados (ANEP) para quien «la iglesia debería ser un agente movilizador de la demanda de los sectores sociales postergados, en aras de una sociedad inclusiva con justicia social y transparencia».
Vargas agregó que la decisión de Barrantes de acercar la iglesia al pueblo es una decisión correcta, pues «la gente quiere menos púlpito y más presencia eclesial en la calle».
Por eso, el nuevo arzobispo debe propiciar el diálogo constante y sistemático con la realidad, que responda a las demandas de los trabajadores e impulse una nueva forma de ser iglesia que recupere los mejores años de una institución volcada a lo social como sucedió en los años 40″, finalizó el líder sindical.