Para la presidenta del Instituto Interamericano de Derechos Humanos (IIDH), Sonia Picado, la región latinoamericana está en deuda con el respeto de algunos derechos, como los de los homosexuales.
A continuación, se ofrece un extracto de la entrevista que UNIVERSIDAD le hizo a la jurista costarricense, respecto a la situación de los derechos humanos en las naciones latinoamericanas.
¿Cuál es la situación de los derechos humanos en el continente?
—Todos los Gobiernos hablan de que respetan los derechos humanos, mas no es cierto. Pienso que en todos los países se violan esos derechos, de una u otra forma.
¿Son violaciones en algunos casos por omisión y en otros casos, a propósito?
—Exactamente, así es. Una cosa muy importante es que los derechos se vieron durante mucho tiempo solo como derechos civiles y políticos. Desde 1993 —con la conferencia de Viena— se ampliaron los conceptos.
¿Hay violaciones a los derechos humanos como la pobreza?
—La pobreza en América Latina es la mayor violación a los derechos humanos de nuestros pueblos. Se trata de una grave violación a las garantías de las personas. Usted no puede decir que se están respetando los derechos humanos cuando hay hambre. En todos los países de América Latina, ha aumentado la brecha entre ricos y pobres, y eso es muy lamentable.
¿Esa brecha se observa aún más en las últimas dos décadas, atribuida por algunos a ciertos cambios económicos de tendencia neoliberal?
—Sí, tiene que ver con los cambios económicos y con otros aspectos. El otro día leía en unas encuestas que se notaba una reducción, no en forma significativa, pero pareciera que se trata de hacer más conciencia. Desgraciadamente con la crisis económica las personas con riqueza muy fuerte no se han visto afectadas y la población pobre es la que sigue siendo víctima.
¿Hasta que punto lo que se denominan corrientes neoliberales contribuyen a ampliar esa desigualdad?
—A mí me parece que se le echa mucho la culpa a los políticos y a las políticas neoliberales. No digo que no la tengan. Los políticos se han encargado, ellos mismos, de desacreditarse. Desgraciadamente, al desacreditar a la clase política, puede terminar con un populismo que también es muy peligroso y poco serio.
Volviendo al tema de los derechos humanos en general, ¿cuál es la radiografía que hace usted de la situación en América Latina?
—-Si usted analiza los índices de pobreza en toda América, Latinoamérica es la región más violenta del mundo y con la mayor brecha entre ricos y pobres. Esos dos factores hacen que sea inestable, con violaciones de derechos humanos y con democracias muy endebles. Esa desigualdad crea un profundo resentimiento social.
Hay otros derechos ahora muy en boga, como la igualdad de género, los derechos de las personas con uniones del mismo sexo, etc. ¿Cuál es su lectura de lo que sucede en la región?
—La discriminación a las personas homosexuales es una grave violación a los derechos humanos; me parece una barbaridad que no se les reconozca sus derechos patrimoniales.
No se puede ver este tema desde el punto de vista religioso. Ya hay una sentencia en un caso en Chile, en un caso de una pareja de lesbianas que se les quería quitar las hijas. La Corte Interamericana emitió una sentencia impresionante, porque no solo obligó a que se le devolvieran las hijas a la madre, sino que obligó al Estado a que hiciera una publicación en un diario de circulación nacional de la sentencia.
¿Costa Rica puede ser sentada en el banquillo de los acusados por este tema?
—-Exactamente.
¿Costa Rica debe cumplir con la Convención Americana de Derechos Humanos?
—Claro, y la convención es muy clara en eso. El debate provocó dos manifestaciones impresionantes, como la de los invisibles y la del orgullo gay, que fueron pacíficas.
Creo que a uno no le toca pontificar; esto seguro no será visto ni desde un punto de vista político ni religioso. Hay que verlo desde un ángulo de derechos humanos.
¿Y América Latina está igual o hay avances en algunos países?
—Sí hay avances en algunos países en este tema; hay algunos que ya reconocen hasta el matrimonio, que no es lo que se está pidiendo en Costa Rica siquiera.
