Tras la renuncia de Johnny Araya a seguir en campaña para el 6 de abril −no a la papeleta presidencial a la que por imperativo legal los candidatos no pueden renunciar−, el gobernante Partido Liberación Nacional (PLN) se dividió entre quienes se plegaron a la decisión del abanderado y quienes la repudiaron y creen que el partido debe dar la lucha hasta el final, aunque el triunfo se vea lejos.
El síndrome de las renuncias que han marcado el actual proceso electoral desde su inicio, asestaba así un rudo golpe a la agrupación oficialista y la sumía en el desconcierto, en media ruta final hacia los comicios de la segunda ronda.Sin un líder al cual seguir, vinieron días de incertidumbre en cuanto al camino por andar, y la mayor y más antigua agrupación política del país se vio en la paradoja de enredarse en una lucha interna, en momentos en que debe cerrar filas ante el rival externo, y de ir a una elección con un candidato desdibujado, que no cree en el triunfo, pero que eventualmente podría ganar, y que incluso no descarta asumir la presidencia si las urnas favorecieran a los liberacionistas el próximo 6 de abril.
“Respetaré la voluntad popular”, ha dicho Araya a la prensa, ante la pregunta de si asumiría la presidencia de la República en caso de que el PLN ganara la elección ante Luis Guillermo Solís, candidato del Partido Acción Ciudadana (PAC).
Esto lo dijo después de que el 5 de marzo −sin consultar a las autoridades formales del partido−, Araya rodeado de su comando de campaña anunció al país que colgaba los guantes por falta de dinero y porque las encuestas evidenciaban una voluntad mayoritaria de cambio entre los costarricenses, para relevar al PLN luego de dos períodos consecutivos en el poder.
Tras el desconcierto inicial, grupos de militantes y dirigentes salieron a rechazar la idea “inaceptable” de rendirse, y se declararon dispuestos a seguir la campaña “hasta el final”, por la dignidad del partido que recibió más de 600.000 votos en la primera ronda, con menos de un punto porcentual de diferencia con el PAC. Así se expresaron −entre otros− Rolando González, gerente de campaña de Araya, y Franggi Nicolás, presidenta de la juventud liberacionista.
En esta coyuntura, sin timonel al mando de la campaña, el candidato a vicepresidente, Jorge Pattoni, entró al primer plano, al anunciar que había aceptado el llamado para continuar las visitas a las comunidades y pedir votos; esto, luego de que Araya dijera que para “no confundir” la situación había pospuesto para después del 6 de abril dichas visitas, las que había anunciado para agradecer el apoyo recibido en la primera ronda.
Pattoni, exgerente de la Cooperativa Dos Pinos, aclaró, no obstante, que no es la cabeza visible ni el vocero de la campaña, contrario a lo que se dijo en algunos medios, sino que actuará en coordinación con el directorio político, que es el que asume la campaña.
El diputado Luis Gerardo Villanueva, integrante del directorio político, enfatizó que era importante que un miembro de la papeleta continuara presente, pues quiérase o no –dijo− el partido tiene una papeleta, y Pattoni “ayudaría a que la participación sea con una cara visible de la papeleta presidencial”.
Entretanto, Silvia Lara, candidata a la segunda vicepresidencia, dejó la actividad proselitista, y Pattoni –para desvirtuar conjeturas− afirmó que él no contempla convertirse en el sucesor de Johnny Araya, en caso de que este resulte electo y renuncie a la presidencia de la República. “No quiero ni siquiera pensar en esa posibilidad”, acotó.
ATÍPICO
Pattoni reconoció que es una situación muy paradójica y atípica la que se presenta tras el retiro de Araya de la campaña, pero eso no quiere decir que el partido no tenga ninguna posibilidad de ganar, aunque las posibilidades son menores.
Lo que pretende es dar esta lucha, y si esta culmina positivamente, “espero que don Johnny asuma la presidencia de la República y yo ser su vicepresidente; no veo ningún más allá de eso”, insistió el candidato a la primera vicepresidencia, quien sería el sucesor legal si el candidato faltara.
Esto sucedía al tiempo que Araya, tratando de reivindicarse como líder de la agrupación, les sugería a los 18 diputados electos de su partido dejarle al PAC la presidencia de la Asamblea Legislativa, para facilitarle la labor de gobierno, propuesta que no tuvo eco entre los miembros de la bancada, quienes dejaron la decisión para un momento oportuno antes del 1 de mayo, cuando se elija el directorio del nuevo parlamento.
Mientras Araya y colaboradores cercanos, como su jefe de campaña −Antonio Álvarez− insistían que la campaña como tal se clausuró (fueron cesados 350 empleados en planilla y comenzaron a cerrarse locales), el directorio político presidido por el exdiputado Bernal Jiménez asumió la dirección de la campaña, tratando de imponer autoridad.
Aunque no tienen recursos para pagar signos externos, transporte o alimentación, apoyarán a los militantes en la coordinación de su trabajo, insistió Bernal Jiménez (ver entrevista).
Contienda de “toalla tirada”
El proceso electoral que culminará en segunda ronda el próximo 6 de abril ha sido una caja de sorpresas y giros imprevistos, como el síndrome de renuncias, algunas impensables, que atacó a precandidatos y candidatos, quienes prefirieron “tirar la toalla” antes de verse las caras con sus rivales en el cuadrilátero electoral.
El pasado 5 de marzo el candidato oficialista, Johnny Araya, sorprendió a propios y extraños al anunciar que desmantelaba la campaña por considerarla perdida, aunque no puede dejar de participar en la papeleta presidencial, pues la ley prohíbe renunciar a los candidatos ya inscritos.
Falta de dinero y los resultados adversos de las encuestas fueron las principales razones que dio para cesar la lucha proselitista, los mismos argumentos que utilizó para anunciar su sorpresiva renuncia en enero del 2013 el precandidato liberacionista Rodrigo Arias, hombre fuerte del gobierno de su hermano Óscar Arias y al que se le veía como virtual futuro candidato.
Luego siguieron los precandidatos Antonio Álvarez, Fernando Berrocal y el expresidente José María Figueres, quien sopesaba la oportunidad de postularse, pero se replegó al convencerse que uno de cada tres costarricenses declaraban que nunca votarían por él. Así se le allanó el terreno a Araya, excalde capitalino, que se proclamó candidato sin necesidad de ir a convención interna.
En el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), la otra cabeza del otrora vigente bipardismo, el director del Hospital Nacional de Niños, Rodolfo Hernández, protagonizó un carrusel de renuncia, regreso y nueva renuncia a la candidatura socialcristiana en setiembre, a las puertas del arranque oficial de la campaña, tras aducir como motivos mezquindades y “puñaladas por la espalda” de parte de dirigente del partido.
Otro que renunció y luego volvió fue José Miguel Corrales, candidato presidencial del Partido Patria Nueva.
Tampoco faltaron renuncias entre candidatos a diputado. Dos aspirantes del Movimiento Libertario tuvieron que apartarse por cuestionamientos sobre hechos ilícitos en el pasado, y en el PAC su fundador y ahora diputado electo, Ottón Solís, anunció su decisión de renunciar –pero luego la reconsideró− para exigir la expulsión de otro candidato a diputado por cuestionamientos éticos.