Lo que no se puede hacer es cerrar los ojos a lo que está viviendo el mundo. En el caso de Costa Rica, creo que tenemos que adelantarnos y no esperar a que la Corte nos sancione.
¿Cuál es la situación de otros derechos en el continente, como los ambientales?
—Desde la Conferencia de Viena, el derecho a un ambiente sano se ve como un derecho humano, y ahí entran una serie de temas en conflicto, como el tema económico. La explotación que hemos hecho de nuestros bosques ha sido terrible, aunque en algunos casos se ha logrado al menos contener. Pero entran en conflicto, en la discusión, por ejemplo, las poblaciones indígenas; hay que respetarles sus territorios, y someter a consulta cuando hay algún proyecto que los afecte.
En Costa Rica tenemos el caso del proyecto hidroeléctrico El Diquís.
—Esto es interesante, porque aquí estuvo el relator especial para poblaciones indígenas, James Anaya, y él estuvo muy de acuerdo con que se haga un plebiscito y señaló que considera que hay que darle a esas comunidades garantías que necesitan, junto con beneficios. Se trata de problemas de pobreza, con viviendas en condiciones insalubres, sin caminos. Entonces hay que negociar con ellos para que tengan una mejor calidad de vida.
Hay otros problemas con los derechos humanos, como la seguridad. ¿Cuánto se violan con la penetración del narcotráfico?
—Este es un tema que ameritaría una discusión más profunda. Estuve en la comisión que formaron los expresidentes Henrique Cardoso —de Brasil—, César Gaviria —de Colombia— y Ernesto Zedillo —-de México—, sobre el tema de la despenalización.
El problema es que los países que consumen no quieren ni legalizar y menos tener apertura sobre la discusión del tema. Nosotros estamos poniendo los muertos y ellos el consumo y el dinero. Esto es muy injusto.
¿Cuál es la situación de los derechos políticos?
—Bueno por ejemplo, lo que está pasando en México es muy grave, con los cuestionamientos (hacia el ganador de las elecciones Enrique Peña Nieto). En la actualidad, la credibilidad de los tribunales electorales es fundamental. Por eso, me preocupa enormemente lo que sucede en México, con las denuncias de supuesta compra de votos. En el caso de México, ¿cómo se prueba la compra de cinco millones de votos?
El descrédito de la clase política ayuda a que este tipo de denuncias pegue, porque la gente no confía en esa clase. Y esta es una de las crisis de la democracia más serias.
Vienen las elecciones en Venezuela. Y lo que ocurrió en Paraguay con la destitución del presidente Fernando Lugo. Hubo cuestionamientos en Nicaragua, donde habrá comicios municipales pronto.
—Pienso que a los tribunales electorales les va a costar hacer “chanchullo” como se dice aquí, porque están muy tecnificados, muy vigilados, han recibido mucha capacitación técnica y porque hay observadores de todo el mundo.
Pienso que en Venezuela las elecciones van a ser de nuevo libres. Pero cuando se habla de comprar votos, ¿de qué se trata?, ¿a cuánta gente se le da alimentos, dinero, incluso vivienda, en el caso venezolano? Esto podría ser positivo desde el punto de vista de combatir la pobreza, si no fuera porque muchas veces tiene un fin político. En el caso de Nicaragua, no fuimos porque no se nos invita. En el caso de América del Sur, hay países que quieren prescindir de la Organización de Estados Americanos y me parece que aunque cometa errores, es un organismo indispensable.
¿Cómo ve el caso de Paraguay?
—En este último caso, técnicamente fue “constitucional”. Lo que sucede es que el todo mundo tiene derecho a una defensa adecuada y esa defensa no se le dio a Lugo.
¿Sigue presente en América Latina la tentación totalitaria?
—Lamentablemente, sí. Si bien se ha logrado avanzar en el tema de la democratización, el fantasma del totalitarismo sigue presente en la región. Basta recordar lo que ocurrió en Honduras con el golpe de Estado.